Abanico
Sin vacaciones ante la guerra por venir
Hasta el presidente vacaciona.
Enrique Peña Nieto formalmente toma vacaciones desde el 22 de diciembre y hasta el 5 de enero. En realidad encabeza la reorganización de su partido y gabinete para retener el poder.
Cordial, menos superficial y más preparado de lo que pudiera derivarse de la observación de su comportamiento público a partir de sus bromas y errores, Peña transita hacia la parte final de su sexenio con el desafío de legar el poder a un integrante novísimo de su partido.
Con un candidato mediano, una pésima imagen del partido de acuerdo a los negativos que todas las encuestas muestran, un contrincante experto y resultados apenas regulares sin considerar la seguridad que desbalancea negativamente todo su gobierno, Peña enfrentará su mayor desafío contra Andrés Manuel López Obrador.
Ha presumido, no sin razón y no con toda la que debería ser legítima, ser muy bueno en ganar elecciones, cumplir compromisos, no guardar rencores y tener amigos muy importantes y mantenerlos antes, durante y después de la Presidencia de la República.
No importa si es verdad o no que cumplirá si acaso el 60 por ciento de su inicial oferta de gobierno presentada en 2013, no importa el deterioro del poder adquisitivo cercano al 40 por ciento en los segmentos populares o la devaluación similar en porcentaje del peso contra el dólar e incluso los indicadores de inseguridad más bajos de los últimos veinte años.
El fracaso es la derrota electoral y no la incompetencia de gobierno.
El éxito verdadero de su sexenio será la demostración de la capacidad de conservar el poder.
Las vacaciones de Peña no lo serán. Dispuesto a operar y dejarse operar como coordinador del intento del PRI de conservar el poder, el presidente Peña y su partido preparan una desintegración estratégica de la capacidad de su oponente principal.
Preparémonos para presenciar lo que intuimos claramente: la guerra electoral más sofisticada de que tenga memoria el propio PRI en su turbulenta historia.
confianzafundada.mx