Visión financiera/Georgina Howard
Ideologías perdidas
La maldición de Francis Fukuyama y de Daniel Bell se cumple ya en México: “…la historia, como lucha de ideologías, ha terminado”; las ideologías, como las penas, dice la canción, fueron lanzadas al viento y quién sabe dónde andan o a dónde irán a parar, pero lo que es aquí, en México esto ya es historia pasada o, digámoslo mejor, fue una aspiración…
Durante setenta años gobernó al país el Partido Revolucionario Institucional (PRI) heredero de los principios de la Revolución Mexicana –decía- aunque lo mismo se convertía en partido de derechas –como es hoy mismo durante el gobierno de Enrique Peña Nieto–, que de izquierda –-como ocurrió durante el gobierno de Lázaro Cárdenas como PNR-PRM –1934-1940—, o hasta populista como pasó durante el gobierno de Luis Echeverría (1970-1976)…
Esto es, lo de las ideologías no era tan de tomarse en serio que, a fin de cuentas, el chiste era mantenerse en el poder, pulsar el estado de ánimo social, y gobernar dando cobas y discursos incendiarios de salvación de la patria…
Así fue durante muchos años, con las excepciones súper evidentes de partidos como el Partido Comunista de México y algunos otros que soñaban a un país distinto, pero ese país estaba cooptado por los grupos de poder, que mantienen el poder a fuerza.
Luego en 2000 vino la alternancia y llegó el conservadurismo con el Partido Acción Nacional (PAN) con el locuaz Vicente Fox que supo nadar de muertito en materia de ideologías y doctrinas políticas, lo mismo que Felipe Calderón que estaba más ocupado en hacer su guerra contra el crimen organizado, contra el narcotráfico y no estaba para pensar en ideologías.
Pero eso de la pérdida de las ideologías, doctrinas y proyecto de gobierno está aquí hoy en México, más evidente que nunca.
El sistema de partidos aquí es un fracaso. Las instituciones de lo electoral (INE…) son permisivas y están cooptadas y todo lo ven y todo lo perdonan…
La mezcla de partidos de distinta coloratura es usual en democracias consolidadas, para fortalecer frentes y para definir caminos comunes… No aquí: aquí hay esas mezclas inauditas para conseguir derrocar al adversario político y mantenerse en el poder o conseguirlo: el poder, por el poder mismo, sin más pena ni gloria; sin considerar al país, sus aspiraciones, sus circunstancias y sus exigencias y soluciones. Nada.
Un sistema democrático, dice la teoría, se integra por la voluntad libre, soberana, de los ciudadanos para decidir a su gobierno. Y para que esto sea así, existen instituciones políticas que representan la diversidad del pensamiento político en esa sociedad.
Son los partidos políticos que tienen la particularidad de ofrecer a los electores una identidad, que significa, su ideología, que puede ser izquierda, derecha o todo lo contrario, que se decía…
Estos institutos políticos representan esa forma de pensamiento particular que hace que electores se adhieran o la rechacen, pero es así la democracia, da para todo y para todos. Y estos institutos políticos tienen dentro de sus documentos básicos la promesa de una doctrina política que le particulariza, tienen también un proyecto de nación y de gobierno…
Y se integran en base a tales principios ideológicos que hacen que electores y partido se conviertan en una unidad si son afines.
Pero nada. Que lo que vemos hoy en México –decíamos- nada tiene que ver con la definición de ideas para marcar rutas, ni tiene que ver con el futuro del país en crecimiento y fortalecido en sus bases sociales y en sus instituciones; no tiene que ver con gobernar, si tiene que ver con mandar.
Así que ya se ha probado mezclar el agua con el aceite, como por ejemplo el caso de Oaxaca que en 2010 Gabino Cué llegó al poder por la vía de una coalición de partidos en Unidos por la Paz y el Progreso, conformada por los partidos PAN, PRD, Convergencia y PT. Como se ve, de todo como en feria: todo para quitar al PRI del gobierno estatal: lo consiguió, pero al final el monstruo partidario desapareció y dejó hecho un desastre a Oaxaca, del que todavía no se alivia…
Así que ya se conforma el Frente Amplio Democrático, que integra al PAN –conservador-; PRD –presunto de izquierda- y Movimiento Ciudadano –que pocos saben de qué se trata ahí-.
Todo para enfrentar al PRI y a Morena: enemigos a vencer, aunque en el primer caso el aparato de estado se ha puesto a disposición de su triunfo en las elecciones de 2018 con un candidato –hasta ahora, que resulta puente entre PAN y PRI–, en tanto que Morena avanza-avanza-avanza, aunque todo está dispuesto para descarrilarlo, si se deja.
Así que el panorama con rumbo a 2018 tiene más que ver con una guerra entre partidos y sus dirigentes que una participación ciudadana, vigorosa, intensa, emocionada, de diferente punto de vista y de diferente ruta a seguir, pero participativa: no.
Lo que sí se ven son los desfiguros y las guerras y las filtraciones y los amarres y las alianzas-complicidades-confrontaciones-bajezas-lodo-inmundicia y ruindades en un país en el que la democracia sigue siendo una aspiración, hasta ahí.