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CIUDAD DE MÉXICO, 24 de febrero de 2018.- En días recientes la Cancillería de la Arquidiócesis de México emitió un comunicado en el que advirtió a la comunidad arquidiocesana sobre la existencia de un libro puesto en circulación, titulado Para sanar, liberar y exorcizar: 20 años de experiencia, escrito por el sacerdote mexicano Pedro Sánchez Acosta y María Teresa Ochoa Rodríguez, cuya publicación, en 2017, corrió a cargo de la Biblioteca de Autores Cristianos, con sede en Madrid, España.
De acuerdo al Sistema Informativo de la Arquidiócesis de México, dicho material de lectura “contiene graves errores doctrinales”, mismos que fueron revelados por el director para la Doctrina de la Fe del Arzobispado de México, padre Rogelio Alcántara, quien ahora habla en entrevista sobre el tema.
El sacerdote explicó a Desde la fe que quien solicitó el análisis del libro fue el propio cardenal Norberto Rivera Carrera, cuando fungía aún como Arzobispo Primado de México, e inmediatamente se llevó a cabo un estudio a fondo para dictaminar si se apegaba a la Doctrina Universal de la Iglesia.
“Es muy frecuente que a esta Comisión lleguen este tipo de peticiones por parte de obispos, para el análisis de materiales de lectura de carácter religioso. En este caso, cabe señalar que el libro contaba con imprimatur –aprobación oficial de la Iglesia respecto a una obra–, mismo que se le otorgó sin haberse llevado a cabo una debida revisión. El Derecho Canónico impide publicar libros y oraciones para uso público o privado sin licencia del Ordinario local, que en este caso era el cardenal Rivera, toda vez que el padre Sánchez Acosta brinda sus servicios en la Arquidiócesis Primada de México”.
En este sentido, señaló que ni Rivera Carrera, ni el cardenal Carlos Osorio Sierra, que era la otra autoridad de la Iglesia que podía haberle dado e aval –en tanto que la editorial tiene sus oficinas en Madrid–, concedieron licencia a este libro para su publicación. “Quien la otorgó fue el Obispo Felipe Padilla Carmona, de la Diócesis de Ciudad Obregón, Sonora. Ahora bien, para fray Pedro Sánchez Acosta aplica un tercer Canon, pues los miembros de institutos religiosos necesitan además la licencia de su Superior Mayor; pero tampoco este documento aparece en el libro. Además, la ‘licencia’ que presenta la obra fue concedida en 2015, dos años antes de haber sido publicada, lo que hace suponer que en la Diócesis de Obregón no se hizo una adecuada revisión de su contenido”.
Por otra parte, el padre Rogelio Alcántara refirió que dicho libro fue presentado tanto en el auditorio del Arzobispado de México como en un espacio para conferencias de la Universidad Anáhuac. “Desconozco la razón por las que estos espacios fueron prestados para la presentación de este libro; habría que preguntárselo a las personas que los administran, pero quizás tuvo que ver el hecho de que fue publicado por la Biblioteca de Autores Cristianos, eso debió haber contado para que se abrieran estos lugares a sus presentadores, dejando de lado el discernimiento de la obra. Lo cierto es que presentar algo en estos auditorios, así como en librerías católicas o parroquiales, puede llevar a las personas a creer que se trata de una obra que se ajusta a las enseñanzas de la Iglesia”.
Externó que todo libro católico necesariamente debe basarse en las fuentes de la Revelación, en la Sagrada Escritura y la Sagrada Tradición, así como en los Padres o Doctores de la Iglesia; en el Magisterio de los pontífices y en el magisterio bimilenario de la Iglesia, como por ejemplo en el Catecismo y en los documentos que distintas Congregaciones Romanas o Consejos Pontificios hayan emitido sobre el tema de interés. “Tanto en el tema de los exorcismos como en muchos otros es peligroso construir un edificio doctrinal sin los fundamentos sólidos de la auténtica fe, y más cuando se desea difundir una enseñanza tan importante a través de un libro”.
