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CIUDAD DE MÉXICO, 12 de noviembre de 2017.- Científicos del Instituto de Geofísica (IGf) de la UNAM y de la Universidad de Kioto instalan una red sismo-geodésica en el fondo oceánico, en la llamada brecha sísmica, que se extiende desde Acapulco hasta Papanoa.
De acuerdo a un comunicado, esto podría ser la antesala de una era instrumental en México que permita hacer ciencia y desarrollar sistemas de alertamiento altamente sofisticados. Además de la elaboración de mapas de peligro, los resultados proporcionarán información útil para diseñar o modificar los reglamentos de construcción.
A raíz de los sismos de septiembre pasado, el gobierno japonés ha seguido apoyando a nuestro país en la reconstrucción y prevención de nuevos desastres con fondos para estudios científicos pertinentes, indicó Víctor Manuel Cruz Atienza, investigador del IGf.
Así, en el marco del proyecto “Evaluación del peligro asociado a grandes terremotos y tsunamis en las costas del Pacífico mexicano para la mitigación de desastres”, que lideran la UNAM y la casa de estudios japonesa, las nuevas estaciones permitirán analizar mejor, y como nunca antes se había hecho en México, los procesos tectónicos para cuantificar el potencial sísmico de la brecha, en donde es probable que se origine un gran temblor.
De ese modo, subrayó Cruz Atienza, líder del proyecto por la parte mexicana, se abre la posibilidad de instrumentar no sólo ese segmento de la brecha sísmica de Guerrero, sino también su porción al sureste de Acapulco (epicentro del terremoto de 1957 y en donde podría ocurrir una ruptura importante), o en el Istmo de Tehuantepec, en donde también hay una brecha sísmica preocupante.
El investigador expuso que esta red de instrumentos es “anfibia”: una parte se ubica en tierra y otra en el mar (a profundidades de entre mil y cinco mil metros), y a la vez es sismológica y geodésica. En el fondo marino habrá siete sensores de presión hidrostática para observar deformaciones verticales de la corteza continental, dos sitios GPS acústicos para la deformación horizontal y siete sismómetros de fondo marino, que se sumarán a la red terrestre, compuesta de 14 sismómetros ultrasensibles y 33 GPS diferenciales.
La red, que quedará instalada en su totalidad este mismo año, es un esfuerzo de instrumentación sin precedente en México, en una zona en donde, según evidencia histórica, han ocurrido varios terremotos importantes –al menos siete– en los 20 años previos al último sismo en la región, que aconteció en 1911.
Si en la brecha sísmica de Guerrero –cuya distancia a la Ciudad de México es 150 kilómetros menor a la del lugar en donde se originó el sismo de 1985 (en Michoacán)– ocurriera un terremoto de magnitud 8, los efectos en la capital podrían ser devastadores. Estimaciones hechas por sismólogos sugieren que, bajo ciertas condiciones, las sacudidas podrían ser de dos a tres veces mayores que en 1985.
El experto detalló que los instrumentos sismológicos registran señales sísmicas de diferente naturaleza, es decir, ondas que se propagan en el interior de la tierra, como son sismos y tremores tectónicos. En tanto que las estaciones geodésicas permiten medir principalmente deformaciones lentas de la corteza terrestre, producto de procesos tectónicos en la región, con ayuda de sensores de presión hidrostática y sistemas de GPS en tierra y mar.
Los instrumentos serán llevados en el Buque Oceanográfico “El Puma”, de la UNAM, en una zona específica en donde previamente se realizó un crucero para determinar la batimetría detallada del fondo oceánico, y la composición de los sedimentos.
Cruz Atienza refirió que el proyecto ha tenido adelantos significativos en materia de prevención, mediante la interacción de expertos con comunidades como Zihuatanejo, con simulacros y material educativo para concientizar a la población ante la amenaza de tsunamis y terremotos.
Asimismo, se han desarrollado métodos específicos de inversión, que permitirán interpretar los datos que se registren en la red sobre los deslizamientos entre las dos placas, o bien, hacer la tomografía sísmica o reconstrucción de las cortezas continental y oceánica en esa región. De igual forma, se ha avanzado en el modelado computacional de terremotos y tsunamis. “Para fines de año tendremos un escenario de maremoto en Zihuatanejo, al menos preliminar”, anunció.
Junto con Yoshihiro Ito, profesor del Instituto de Investigación para la Prevención de Desastres de la Universidad Kioto y líder del proyecto por la parte japonesa, Cruz Atienza promueve que el gobierno mexicano apoye la instalación de una red de instrumentos cableados, sismómetros y sensores de presión en el fondo del mar, de tal forma que si hay un terremoto grande, y un levantamiento del fondo oceánico, se detecten inmediatamente para la alerta oportuna.
El universitario opinó que el Gobierno Federal, bajo la supervisión de expertos en telecomunicaciones, sismólogos y sociólogos, debe retomar la responsabilidad del alertamiento sísmico temprano, pues hay graves problemas en la legislación que “auguran desastres, porque permiten que iniciativas individuales de dudosa procedencia se hagan cargo de esa tarea. No debe haber múltiples alertas”.