Abanico
La casita en las Lomas…
Vivir en Las Lomas fue, por muchos años, sinónimo de capacidad económica y eso que, todavía, siguen llamando “alcurnia”. Hoy es un sitio de la picaresca política mexicana que se asocia, en automático, con dinero mal habido.
Las casas en Las Lomas suelen ser antiguas, construidas sin muchas comodidades, bajo un concepto de la calidad del espacio muy diferente al que apreciamos en 2017. A no ser que se trate, como en el caso de Alejandra Barrales, de una casa “remodelada”.
Y entonces el costo no corresponde al precio del terreno o los metros de construcción. Tener la casa que tiene, como ha declarado legalmente, cuesta mucho más dinero del que ha dicho. ¿Se vale?
¿Por qué tantos políticos mexicanos quieren vivir en Las Lomas? Supongo que, porque se trata de un nuevo estatus social, asociado al éxito político.
La señora Barrales comenzó a trabajar muy joven, como ha dicho, pero ganando diez centavos en una oficina de Mexicana de Aviación. Luego se convirtió en “aeromoza” y después en líder sindical. Ahí no hay sueldos millonarios, como tampoco los tuvo después en sus distintos cargos públicos.
O sea, hablando claro, no pudo haber ganado más que el primer mandatario.
¿Cómo logró tener su casa? Y al mismo tiempo un departamento millonario en dólares en Miami.
No se trata únicamente de pagarlos, que ella dice deber todavía dinero de la casa en Las Lomas, sino de los gastos. Lo que cuesta pagar la luz en cualquier departamento de clase media, el teléfono, el jardinero, las sirvientas, y la nana de la niña, además del chofer porque no suele manejar sus lujosos vehículos. A todo eso agregar gasolina, comida, mantenimiento, predial, agua…
¿Cuánto dinero tienes que ganar para vivir en Las Lomas y mantener un departamento de “vacaciones” en Miami?
Las cuentas no salen. No tienen manera de salir, aunque, como ella diga, haya comenzado a trabajar desde los 15 años. Vayan al mercado, paguen las tarjetas de crédito puntualmente y verán, clarito, como las cuentas no salen.
De ahí la explicable indignación social. Porque, además, hay que agregar el hecho de que pertenece a la llamada “Izquierda” mexicana. Es decir, a quienes pregonan otro estilo de vida muy lejano de la alta burguesía.
¿Hay dinero ilícito en estas propiedades? Por lo menos tendría que haber habido “sobresueldos”, negocios hechos desde el poder, ganancias que no corresponden legítimamente a su carrera política y a su devenir como funcionaria pública.
Tiene que tener otras entradas, de quién sabe qué procedencia, para poder mantener estas residencias.
Pero el tema, lo más importante, como en el caso de Ricardo Anaya, como en la flotilla de taxis del líder del PRI, es moral.
Vivimos en un país empobrecido. Donde cada día amanecemos, millones de mexicanos, más pobres. Más de 25 millones de conciudadanos no comen tres veces al día. La clase media es ya una clase muy pobre que no tiene dinero para llegar a fin de mes, que no puede pagar sus deudas. A toda esta realidad, espeluznante, hay que agregar a quienes perdieron todo por los sismos de septiembre.
Quienes se quedaron sin nada en la Ciudad de México, ahí donde viva la señorita Barrales, les han ofrecido un “crédito” de dos millones de pesos con intereses muy grandes. En Chiapas y Oaxaca miles de mexicanos tendrán la fortuna de volver a construir su casa con 120 mil pesos. Que es menos de lo que debe costarle, a la líder del PRD, vivir en Las Lomas cada mes.
Por lo tanto, el tema es moral.
Y como ya sabemos, lo ha demostrado en su larga carrera política, la señorita Alejandra Barrales sigue pensando que esto, la moral, es un árbol que da moras…
Esa es la confusión que viene sudando desde los 15 años…
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