Corrupción: un país de cínicos
Nuestra frágil Nación (Dos y fin)
Carlos Ravelo Galindo, afirma:
La vida para Joel Roberts Poinsett en Buenos Aires se le hacía cada vez más y más insoportable, humillado cada día por la supremacía de los ingleses. Algo oyó en las reuniones a las que asistía sobre Chile y apoyado en la comunicación de Monroe, cruzó los Andes con destino a Santiago en el mes de noviembre de 1811.
Nos recuerda también el médico Fernando Calderón Ramírez de Aguilar que llevaba en su bolsa el nombramiento de Cónsul General de Estados Unidos de América que le había otorgado el presidente Madison. Cargado de esperanzas hace su entrada en la capital, en donde José Miguel Carrera, destinado a ser unos de los grandes amigos de su vida, se encontraba al frente de la Junta Chilena.
Al abandonar Buenos Aires dejó escrita su sentencia futura en donde dice “Toda la América del Sur se separará de la Madre Patria, ya han cruzado el Rubicón”.
En Chile, aunque había sus detractores, fue bien recibido por la Junta Chilena en presencia del pueblo y del ejército. Era el primer diplomático extranjero acreditado ante el gobierno del naciente país. Su éxito sólo puede compararse con el que tendría años más tarde en México. Carrera se convirtió en su discípulo y admirador; ahí sí pudo poner en marcha sus planes ambiciosos contra Inglaterra, contra España y contra Europa en general.
Incitó a los dirigentes chilenos a separarse de la Madre Patria. Chile adquiere ya una personalidad propia, diseña una bandera nacional y trata de que la independencia se realice en la misma fecha de la independencia de Estados Unidos de América.Se redacta también una constitución política para la República de Chile, desde luego en casa de Poinsett y con su consejo para que fuera parecida a la de los estadounidenses retirando el derecho al patronato eclesiástico, a sus instancias. Ahí será llamado en adelante como el Gran Chileno.
El día que Carrera cae, Poinsett pierde toda influencia y retorna a Estados Unidos de América vía Argentina en donde es mal recibido, pero permanece un año. Parte a Charleston en 1815. Ahí ya se le considera un experto en los asuntos sudamericanos y su gobierno empieza a pedirle consejos. Funge como diputado local en Carolina del Sur y posteriormente como congresista de la Unión.
En 1822 viajó a México en misión ultra secreta para conocer la situación política del país bajo el imperio de Agustín de Iturbide quien le había negado la entrada porque pensaba que la intención de Poinsett era la de establecer un gobierno republicano en México.
Sin embargo, Antonio López de Santa Anna le permitió entrar por Veracruz y le proporcionó una escolta para trasladarse a la capital. Una vez establecido, empieza a informar rigurosamente el estado que guarda el gobierno mexicano en lo político y lo hacendario, así como acerca del funcionamiento de las nacientes instituciones. Hábilmente se relaciona con gente de todas las clases sociales y obtiene información valiosísima, misma que de manera minuciosa envía constantemente a su gobierno.
En algún momento destaca la inmoralidad, tanto de los mexicanos como de su emperador y, sobre todo, de sus mujeres, de las que dice con malicia que siempre son las más fieles, pero con el amante en turno.
Destaca su antipatía por ellas y su costumbre de fumar. Dice que a los mexicanos hay que educarlos y distribuirles la tierra para que realmente la trabajen antes de que se puedan considerar un pueblo libre.
Por viva voz de Iturbide Poinsett se entera de que sus arcas estaban vacías y, por ende, el gobierno en quiebra, razón por la que era probable su caída rápida e inminente, lo que siempre pasa cuando no se puede mantener a la soldadesca.
Rápidamente le informa a su gobierno de esto por su grave importancia y por la oportunidad que se presentaba para hablar de la posibilidad de que los angloamericanos ensancharan sus límites territoriales, así como anteriormente habían comprado la Luisiana y tomado la Florida. Alamán los denomina “Men with black brains”.
