Teléfono rojo
¿Sólo tuvo la culpa el terremoto?
A Luis Reséndiz, damnificado por el terremoto del 19 de septiembre, le interesa que se haga justicia para que puedan ser resarcidos los daños económicos mayúsculos que sufrió al perder su departamento de la colonia Portales que se desplomó esa tarde fatídica.
Ya pasó más de un mes de la tragedia y aún no sabe a ciencia cierta si la inmobiliaria que le vendió lo que era su departamento asumirá su responsabilidad por la caída del inmueble.
Le queda claro que no fue sólo la fuerza del sismo de 7.1 grados en la escala de Richter lo que provocó por completo que su inmueble se viniera abajo, que el terremoto no es el único responsable de la tragedia personal que lo afecta, que no se puede echar la culpa únicamente a la naturaleza de lo sucedido, que hay culpables con nombre y apellido, de carne y hueso.
Y, por ello, el desaliento no ha dejado de estar presente entre quienes perdieron departamentos por una macabra combinación: la fuerza del terremoto y la negligencia en la construcción de sus departamentos.
Los afectados van de un lugar a otro, llevan documentos con las autoridades para que procedan sus denuncias en contra de las constructoras de sus propiedades y, al mismo tiempo, presionan hasta donde pueden a los representantes de las inmobiliarias para que respondan por la mala calidad de los edificios.
Durante algunos días, los abogados de las constructoras e inmobiliarias dieron la cara a los afectados, pero en las últimas semanas prácticamente ha sido imposible encontrarlos para que respondan por los daños.
El edificio de avenida Emiliano Zapata, número 56, en la colonia Portales, no tenía más de 9 meses de construido por la empresa Canada Building Systems de México S. A. de C. V., pero a pesar de ser prácticamente nuevo se vino abajo con el terremoto.
En el lugar murieron dos personas. Un abogado de dicha compañía sólo se acercó a ofrecer condolencias a las familias de los fallecidos, pero se desapareció cuando los afectados trataron de exigir el pago de indemnizaciones por las personas muertas y por los daños económicos sufridos por los habitantes del lugar.
La empresa ofrecía en venta de los departamentos, como si se tratara no sólo de un inmueble seguro, sino con algunos adelantos tecnológicos para hacer más amable la vida de las familias que vivían en el Condominio San José, en 24 departamentos, ubicados en seis niveles.
El inmueble contaba con paneles solares sobre el techo para proveer de electricidad a los departamentos. Supuestamente se trataba de una construcción resistente, como lo presumía la empresa. La realidad era diferente, el material no tenía las especificaciones exigidas por las normas de construcción vigentes a partir del sismo de 1985.
Los rescatistas que removieron escombros en ese lugar dieron fe durante varios días que el material que retiraban era extremadamente ligero, endeble, como si se tratara de departamentos desechables, que sin embargo costaron alrededor de 2.5 millones de pesos cada uno.
Esta fue una sorpresa para Luis Reséndiz y otros de los sobrevivientes del terremoto, porque precisamente la empresa les había manifestado que los materiales de construcción utilizados en el edificio eran apropiados para resistir un sismo de gran intensidad: todo resultó una mentira.
La compañía Canada Building Systems de México S. A. de C. V., se limita a decir que el desplome del edificio fue provocado por un “evento fortuito”, que sobrepasó cualquier medida de prevención de la firma.
Los propietarios del Condominio San José sólo han podido hablar con un abogado de dicha compañía, de nombre Jorge Márquez, pero no encuentran en él ninguna solución. En el domicilio de la empresa, ubicado en calzada de Tlalpan 965-A, colonia Niños Héroes de Chapultepec, no encuentran a nadie que les dé una respuesta satisfactoria.
Así, van de un lado a otro, exigiendo la restitución de su pérdida y encuentran únicamente una respuesta necia por parte de una empresa evidentemente depredadora: “la culpa la tuvo el terremoto”.
No pararán en su objetivo de encontrar una solución, una respuesta a su solicitud de que se haga justicia, un camino que se abra para ellos, una respuesta que restituya su patrimonio seriamente afectado. No quieren que al terremoto de la naturaleza se sume el terremoto de la corrupción y la impunidad.