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CIUDAD DE MÉXICO, 23 de septiembre de 2017.- Son cuatro días de la pesadilla. Han pasado 106 horas hasta las 23 de este sábado. Los rostros de pánico regresaron la mañana de este 23 de septiembre con un sismo de 6.1 grados con epicentro en Oaxaca.
Pero mientras caía la noche, también se mantenían las caras de ánimo por encontrar vida, aunque sea un hilo de ella entre tanto ‘estambre’ de hierro, entre los miles de insensatos bloques de concreto que no ceden ante la esperanza.
Las noticias malas llegan, y otras buenas aparecen en un día que despertó a los capitalinos con una ya espeluznante alerte sísmica: nadie quiere escucharla nunca más.
Es el primer fin de semana más trágico que sufre la capital y el país en muchos años. Para le medianoche, sumaban 172 fallecidos por el terremoto. De ellos, 115 mujeres y 57 hombre. Una cifra que se unía a las 73 víctimas en Morelos, las 45 de Puebla, 13 en Estado de México, 6 en Guerrero y una más en Oaxaca.
Ya son cuatro noches que esas 310 familias no ven llegar a casa a quienes perdieron la vida ese irónico 19 de septiembre.
A pesar del dolor, este sábado se mantuvo la lucha por parte de rescatistas, de voluntarios e incluso más lejos, pero también con sus manos sin descanso, los que juntan, empacan, cobijan y alimentan a los afectados que perdieron su patrimonio.
Este sábado, en Lindavista, la calle Coquimbo 911 estrujó los corazones de los presentes, cuando los expertos rescataron las últimas cinco personas que quedaron atrapadas en los escombros de un edificio que se derrumbó.
De las 16 personas que quedaron atrapadas en el derrumbe, seis fueron rescatadas en las primeras horas posterior al sismo; una persona más con vida 27 horas después; dos más sin vida el pasado jueves; dos el viernes y las últimas cinco este sábado.
En la Roma Norte, el número 286 de la calle Álvaro Obregón sigue observando a quienes aguardan con angustia saber algo de su ser querido. Los trozos de concreto sostienen pisadas de rescatistas de otros países. Nadie sabe si alguien sigue con vida, pero no hay posibilidad de frenar las labores.
La lluvia ha intentado mermar el rescate, también lo intentó el sismo de 6.1 grados que por la mañana espantó el sueño. El cansancio tampoco frena a los voluntarios. Los puños al aire ya son un símbolo. El silencio se vuelve cómplice, esta vez, por la esperanza de hallar vida. Misma que une a otras miles para gritarse: ¡Fuerza México!