Poinsett logra la devolución de capitales estadounidenses que habían sido por tomados Iturbide. A todo esto ayuda la revolución republicana realizada por Santa Anna. Cumplida su misión encubierta, Poinsett parte para La Habana con rumbo a su país.
John Quincy Adams conocedor de la gran experiencia de la que era portador Poinsett, en mayo de 1825 lo nombra ministro plenipotenciario y dirige una carta que juzgo hipócrita como todo lo que hacen los estadounidenses: “To Our Great and Good Friends of de United Mexican States. En ella describe el ceremonial que deberá ser empleado el día de su recepción indicando que su gobierno tendría razón de queja si se le recibiera en un plano inferior al de los enviados europeos. El día 1 de mayo es recibido en audiencia especial por Don Guadalupe Victoria. Contra lo que Poinsett esperaba, sólo recibió del presidente una bienvenida fría y cortes, cuyo tono atribuyó posteriormente a la influencia que el ministro Alamán ejercía sobre Don Guadalupe. No podía ocultar su disgusto por el tratado comercial que Alamán había celebrado con los ingleses.
Como acostumbran, este angloamericano mentía sobre un nuevo tratado, ya que Alamán sólo pedía que se establecieran con claridad los límites del Tratado Adams-Onís (algunas veces denominado Florida Purchase Treaty o Tratado de La Florida). Sin embargo, Poinsett afirmaba que México aceptaba un nuevo tratado. Así de infame y calumniador era este señor que trataba de obtener más territorio para su país siempre insatisfecho. Aclaró sus pretensiones y ofreció al gobierno mexicano un millón de pesos por la cesión de Tejas. Llegó a aumentar la oferta hasta cinco millones. Don Lucas Alamán defendió a la patria y esta defensa le costó su salida del Ministerio de Asuntos Exteriores e Interiores.
Poinsett se lava las manos. Atribuye esta salida a un conflicto entre Alamán y el embajador Ingles, cosa que es una vulgar mentira. Pero había otras formas de lograrlo para estos maestros del arte de la simulación al aposentar familias en los lugares que deseaban tomar y fomentando luego su insurrección. Siempre han sido muy hábiles para lograr su supuesto destino manifiesto. Esto lo cabildeó a través de Lorenzo de Zavala, y logra aposentar familias que después crearían los graves problemas de pertenencia de la tierra y los límites de las fronteras.
Pero la voracidad sin límites de Poinsett lo llevó a mayores acciones: formó banderías y las puso a pelear para sacar provecho del rio revuelto y emprendió la vigorización de las logias masónicas yorkinas para oponerlas a la logia escocesa, ni anticlerical ni antiespañola, fundada por Manuel Codorniu, Médico del virrey Juan O´Donojú, mientras que los yorkinos tendían al liberalismo radical. Poinsett fue el principal promotor de la formación y legalización del rito de York, ya que siempre seguía la sentencia de divide y vencerás.
Los escoceses empezaron a crearle problemas y desataron una antipatía popular sobre Poinsett. Pidieron su expulsión del país, pero éste preparó el Motín de la Acordada para apoyar a Vicente Guerrero. Este a pesar de su honradez y popularidad no logra formar un gobierno estable, pierde influencia, el pueblo lo rechaza vehementemente, y sale del país el 3 de enero de 1830.
El libro de Poinsett con notas sobre México sirve de inspiración a la estrategia para la invasión estadounidense y el mayor despojo que haya sufrido país alguno. Además, por su afición a la botánica se lleva de México una preciada flor oriunda de nuestra patria que los aztecas usaban como flor curativa, la flor de nochebuena, y tiene el cinismo de ponerle su nombre así, en el país del norte se llama poinsettia o poinsettina.
A causa de la tuberculosis que siempre padeció, Poinsett murió el 12 de diciembre de 1851 en su plantación de Georgetown, Carolina del Sur. ¡Si nosotros somos los arquitectos de nuestro propio destino como quieren hacernos creer, que nos lleve el diablo, y que se abran de par en par las puertas del infierno para que en multitud podamos pasar! Como nos pasa con estos gobiernos.
Por eso el título de “nuestra frágil Nación”