Abanico
Esos Aforismos
El aforismo es un arte milenario que se usa frecuentemente para expresar con elegancia el conocimiento y experiencias de la vida. Se ha definido como una sentencia lacónica y doctrinal. Presenta en forma sintética lo más interesante de alguna ciencia, materia, regla, principio, axioma, apotegma, máxima instructiva y generalmente verdadera.
Esta habilidad inteligente y demostrativa de las realidades de los sucesos de la vida es de uso poco frecuente en nuestro medio. Sólo algunas personas con cierta cultura lo utilizan para guiar su conducta en los avatares de nuestra existencia.
En la antigüedad el aforismo era de uso frecuente. Sobre todo en el ámbito médico en donde brotan con maestría y en forma ejemplar los aforismos hipocráticos. Estos al parecer fueron los primeros elaborados como una proposición relativa a los síntomas y diagnóstico de las enfermedades.
Al respecto, como médico reconocido y escritor empedernido, abunda don Fernando Calderón Ramírez de Aguilar. Posteriormente el concepto se aplica a la ciencia y a diversas disciplinas, principalmente en la filosofía, en donde fue usado prolíficamente en todas las épocas y cuyos aportes aforísticos pasaron a formar parte importante de nuestra existencia, ya que el mundo participa así de su conocimiento y experiencia.
El aforismo se encuentra en todos los pueblos. En las literaturas egipcia, hebrea, sanscrita, védica y china encontramos el aforismo ya adoptado y reconocido como tal.
Los conceptos atribuidos a Walmiki en el Ramayana, las sentencias del Código de Manú, los célebres aforismos de Confucio. Los dictámenes de Horo, los preceptos del Libro de los Muertos y los cuentos egipcios contenidos en los célebres papiros de Berlín. Las sentencias de Zoroastro, las de la Biblia en los Proverbios, el Eclesiastés, y la Sabiduría contienen multitud de sabios aforismos religiosos, morales, políticos y sociales.
Estos que más o menos transformados con ingenio y adaptados a otras épocas posteriores han enriquecido el caudal de la mentalidad de las civilizaciones surgidas al desaparecer del número de las nacionalidades de aquellos antiguos pueblos.
En Grecia, Platón escribió aforismos en sus obras Timeo y el Banquete. Aristóteles con su gran cualidad de escritor, conciso y claro en su sintética de pensamiento dejó en sus tratados multitud de sabios aforismos. En las obras de Protágoras y Parménides, así como en las de los sofistas, se pueden encontrar multitud de bellos y sabios aforismos. Hesíodo y Homero también utilizaron aforismos.
La producción de aforismos bajó en la época de la decadencia.
En Roma el aforismo fue cultivado por filósofos, oradores, poetas, historiadores y legistas como lo muestran las obras de Ovidio, Hortensio, Cicerón, Horacio, Virgilio, Plauto, Salustio, Tito Livio, Fedro y Papirio.
Basten algunos ejemplos para ilustrar la grandeza de sus autores. Publio Siro, Cui vis dolori remedium est patientia (La paciencia sirve de remedio para cualquier dolor); Virgilio, Sus pussunt, quia posse videntur (Pueden, porque están convencidos de su poder); Horacio Nil mortalibus arduum est (Nada hay difícil para los mortales). Los santos padres griegos y latinos cultivaron el aforismo sumamente ingenioso sin pretender otra cosa que la enseñanza del bien y la verdad.
Desde luego, su fuente de inspiración fueron las Sagradas Escrituras.
Todos son dignos de mención, pero destacan San Agustín con la Ciudad de Dios, San Clemente de Alejandría con la Strommata, San Basilio que, con un solo aforismo escriturario, Eis to próseche seautoi (Mira por ti) compusiera una de sus más notables homilías, San Juan Crisóstomo, San Gregorio Nacianceno, San Atanasio, San Jerónimo y San Ambrosio.
El aforismo en la Edad Media y la Edad Moderna.
Don Fernando Calderón también nos dice que circunscrito a la medicina y a las ciencias físico-naturales, el aforismo fue cultivado por todos los sabios cristianos, judíos y musulmanes.
Desde San Isidoro de Sevilla a Averroes, desde Avicena a Alpetragio, aparece la humana sabiduría ganosa de adoptar formas didácticas breves y compendiosas para incrustar más fácilmente las verdades o principios de una ciencia o arte a sus alumnos.
