Descomplicado
CIUDAD de MÉXICO,. 7 de febrero de 2018.- El día que el cardenal Carlos Aguiar Retes fijó como el inicio de su gobierno al frente de la Arquidiócesis de México no fue sólo una feliz coincidencia; él mismo reconoce, que tras recibir el anuncio del papa Francisco para promoverlo de la Arquidiócesis de Tlalnepantla a la sede primada del país, pensó en el 5 de febrero, día en que se conmemora al protomártir mexicano, san Felipe de Jesús, y en que se celebra también la promulgación de la Constitución Política de México postrevolucionaria de 1917.
Ese es el primer mensaje que el nuevo arzobispo envía: el acento de un ministerio que exige un gran sacrificio y que debe ejercerse sobre la piel de la realidad del país. Una realidad que no a todos gusta pero que sería un error eludir o maquillar. El propio Carlos Aguiar no dejó esta interpretación al aire y, en la Catedral de México, tras la profesión de fe y juramento de fidelidad, expresó quizá el más esclarecido mensaje sobre el camino que emprenderá en su estilo de gobierno: “La dimensión festiva de nuestra Constitución me ofrece poner en práctica, para bien de nuestra sociedad, los derechos humanos universales, y en especial uno de ellos, la libertad de religión […] La convicción religiosa o de la fe, motiva y orienta la conducta personal del ciudadano, que lo lleva a organizarse con otros para un bien social, y la Constitución establece el marco legal indispensable para la conducta social”.
En ese primer discurso, Aguiar Retes puso un segundo acento a la figura del arzobispo primado para con el país y con América Latina (hay que recordar que entre 2006 y 2012 fue presidente de la Conferencia del Episcopado Mexicano; y entre 2011 y 2015, presidente del Consejo Episcopal Latinoamericano). El cardenal reconoció el impacto de la capital del país al que llamó: “principal modelo y polo de desarrollo y transformación social y cultural”; y fue muy claro con el papel que le corresponde al liderar a la Iglesia particular de la megalópolis: “Lo que sucede aquí repercute en el resto de la nación; y lo que sucede en la provincia, para ser tenido en cuenta, necesita, la mayoría de las veces, ser manifestado en la capital […] Soy consciente de la gran responsabilidad que en este contexto tiene la labor eclesial, que al igual que la ciudad, lo que se haga o se deje de hacer, repercute en el resto del país”.
El horizonte, sin embargo, no es sólo el país; los invitados a los actos de inicio de ministerio dieron una muestra del guiño latinoamericano y universal que el episcopado de Aguiar quiere dar. La presencia de los nóveles cardenales de una de las regiones del mundo considerada por la catolicidad como “el continente de la esperanza” y que hoy es la referencia cultural y pastoral del papa Francisco, es un gesto del potencial que México y, en particular su ciudad capital, puede aportar a la nueva evangelización.
Carlos Aguiar Retes, se ha insistido, es un cardenal de gran cercanía al pontífice argentino; quedó claro con la presencia de estos purpurados creados por el papa Bergoglio y porque en su primera homilía, como custodio del ayate original de la Virgen de Guadalupe en el Tepeyac, el arzobispo trajo a cuenta al pontífice Francisco en cinco ocasiones. Aguiar recoge de Francisco no sólo la comunión con Roma sino la adhesión a la visión de Iglesia “en salida”, “pobre y para los pobres” y “misericordiosa”; y a la puesta en marcha de la “gran renovación”, la “revolución de la ternura” y la “reforma de las actitudes”.
Esas son las convicciones del nuevo primado de México; distan en estilo con las del arzobispo saliente, el cardenal Norberto Rivera Carrera, quien al entregar la grey dijo a su sucesor: “La Arquidiócesis de México […] se ha enfrentado a una mentalidad mundana que quiere imponerse como una dictadura del relativismo y la inmoralidad”. Aguiar Retes, tanto en la Catedral como en el banquete ofrecido para el inicio de su ministerio, ha puesto el sujeto de la Iglesia en primera persona, recordando sus orígenes, agradecido con su familia y con quienes ha coincidido en su periplo eclesial, nombra a los pontífices postconciliares como los artífices de la ruta en la que él ha andado y en la que cree.
Este es el tercer acento que Aguiar Retes propone para su gobierno pastoral en la Iglesia capitalina y, anticipándose a quienes seguramente preguntarán cómo pondrá en marcha esto, el propio arzobispo responde esto en la entrevista que concedió a la comunicadora Marilú Esponda: “Los cambios deben ser los siguientes: abandonar las prácticas de una Iglesia autoritaria, para ser una iglesia sinodal; dejar de ser una Iglesia en la que se decía qué hacer, para ser una Iglesia en la que se abran los espacios a fin de aportar al bien común lo que hay dentro de cada uno de nosotros, compartirlo e ir tomando decisiones juntos, en los distintos niveles de la vida de la Iglesia”.
¿Qué tan pronto logrará Aguiar Retes estos cambios en una iglesia que ha trabajado con un mismo modelo desde hace más de dos décadas? El cardenal no aventura a poner un plazo, pero en su primer día en la sede primada dejó muy en claro sus prioridades como pastor.
@monroyfelipe