Alfa omega
Narrativas políticas para una catástrofe
No importa cuánto lo maquillen, la verdadera construcción electoral para la presente campaña se reduce a un solo objetivo: “cimentar estructura”. Los liderazgos políticos que legítimamente contienden por los principales puestos de elección popular se han armado de un alucinante tinglado donde caben todos los absurdos con tal de que, bajo esa informe techumbre, convivan los operadores más astutos para garantizar: promoción, movilización, organización, vigilancia y defensa (legal o meta legal) de los votos en cada distrito y ante las autoridades electorales; así como las atractivas posiciones en una posterior negociación de fuerzas de poder.
Esto es lo que se derrama bajo la evidencia de las decisiones que cada liderazgo político ha tomado mediante alianzas, coaliciones, sospechosos acuerdos, intercambios de siglas partidistas y demás inverosímiles invitaciones. Sin embargo, a la par de esa construcción de monstruos informes, los candidatos trabajan en la historia que desean sembrar en la mente colectiva de los potenciales votantes. Y es la ‘narrativa política’ (hoy llamada así por la moda de la comunicación política) la mejor herramienta para construir ideas en un sector muy codiciado por los partidos y liderazgos políticos: los votantes indecisos.
Frederick W. Mayer, profesor en Políticas Públicas en la Universidad de Duke, en su libro “Narrative Politics” se pregunta porqué hay tanta recurrencia a las historias cuando se trata de alcanzar objetivos políticos como la adhesión, el voto, el reclutamiento o la movilización. Mayer concluye que los relatos operan a nivel emocional: “En realidad, es ilógico para la gran mayoría de las personas el preocuparse por el cambio climático porque su impacto se sentirá mucho después de que hayamos partido. Pero la razón por la cual la gente se preocupa es porque hay una narrativa, una historia, en la que nosotros impedimos la tragedia. Esa empatía, esa emoción, mueve a la acción y a la toma de decisiones”.
Volvamos al contexto electoral mexicano. Tanto los candidatos de las megaestructuras pertidistas como los candidatos nominativamente independientes (con estructuras menos evidentes pero funcionales) comparten la misma narrativa política con la que desean convencer a los indecisos: “impedir la tragedia”.
Por ello no es raro que, a través de exageraciones delirantes, políticos, politólogos y hasta periodistas, afirmen sin ruborizarse que “estamos frente a las elecciones más importantes para la historia de México”. Cuando, si nos serenamos en objetividad, lo más importante para nuestra democracia es que en seis, doce o dieciocho años sigamos teniendo procesos electorales y que la ciudadanía cuente con mecanismos funcionales para evaluar, responsabilizar y acotar a los representantes populares electos en cualquier momento de su servicio.
No es raro (y seguramente crecerá la intensidad) que se opte por la narrativa facilona de que tal o cual candidato es sinónimo de la catástrofe, que tal o cual partido o alianza es la representación de la hecatombe, que no hay futuro posible si se elige al equivocado pero que todos los triunfos y parabienes se alcanzan optando por el falso modesto. La narrativa política elegida para estas elecciones se sintetiza: “Mientras más grande el monstruo, más audaz parece el héroe”.
Es evidente que las historias (aunque no sean sino disparates de fanáticos) no son malignas ni perversas por sí mismas; son sólo historias que pueden o no convencer en la profunda emotividad a los destinatarios. Sin embargo, sí es importante alertar a los ciudadanos, más en medio de una contienda política, que muchas veces estas historias son las armas que los políticos usan para intentar manipular las emociones de aliados y contrincantes.
Las elecciones no son el umbral ni del infierno ni del paraíso prometido, no se trata de un cedazo donde se ciernen todos los triunfos y todas las tragedias; son un proceso donde se encuentran imbricadas muchas instituciones y aspiraciones donde nos debe preocupar mucho más cómo se amalgaman y bajo qué oscuros acuerdos se levantan esas “formas sin conformar”. Estas estructuras metapolíticas donde sin coherencia de las historias personales ni las siglas de ninguna ideología o proyecto se arman ‘coaliciones’ al alimón, sin duda posicionan ya a los verdaderos ganadores de ese territorio que los políticos se empeñan que veamos como el cataclismo cuando aquellos ya han fincado una oficina de tributos.
@monroyfelipe