El presupuesto es un laberinto
¿Y dónde están los despistados?
Dicen que en las próximas horas José Antonio Meade presentará su renuncia a la Secretaría de Hacienda para abrir más las expectativas de quienes lo ven ya como candidato del PRI a la Presidencia de la República.
Sin embargo, las declaraciones del Presidente Peña Nieto y su proclividad a contradecirse a sí mismo, dejan abierto un pequeño margen de duda por el que todavía podría colarse una sorpresa que cavaría más profundo el hoyo de la tumba que muchos auguran para el PRI en el 2018.
Puede que falten unas horas o menos, 5 semanas, para saber si en realidad es el abanderado priista, pero la lógica indica que es el único salvoconducto con que cuenta el tricolor para rescatar una nave que se hunde inexorablemente.
Ni la diáspora que ya se vislumbra en el tragicómico Frente “Ciudadano” por México salvará al PRI de la debacle si, como algunos dicen, la sorpresa consiste en lanzar a Aurelio Nuño como candidato, porque su primer enemigo serán los jóvenes y en particular, los universitarios.
De Osorio Chong se dice que desde el viernes pasado estuvo enterado de que él no sería el ungido, pero es difícil pensar que alguien hubiese creído en esa candidatura, en un país donde la seguridad interna es algo más que una piedra en el zapato.
No sabemos qué quiso decir Peña Nieto con aquello de los “despistados”, pero lo único que se ve en el análisis de corto plazo, es que el Presidente trata de mantener los hilos del control político, antes de que se le desboquen todas las caballadas.
Si de suyo se convirtió en uno de los Presidentes más impopulares de la historia ¿qué pasaría si se le desfonda el margen de respeto y lealtad que deben guardarle sus correligionarios a siete meses de la gran elección?
Entonces, pues, Peña Nieto sólo quiso, muy a su manera, enderezar los reflectores y el puente de plata que Luis Videgaray había tendido para Meade, aunque desde su comparecencia, dos semanas antes, los diputados federales ya mostraban su obsequiosidad con “el elegido”.
Pero no sólo han sido Videgaray o los diputados federales. En los círculos empresariales y en las alas de la derecha, acuciados por los propios medios de comunicación, ven a Meade como la figura más estable para una transición incierta en el país.
En la élite financiera esperan con inquietud este “destape”, tripulado por el dedo flamígero de Peña Nieto, preocupados por el crecimiento de un Andrés Manuel López Obrador que ha calibrado la estrategia al darse cuenta de que honestidad y moderación son la clave para ganar.
Meade y AMLO son los reales oponentes. De confirmarse esta dupla, el PAN de Ricardo Anaya tendrá que reconsiderar toda su estrategia porque entonces su candidato presidencial tendrá que ser, sin lugar a dudas, Miguel Ángel Mancera, si es que quieren tener un nivel de competencia real.
¿Por qué tal afirmación? Si observamos las reacciones de la opinión pública, algo que preocupa sobre manera a los mexicanos son los niveles de violencia e inseguridad que se vive en todo el territorio nacional, con un índice de ejecuciones, secuestros y asesinatos sin precedentes.
Si a ello le añadiéramos un tono bélico en el discurso, es obvio que la prédica de la ruptura y la venganza es lo que menos esperan los ciudadanos, pese a que ya son muchas las afrentas que han sufrido de parte de la élite en el poder.
Ni Meade ni Mancera tienen la figura, ni mucho menos la oratoria que postulen la agresividad como método para alcanzar los fines. El propio López Obrador, como decíamos, ha tenido que ajustar su prédica, para volver a sus orígenes y subrayar que su movimiento es pacífico.
Paz, mesura, reflexión en la toma de decisiones, son los sustantivos que se buscan, sobre todo en un ambiente tan adverso como el que se avecina, con un panorama económico-financiero que se descuadra no sólo por el TLCAN o el 2018, sino por los tambores bélicos que resuenan en el orbe.
Lo curioso es que, aunque renuncie Meade a la Secretaría de Hacienda, todavía no puede afirmarse que será por la candidatura del PRI a la Presidencia. Recuérdese que en estas horas también Agustín Carstens dejará el Banco de México y ese es otro alfil en el ajedrez de Peña Nieto.
Pero, sea como sea, insistimos, para el PRI no hay mucho margen de maniobra. La lógica en el ajedrez o el dominó es que José Antonio Meade sea su candidato para que no se les atore la mula. De lo contrario, todo el mundo se referirá al PRI: ¿Y dónde están los despistados?