En este sentido, Pedro Lombardo, llamado el maestro de las sentencias; Alberto el Magno y hasta el propio Santo Tomas de Aquino, son esencialmente sentenciosos y, por consecuencia, aforísticos.
En toda la obra del humano ingenio (literaria o científica) es imposible separar la parte expositiva de la sentenciosa. Ello consiste en que la exposición viene a ser como el antecedente de todo raciocinio y el aforismo hace las veces de una magnifica conclusión. En este sentido, Dante Alighieri, Francesco Petrarca y el cardenal Pietro Bembo escribieron inmortales aforismos, y en nuestros tiempos lo hicieron Alessandro Manzoni, Ugo Foscolo y Giacomo Leopardi.
Empero hay que distinguir entre el creador y el compilador de aforismos: el primero tiene el mérito inherente a todo creador de una obra original, mientras que el segundo no puede aspirar a otro galardón que el debido a la paciente investigación y a la erudita labor.
Así, Hipócrates, Homero y Aristóteles son autores de aforismos, en tanto que Erasmo de Rotterdam y Miguel de Cervantes Saavedra son eruditos compiladores. Las obras de Paracelso contienen multitud de aforismos, lo que le valió a su autor el nombre de Hipócrates latino. El poema aforístico Regimen Sanitatis Salernitanum conocido más comúnmente como Flos Medicinae Salerni vino a favorecer y fortalecer la opinión que vinculaba el aforismo con la medicina. Es una obra notable por la doctrina médico-higiénico-popular que la contiene.
Fue escrita en un latín tan bárbaro como el que se usaba en el siglo 13.
Notable es la compilación de aforismos hecha por Erasmo de Rotterdam y publicada en el siglo 15.
Existen los aforismos jurídicos de Denis Godefroy, las indicaciones relativas a la interpretación de la naturaleza contenidas en el Novum Organum de Francis Bacon, los aforismos políticos de James Harrington. Y los aforismos sobre la sabiduría de la vida del excelente, aunque tachado de misógino, Arthur Schopenhauer, que surgen para la eternidad y los plasma en su magnífica obra Parerga y Paralipómena.
Vale la pena mencionar algunos: Aliis laetus, sapiens sibi (Alegre para otros, sabio para sí). En las alturas tiene que haber ciertamente soledad. La ignorancia degrada al hombre tan solo cuando va asociada a la riqueza. Las horas del muchacho son más largas que los días del viejo. La existencia no es más que un episodio de la nada. El que no ha tenido un perro no sabe lo que es querer y ser querido. El viejo es un hombre completamente desencantado y sabe que la vida humana, aunque se le engalane y atavíe, pronto deja trasparecer sus miserias; Aristotle ait omnes ingeniosos melancholicos esse (Aristóteles dice que todos los hombres geniales son melancólicos). La mujer es un ser de cabellos largos y de ideas cortas (de ahí su acusación por misoginia).
Los aforismos de Hermann Boerhaave llevan por título Aphorismi de cognoscendis et curandis morbis (Aforismos para el conocimiento y tratamiento de las enfermedades). En esa obra hay 1378 aforismos. Ahí, cada enfermedad está resumida en un corto aforismo que puede retenerse fácilmente en la memoria. Es un verdadero tratado de patología general, con un plan de enseñanza hecho en 1709. Añade Calderón Ramírez de Aguilar.
España es rica en aforismos. Se han producido en todos los siglos y los vemos en todas las obras científicas y literarias, desde el infante don Juan Manuel, Miguel de Cervantes Saavedra, Juan Ramón Jiménez y Santiago Ramón y Cajal hasta los autores de la generación del 98, etcétera. Insistimos nosotros.
Muchos tienen gran influencia de la cultura árabe y judía.
En América también han surgido muchos aforistas como el genial Groucho Marx con una ironía magnifica. Jerome David Salinger, autor de El guardián entre el centeno, tiene un libro de aforismos.
Seguramente en el futuro surgirán algunos más, ya hay por ahí algunos autores mexicanos llenos de capacidad para producirlos.
Esperemos don Octavio Raziel García, que pronto vean la luz sus escritos. Muchos de ellos en nuestro poder.