Escenario político
El ánima Sayula
Carlos Ravelo Galindo, afirma:
El viaje a Sayula y sus s recuerdos, nos comenta, muy breve, la doctora, escritora, periodista y admirada colega, doña Rosa Chávez Cárdenas. Nos dice que siempre es grato asistir a su tierra, Sayula. Vinieron soplos de memoria. Pero se olvidó del Anima de Sayula.
Gratos recuerdos de niña, cuando mi abuela Mariquita rezaba el Viacrucis en semana santa y todos los asistentes al templo la seguían. Recuerdo, que cuando vivía en Ciudad Guzmán, el viernes por la tarde me iba en camión a casa de la señora Esperanza González, de quien mis padres, muy amigos del “Indio”, así le decían a su esposo, recibían las invitaciones al rancho, siempre de tan buenos anfitriones, y nos reuníamos la muchachada a disfrutar ese frillito de Apango. Una de mis pasiones, el tejido, la aprendí mucho con doña Pera. Tejer es muy buena terapia y una buena fuente de negocio.
En esta ocasión el motivo de mi visita era y fue impartir la conferencia “El Rol de la Mujer en la actualidad” invitada por la Caja popular Tzaulan.
Ya en plan gourmet, comer lo típico de la región, me fui directo al Restaurante “Los Patios”, pedí unos taquitos de camarón, esos tan típicos de Sayula, (recuerdo cuando niña alguna vez visitando a las tías, Gala y Chole, fuimos al cerrito y llevaban los taquitos), años que no los comía, La mañana del sábado fui invitada por Claudia Lugo a desayunar unos tamalitos de ceniza, con salsita verde, faltaba más. Y el sábado por la tarde antes de mi regreso a Guadalajara, saboree una sopa de tortilla y unas enchiladas, esas que parecen taquitos dorados y de postre una cajeta.
El viernes en la conferencia, bueno la charla, porque la participación de las asistentes estuvo agradable, recordamos viejos tiempos, los privilegios que han tenido los hombres y que las mujeres nos hemos ganando poco a poco. Estaban contentas porque además de la plática recibieron regalitos, obsequios de los anfitriones, mis libros y unos aretes, cortesía de mi amiga de Joyas Cely, del Centro Joyero. Recibimos un obsequio con productos de la región, Cajetas Lugo, en sus típicas cajitas de madera, salsita de cacahuate y los ponches.
Entregamos como regalo a la Biblioteca “Olivia Ramírez de Yáñez”, la Enciclopedia de la Mujer, el mejor lugar para compartirla. La entregué a la Directora Blanca Cueto, espero les será útil. Pedro López, mi amigo desde hace seis años en que colaboro en el Periódico Tzaulan (invitada por Don Federico Munguía, que en paz descansa) me invitó un café, en una de esas casas viejas que ahora son negocios.
En la Plaza muy concurrida, lucían las Catrinas y la gente disfrazada por los eventos del día de muertos. En el lugar, se incorporó Lupita González y el pintor Francisco Brideño Delgadillo. Pernocté la noche del viernes, gracias a la Caja Popular Tzaulan, en el Hotel El Ánima de Sayula, una suite, con vista a los jardines.
Muy de madrugada escuché el canto de los gallos, y en el día tuve algunas consultas. Pero del ánima, nada. Regresé muy satisfecha, recargué el alma y el cuerpo, feliz de ver los frutos de la tierra, cómo se ha enriquecido la agricultura,( por todo el camino se ven invernaderos con las frutas de importación); De las berries, tan nutritivas, me traje varias cajitas. Algunos aguacates y unas deliciosas empanadas de cajeta. Me comparten que entre San Gabriel y Sayula con tanta actividad agrícola hace falta personal. En el trayecto No resistí tomar una foto del cerrito de Usmajac. Con su iglesia a lo alto, hasta parece una pirámide, rodeado de milpa dorada que espera la cosecha.
Disfruté el paisaje: el color chedrón resaltaba del maíz milo. Este alimento para los animales podríamos comerlo, tiene muchos nutrientes, pero solo nos acostumbramos al maíz blanco o amarillo. Manejé confiada, sin tolvaneras, con algunos kilómetros en donde la laguna tiene agua que le dejaron las lluvias.
De nuevo a la rutina con alegría en el corazón. Otro día, acaso, nos encontraremos, seguramente para impartir otra “charla”, en donde acaso nos hablará del Ánima de Sayula, que nosotros la conocimos en persona en el bar del hotel donde doña Rosa durmió. Y no se nos ha olvidado.
Es lo que le escuchamos a nuestra colega, con envidia de la buena.