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CIUDAD DE MÉXICO, 21 de septiembre de 2017.- Temor, desolación e incertidumbre es lo que viven miles de familias de las colonias Narvarte y Roma Sur, donde varias construcciones resultaron severamente dañadas e incluso un edificio colapsó en la esquina de Torreón y Viaducto, donde todavía laboran en busca de algún sobreviviente.
Luego del sismo de 7.1 que sacudió a la Ciudad de México el pasado martes 19 de septiembre, al igual que hace 32 años, los habitantes de esta zona viven en la incertidumbre por no saber qué va a pasar con sus viviendas, y los que pueden todavía, regresan a sacar lo más indispensable de sus pertenencias.
Lo mismo se puede observar a personas sacando ropa, sillas, o algunos muebles pequeños, que sartenes, cucharas y plantas.
Los edificios severamente dañados y otros al punto del colapso, los que ya se encuentran desalojados, conviven con construcciones que se resisten a dañarse, que todavía están habitados y que, incluso, sus inquilinos se han sumado a la ayuda al acondicionar sus viviendas como refugios, baños o simplemente un lugar para descansar o cargar el celular.
La vista es casi igual en varias calles, en Tehuantepec y Toluca, apenas a unos pasos de una salida del metro Centro Médico, un edificio de ocho pisos amenaza con caer al menor movimiento; la imagen se repite sobre la misma calle De Tehuantepec y Ures, o en el Eje de Baja California; en Pitágoras y Obrero Mundial, o Enrique Rébsamen, donde la Iglesia de Nuestra Señora de la Piedad permanece cerrada, como aguardando y cuidando a todos los que en estos momentos ponen su vida en la fe.
Y la fe se refleja en los vecinos que sacan pequeñas mesas con café, galletas, pan, tortas, cubre bocas, y lo que pueden, para ofrecer a «quien guste tomar lo que necesite», como dicen los letreros.
La escena se multiplica lo mismo en las calles de Baja California, Ures, Tonalá o Linares en la Roma Sur, que en Viaducto, Obrero Mundial, Pitágoras, Rébsamen, en Piedad Narvarte, que en Eugenia, Gabriel Mancera, División del Norte, López Cotilla o Amores en la Del Valle.
Las largas filas de voluntarios esperan deseosos de poder ayudar a remover escombros en cada uno de los derrumbes que hay en estas zonas, desean cumplir la esperanza de algún familiar que reza por encontrar con vida a su ser querido, o bien con resignación espera, tener el cuerpo para darle sepultura; en cualquiera de los casos, la incertidumbre es inmensa.