Contexto
Tom Brady se queda sin balón
La encuesta de El Financiero publicada este martes contribuye a exhibir, no solamente que Andrés Manuel López Obrador lleva una cómoda delantera sobre sus adversarios, sino que permanece como el precandidato con menos negativos y, con ello, obliga al PRI y al PAN al ajuste interno y externo de sus equipos y campañas.
En el PRI ya sugieren la sustitución de algunos de sus operadores de primera línea. Como ellos, también en el PAN se enfrenta una lucha con elementos de angustia, inconsistencia y desesperación por el segundo lugar mientras no parecen capaces de generar una presencia tan consistente como para disputar verdaderamente al puntero.
En la percepción general, medida y ejemplificada con las propias encuestas, panistas y priistas se concentran en su disputa mutua.
En cierta forma, se comportan como Tom Brady en el último cuarto del Superbowl perdido contra las águilas de Filadelfia al momento de la intervención de Brandon Graham con el número 55 en el jersey.
El PRI y el PAN tal vez no se dan cuenta que ya no tienen ‘balón’ en la mano para anotar, se lanzan pullas sin tener la probabilidad de integrar de manera creíble su proyecto de gobierno y de generar simultáneamente alguna emoción favorable en las audiencias distintas de sus votos duros.
Como Brady, esos partidos políticos parecen estar realizando un acto inercial de un mariscal de campo que hace el ademan de lanzar un balón cuando ya no lo tiene y la pelota y todo el Superbowl van camino al suelo o a las manos de los contrincantes.
Pelean solamente el segundo lugar, no por la anotación nacional. Como en la actitud política consistente en subordinar intereses trascendentes de la transformación o mejora del país –hacia condiciones de igualdad, Estado de Derecho y eficiencia en la administración púbica–, esos dos partidos y sus aliados no pelean por el primera magistratura sino por su porción del poder nacional.
Y sin duda obtendrán su sobrevivencia en medio de un mar de incongruencias ideológicas y programáticas, para no hablar de prácticas punibles recientes y actuales.
Eso no releva a AMLO de la oportunidad de mejorar sus respuestas a la crítica. Por ejemplo la dada este día a dos editorialistas prestigiados de Reforma a quienes incluye simplemente entre las plumas de «la mafia del poder» pudiendo haber dirigido un gesto de cortesía que hubiera podido concederse a sí mismo el puntero preelectoral.
En esta semana, Ricardo Anaya fue visto en videos antiguos reconociendo el perfil de José Meade y el dirigente nacional priista, Enrique Ochoa Reza, conecta un hit interno-externo al recordarlo; al mismo tiempo, el PRI venía de suponer al PAN como compañero de viaje. Ahora no puede identificar claramente cuál segmento del panismo es capaz de atender que su enemigo mutuo es AMLO, cuál es exactamente su aliado en la campaña que iniciará en dos semanas y cuál es su parte relativamente neutra.
Anaya recibe de Proceso un golpe periodístico sobre la combinación de sus intereses inmobiliarios, familiares, partidistas. Niega los datos de la publicación y al mismo tiempo es acusado de «simulación» por el marido de la principal aspirante ex panista a la presidencia y pareja del ex titular de la primera magistratura.
Acción Nacional parece más dividido que nunca como el PRI más lejos de la probabilidad real de hacerse nuevamente del poder nacional, sigue en tercer lugar según la encuesta de El Financiero.
Un mercado de negociadores, cuerpos de vencidos que hacen real politik y que reciben presupuesto público pero saben que el poder ha comenzado a transitar a otro bloque, se agolpan con descaro o con discreción, hacen hervir la etapa final de las precampañas y se preparan para tener un plan B en la velocísima contienda formal que se acerca.
Este domingo de Superbowl, Tom Brady perdió –le arrebataron– el balón en la antesala de la derrota ante las águilas de Filadelfia. Pero, como si no supiera que ya no lo tiene, siguió en el gesto de lanzar con la mano vacía un balón inexistente.
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