Abanico
Tres meses en el abismo
Siguen en las calles por dos motivos diferentes, pero igual de trágicos: primero, porque esta se convirtió en su casa; no había de otra que acostumbrarse a vivir en ella y, segundo, porque en los lugares públicos han encontrado la única manera de expresarse y de exigir a los gobernantes que conviertan sus discursos en acciones reales, que les den respuestas y no promesas.
A tres meses de ocurrido ayer el primer sismo de grandes proporciones que azotó a una importante extensión del país, muchos de ellos se sienten desalentados, enojados, decepcionados, pero no derrotados, todavía tienen mucho que pelear para lograr que los gobiernos estatales y federal den una respuesta su petición de que la reconstrucción de casas, escuelas e inmuebles para beneficio público, se cumpla.
Los terremotos del 7, 19 y 23 de septiembre y las miles de réplicas que se presentaron después, les cambiaron la vida, los dejaron a muchos de ellos sin familia, sin un lugar en donde vivir, sin escuelas, sin mercados, sin carreteras, sin centros de salud, hasta sin iglesias. Llevan tres meses en el abismo y quieren encontrar la manera más rápida de salir de él.
Muchos de ellos, ya eran damnificados de la vida, porque vivían una situación complicada, muchos de ellos de pobreza, pero los terremotos les arrebataron lo poco que tenían. Quedaron sin casa y muchos de ellos, sin trabajo, peor, imposible.
La situación en que se encuentran los ha hecho salir a las calles de las ciudades más afectadas por los terremotos de septiembre y su protesta ha adquirido múltiples facetas, hasta el 4 de noviembre, una marcha de personas disfrazadas de zombis, demostración urbana de capitalinos que gustan de esta clase de personajes, ahora lo hizo alrededor del Monumento a la Revolución para demostrar su apoyo a los damnificados por los terremotos. Surrealismo puro.
Y hay preguntas que no tienen respuesta: ¿Cuándo se iniciará la construcción de viviendas que prometieron las autoridades estatales y federales? ¿En dónde están los millones de dólares que donaron personas y organizaciones internacionales para la reconstrucción? ¿Por qué las autoridades quieren convertir en deudores a quienes deben recibir el apoyo gubernamental, especialmente cuando instituciones nacionales y extranjeras canalizaron recursos económicos ex profeso para que fueran empleados en la reconstrucción? ¿Por qué…? ¿Por qué…?
“El dinero que aportaron y nuestros hermanos del mundo, no fue para hacer negocio y cobrar intereses por créditos. Queremos reconstrucción”, se lee en una manta de manifestantes del complejo habitacional Girasoles, uno de los más golpeados en el sismo del 19 de septiembre, que se ubican frente al Senado de la República para pedir que con el dolor de los damnificados no se concrete un latrocinio, como ha ocurrido hasta el momento.
Francia Gutiérrez Hermosillo, representante del grupo Damnificados Unidos de la Ciudad de México, indica que del fondo federal por dos mil 500 millones de pesos destinados para la reconstrucción, sólo mil 500 millones se contemplan para la capital de la República.
El grupo mencionado presentó ayer a la Comisión de Presupuesto y Cuenta Pública de la Asamblea Legislativa del Distrito Federal una propuesta para incrementar, transparentar, registrar y ejercer los recursos para la reconstrucción de los inmuebles dañados.
Destaca que no es suficiente el presupuesto diseñado para la reconstrucción, además de que no tiene certeza en su origen y aplicación, además de que existe el riesgo de su dispersión en acciones no vinculadas a las tareas urgentes que deben resolverse por los sismos del 7, 19 y 23 de septiembre.
Menciona que hay inconsistencias en los presupuestos diseñados e incluso se manejan varias cifras que se destinarán para la reconstrucción, lo cual genera confusión. Se mencionan partidas presupuestales que van de 300 millones de pesos a mil 500 millones
Proponen que se adhiera una clave en la dictaminarían del Decreto de Egresos de la Ciudad de México para el Ejercicio Fiscal 2018 para que además de mil 500 millones de pesos derivados del Fondo de Reconstrucción para Entidades Federativas, previsto en el presupuesto de egresos de la Federación para 2018 y de 100 millones de pesos para el Fondo de Atención a los Desastres Naturales en la Ciudad de México, se influyan las donaciones nacionales e internacionales y las transferencias por parte del Gobierno Federal, lo que transparentaría el uso de cada peso.
En otras ciudades, el descontento de los damnificados es el mismo, en Jojutla, Morelos, la zona centro, la más afectada por los terremotos, sigue pareciendo zona bombardeada. Ni siquiera el palacio municipal se salvó de la hecatombe.
La zona que afectaron los terremotos no sólo fue habitacional, sino comercial, en una comunidad morelense, cuyos ingresos se derivan casi en su totalidad del comercio, lo que provocó no sólo problemas en el abasto de productos de primera necesidad, sino desempleo por los numerosos negocios, en su mayoría micro y pequeños, que desaparecieron.
En muchas ciudades de Oaxaca y Chiapas las cosas no son mejores. En estos estados, los sismos acabaron con aproximadamente 85 mil viviendas, con por lo menos mismo número de familias que aún permanece en la zozobra. Aunque muchos oaxaqueños y chiapanecos encontraron acomodo entre familiares, a tres meses de los primeros sismos, aún las tiendas de campaña siguen siendo sus hogares.
Todo ello, sin considerar los miles de escuelas que se desplomaron o aquellas que están cerradas, por los daños tan graves que sufrieron o los hospitales y clínicas de estos estados y de Puebla, Morelos, Estado de México y Guerrero, que quedaron sin funcionar cuando más se les requiere.
Solucionar los problemas que sufren los damnificados exige respuestas más claras, no sea que los damnificados sean doblemente dañados, primero por los sismos y después por la corrupción y la indolencia de las autoridades y de la sociedad.