
Dieciocho acciones para el Bienestar
¿Puntuales? ¿Para qué?
En general los mexicanos somos impuntuales. Llegamos tarde a citas previamente acordadas. Llegamos tarde a reuniones de trabajo. Se retrasan los compromisos por llegar tarde. Llegamos tarde a trabajar ‘como Dios manda’ y para lo que nos pagan… O si se llegara el caso de que se es puntual, la otra parte llega tarde…
Se es impuntual por irresponsabilidad; por descuido; por cúmulo de actividades más allá de lo posible en el tiempo justo. Se llega tarde por capricho o porque simple y sencillamente “que me espere, para que sepa con quién está tratando”. En un sentido equivocado de la importancia de uno, se es alevosamente impuntual para demostrar importancia, autoridad y fuerza de carácter…
En México muchos llegan tarde a todo. Entre cuates se dice: “a este, para comer con él, invítenlo a desayunar” o “va a llegar tarde, incluso, a su funeral”… y así.
Pero es un hecho que a la mayor parte de la gente de trabajo se le paga por asistir bajo reglas laborales mutuamente acordadas, una de ellas es precisamente la asistencia y la puntualidad. Y aun así, en el caso de gran parte de la burocracia mexicana llega tarde.
No es una novedad que las oficinas de gobierno que tienen sus horarios fijos –por ejemplo- de atención al público. Si, abren puntuales, pero los trabajadores-empleados-funcionarios públicos-burócratas, llegan tarde hasta una hora –o más- en tanto que la gente se siente indignada por el trato y el descuido por un trabajo por el que todos pagamos…
Y aun así, ocurre que llega tarde el susodicho burócrata y con su bolsa de ‘desayuno’. Y lo toma ahí, a escondidas, pero ahí, mientras el mundo rueda-gira-se atormenta-gime y llora: el desayuno es primero, la golosina, la charla entre compañeros para luego comenzar a trabajar en los asuntos o bien para salir a atender al público de mala manera, como si ese público fuera culpable de que tuviera que suspender su holgura de tiempo.
Así que la burocracia funciona de forma contra reloj, en contra de la lógica de la responsabilidad, la ética y el respeto. La gran mayoría, digo. Y es así que como cosa de excepción, el gobierno federal ha decidido ir al rescate de estos horarios, como si no se pagara ya para su cumplimiento.
Se anuncia ya que a lo largo de esta administración, el gobierno Federal pagó algo así como 35 mil millones de pesos asignados a 24 dependencias federales para el pago de “puntualidad” de sus funcionarios públicos. Esto es, les premia por cumplir con su responsabilidad previamente acordada y por la cual se le tiene asignado un salario y prestaciones de ley.
El gobierno Federal quiere congraciarse con su burocracia y con fondos del erario público paga aún más a quienes tienen la responsabilidad de cumplir con eso, precisamente, su responsabilidad.
Nadie mejor que el usuario, el ciudadano de a pie, el que paga sus impuestos de forma puntual o que de diversas formas se le retiene, para pagar el desarrollo del país y para la administración pública. Pero estos casi 35 mil millones de pesos significan una erogación grave si se conoce el total de la nómina que se asigna a estas 24 dependencias federales en un país cuya burocracia es gorda en su magnitud y flaca en sus resultados.
Esos casi 35 millones de pesos representan casi el presupuesto anual que se asigna a la Universidad Nacional Autónoma de México, que este año fue poco menos de 36 mil millones de pesos para garantizar el aprendizaje, la investigación, el desarrollo científico y cultural de los muchachos mexicanos.
Municipios hay en México que viven a diario con el ¡Jesús! en la boca. Esto porque no tienen recursos para servicios públicos, para impulsar programas de educación, salud, alimentación, solaz y porque son pobres, muy pobres, con gente pobre ahí que no tiene más que el apoyo de las prestaciones sociales y el bien hacer administrativo público, como es el caso del sureste mexicano, y en particular Oaxaca, en donde muchos de sus 570 municipios sobreviven en condición de permanente quebranto.
Así que el gobierno Federal premia a los puntuales, como si no fuera una regla para todos; como si esto no se pagara ya; como si los mexicanos tuviéramos el mundo de la opulencia a nuestros pies para derrochar sin ton ni son y en forma, como es este caso, absolutamente injusta y peregrina.
Trabajar para servir a través del gobierno debiera ser un privilegio y una gran responsabilidad, de acción, de entrega, de servicio, de apoyo comunitario y de eficiencia, puntualidad y asistencia firme. Eso, digamos, es lo que debiera ser, pero no ocurre en México y, por tanto, para quienes son la excepción de la regla hay que pagar caro su amor, aventureros.
El gobierno Federal hace muy mal en otorgar estas cantidades estratosféricas que provienen de nuestro esfuerzo y nuestro trabajo, para premiar a una burocracia que, en su mayoría, sigue llegado tarde, llegará tarde porque sus jefes les solapan estos retrasos y porque nadie pone orden ahí para que se trabaje justo como se ha acordado y no por excepciones.
Llegar puntual en un país de impuntuales, según la lógica gubernamental, debe ser premiado porque, según esa misma lógica, es la excepción de la regla. En fin… No se deben permitir estos despilfarros ni esta compra de solidaridades con dinero público.