Alcántara expresó que si alguien cree que tiene ideas geniales, y a partir de ellas desea escribir una obra que piensa que puede ayudar a profundizar en la fe, debe someterse humildemente a la autoridad competente de la Iglesia, ya que de lo contrario se corre el peligro de ofrecer a los lectores “novedades” que se salen del marco de la enseñanza católica. “A diferencia de otras denominaciones cristianas, la Iglesia Católica goza de un Magisterio, instituido por el mismo Jesucristo, que asegura una comprensión de las verdades de fe, en continuidad y armonía doctrinal en el tiempo, según los distintos retos que se van presentando”.
Externó que en la actualidad existe una fiebre por supuestas revelaciones privadas, que algunas personas dicen haber recibido y desean publicar, las cuales también deben ser sometidas a juicio de la Iglesia para que se analice su presunta sobrenaturalidad. “Es decir, nadie puede tener la certeza de que recibió un mensaje sobrenatural si la Iglesia, que es Madre y Maestra, no afirma, a través de sus órganos competentes, que aquello es algo sobrenatural; de lo contrario, las personas pueden engañarse a sí mismas, y hacer creer a otras algo que no es. Además, los fieles deben saber que ninguna revelación privada, incluso si es auténtica, puede aportar algo nuevo a la Revelación pública que Jesucristo nos ha dejado para nuestra salvación, así como tampoco se puede equiparar con la enseñanza del Magisterio de la Iglesia”.
En lo que respecta a la premisa que establece el libro Para sanar, liberar y exorcizar: 20 años de experiencia, sobre la llamada “sanción del árbol genealógico”, que asegura que un pecado personal se transmite a los hijos por la vía de generación, el P. Rogelio Alcántara apuntó que es un tema que está muy en boga, y no sólo aparece en este libro, sino en otro de un sacerdote africano llamado Joyefu. “Se refieren a un proceso ancestral que consistiría en que la pena debida resultaría en algún tipo de sufrimiento para los hijos hasta la satisfacción de la misma; o bien, que los pecados actuales pueden pasar a los ancestros. Sin embargo, es muy fácil demostrar la falsedad de estos preceptos”.
Sobre lo anterior, señaló que basta con tener un poco de sentido común para darse cuenta de que el planteamiento no tiene ninguna cuadratura. “Es decir, según el supuesto que manejan, para que alguien ‘sanara’ bien su árbol genealógico, tendría que realizar una investigación de cada uno de sus antepasados hasta llegar a la primera pareja humana; de lo contrario, no estaría ‘liberado’ del ‘daño ancestral’. Los mismos autores de la obra se dan cuenta de esta inconsistencia, y argumentan que normalmente se toman en consideración cinco generaciones atrás. Yo pregunto ¿por qué sólo cinco?, ¿es que los ‘pecados ancestrales’ pierden fuerza con el tiempo? Además, si cometemos “cien pecados veniales al día” –como aseguran los autores–, ¿cómo pedir perdón por cada uno de los cometidos por nuestros ancestros, incluso si los limitáramos hasta la quinta generación?”.
El Director para la Doctrina de la Fe agregó que además el Bautismo perdona todos los pecados personales, junto con el original, así como la pena debida por ellos. “Entonces, ¿cómo se explica que quede aún una pena de ‘pecados ancestrales’? Nunca, en ningún momento en la historia de la teología, ni en los Santos Padres, ni en los teólogos que vinieron después, se ha hablado de la transmisión de los pecados personales de Adán –además del pecado original– a sus hijos, a los hijos de sus hijos, y así sucesivamente. Esta doctrina del supuesto ‘pecado ancestral’ es una innovación, una invención del siglo pasado”.
Finalmente, el sacerdote Rogelio Alcántara señaló que el libro afirma que el fin de las devociones es quitar el sufrimiento de nuestras vidas aquí en la tierra, cuando esto, además de ser un imposible, sería prometernos una religiosidad sin cruz. “Quitar o reducir algún dolor no es algo intrínsecamente malo, pero un mensaje cristiano sin Cruz es ‘escandalizarse de Cristo’, y eso es contrario al núcleo de la fe. Cualquier verdadera devoción nos debe llevar a la aceptación sencilla y humilde de la voluntad de Dios por encima de la nuestra, en el vínculo de perfección que es la caridad”.