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Sobre los judíos (dos y fin)
Carlos Ravelo Galindo, afirma:
Nos cuenta, en su bien documentada crónica doña Norma L. Vázquez Alanís que la doctora en Historia Daniela Gleizer abordó el tema de los judíos que se afincaron en México, desde 1580 en la Nueva España hasta los años 40 del siglo pasado, y que lograron constituir una de las comunidades judías del mundo con un crecimiento demográfico natural, muy integrada al país y cuyos miembros pueden desarrollarse en todos los espacios laborales, profesionales, industriales, académicos y artísticos.
La doctora Gleizer -investigadora del Departamento de Humanidades de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM)- comentó: “estamos acostumbrados a pensar a judíos y árabes como comunidades distintas, a veces hasta enfrentadas por todo el contexto de Medio Oriente, pero ese conflicto es posterior. Incluso hay historias de que fueron los inmigrantes de origen árabe quienes financiaron a veces la llegada de las familias de los judíos, cuando estos todavía no las podían traer, les prestaban dinero; eso sucedía a principios del siglo XIX en México”.
Posteriormente llegó por Veracruz el grupo de los judíos askenazíes, quienes hablaban el idioma idish, que es cercano al alemán, pero que se escribe con letras hebreas. Venían de la zona de Europa oriental, de Polonia y de Rusia, de manera que tenían un perfil mucho más politizado y trajeron consigo las pugnas que estaban dándose en el viejo continente.
A ellos los sorprendió la Revolución Mexicana y hubo judíos que participaron en todos los bandos; claro muy pocos, puesto que era una comunidad todavía muy pequeña, pero estuvieron del lado porfirista y del maderista e incluso con los huertistas, apuntó la conferenciante.
Por ejemplo, Jacobo Granat, vendedor de antigüedades y uno de los primeros inmigrantes de origen austriaco, era dueño del Salón Rojo, el principal cine de la época, y le prestó ese elegante local a Francisco I. Madero para sus mítines y que desde ahí desarrollara su campaña.
Muy pronto se organizó la comunidad judía y en 1912 estableció la primera alianza llamada ’Aldeas del Monte Sinaí’, explicó Gleizer. Lo primero que crearon fue un panteón, algo indispensable porque la gente se moría y había que enterrarla de acuerdo con el rito judío; esta agrupación congregó en un principio a los judíos de todos los orígenes; se dividió al salirse los askenazíes en 1922, y en 1924 se marcharon los sefaradíes, un poco más tarde la abandonaron los de habla árabe, de suerte que se quedó como la organización de los judíos de Damasco.
Los judíos norteamericanos comenzaron a venir a México en 1917, cuando Estados Unidos entró en la Primera Guerra Mundial, pues trataban de evadir el servicio militar. Aquí formaron la YMCA (Young Men Christian Asociation) cuyo objetivo fue que los jóvenes socializaran sanamente y se enfocó al deporte.
El permiso para establecer la primera sinagoga en México lo otorgó Venustiano Carranza en 1918 y se inauguró dos años después en el centro de la ciudad, en la actual calle de Justo Sierra.
La doctora Gleizer -también autora de numerosos capítulos para libros y revistas especializados- indicó que hasta la segunda década del siglo XX la inmigración fue muy acotada, no masiva, pero en 1921 y 1924 Estados Unidos empezó a cerrar la inmigración y se establecieron cuotas, que se fueron reduciendo continuamente.
Así, toda esa corriente masiva de judíos que se dirigía a Estados Unidos de pronto necesitó hallar otros espacios y se desvió hacia México, pero con la intención de cruzar por tierra a EU; no iban a quedarse aquí, entraban por Veracruz y se dirigían hacia la zona fronteriza a fin de intentar pasar al otro lado, en muchos casos de manera ilegal.
La comunidad judía de Estados Unidos tuvo que negociar con el gobierno para que estos inmigrantes no fueran enviados a sus lugares de origen sino regresados a México; para tal efecto se comprometieron a crear las condiciones que requería una comunidad judía para desarrollarse y no quisieran ya cruzar la frontera, de manera que decidieron mandar a un rabino y establecer una organización conocida como ‘Bnei Brith’.
Las restricciones en EU coincidieron con una declaración por parte del gobierno de Plutarco Elías Calles en Europa, durante una gira como presidente electo, en el sentido de ser favorable a una corriente de inmigración judía. Este interés se debía a que el país había quedado devastado después de la Revolución pues se perdieron cerca de un millón de personas (el diez por ciento de la población) y urgía que tanto el campo como las ciudades se reconstruyeran, además quería atraer capitales. Entre 1924 y 1929 entraron al país cerca de siete mil 500 judíos y para 1930 la comunidad sumaba ya cerca de 10 mil; en 1940 el 40 por ciento de la comunidad judía había nacido en México y hoy día tiene entre 40 y 45 mil integrantes.
En 1934 se prohibió la entrada de judíos a México, según lo estableció la circular confidencial número 157 emitida por la Secretaría de Gobernación en abril de 1934; había no sólo fundamentos raciales sino también políticos, con la restricción a los rusos y polacos en 1929 se quería evitar que llegaran anarquistas y comunistas al país. Era una reacción natural a cierta xenofobia que se generaba en la población ante todos los extranjeros por la idea de que éstos los desplazaban, comentó la historiadora.
Y sucede que en 1933 llegó Adolfo Hitler al poder y comenzó la emigración de opositores políticos, principalmente de la izquierda, y de judíos. Al principio salieron de Alemania hombres solos, pero después lo hicieron familias enteras a medida que los métodos para expulsar judíos se fueron haciendo más violentos, pues en un principio les imponían una serie de prohibiciones que minaban sus condiciones de vida y los hacían emigrar por sí mismos.
Después de la anexión de Austria -con una población de cerca de 200 mil judíos- en 1938, se empieza a obligarles a salir de Alemania, la gente buscó entonces cualquier lugar para huir de la persecución y México apareció como una opción por la postura diplomática del país respecto a las invasiones de Etiopía y Austria, así como ante la Guerra Civil Española.
De tal manera que llegaron miles de solicitudes de asilo, pero la circular 157 estaba vigente y prohibía la entrada de judíos, el presidente Lázaro Cárdenas quería abrirles las puertas, pero su gabinete estuvo totalmente en contra y él ya había gastado todo su capital político con los refugiados españoles -lo que no todo el mundo veía con buenos ojos- y no pudo hacer nada.
México aceptó alrededor de mil 800 judíos de los 100 mil refugiados que arribaron a América latina; llegaron quienes tenían parientes porque la Ley de Inmigración de 1936 permitía la entrada de parientes de primero a tercer grados, así como un pequeño grupo de exiliados políticos entre los cuales había importantes personalidades como Paul Merkel, el único miembro del politburó del partido comunista alemán que no acabó en la URSS, escritores como Anna Seghers, y periodistas como Alexander Abusch, quienes recibieron la visa porque organismos de Estados Unidos como la Liga de Derechos Americanos pidió su salida.
Al referirse a la idea que según ella hay, de que el cónsul de México Gilberto Bosques salvó a 45 mil judíos, la doctora Gleizer aseguró que no hay ninguna evidencia histórica que apoye ese número; no llegaron 45 mil personas en esa época, no hay ningún rastro en los archivos, ni en el registro de extranjeros. “Peinamos todo el Registro Nacional de Extranjeros y ahí aparecen 338 visas que fueron firmadas por Bosques -no 45 mil- pero tenían autorización de la Secretaría de Gobernación; refugiados judíos llegaron mil 800”, Concluye así doña Norma esta clase de historia.