Libros de ayer y hoy/Teresa Gil
Injusta invasión
Carlos Ravelo Galindo, afirma:
Cuando el doctor Fernando Calderón Ramírez de Aguilar platica con nosotros, pedimos permiso para comentarla.
Así lo hacemos esta vez, cuando nos recuerda al famoso Batallón de San Patricio, irlandeses que ofrendaron su vida por México durante la injusta invasión de 1847 por el vecino país del norte.
Sí, los Estados Unidos de Norteamérica, que como hoy nos amenaza de otras formas.
El galeno nos dice que le gusta caminar y en ese andar cotidiano ir a San Ángel, concretamente a la Plaza de San Jacinto, en donde se coloca un mercadillo que vende una bola de chucherías que se antoja comprar.
Nos fascina el lugar. Siempre nos llamó la atención una gran placa conmemorativa dedicada a los soldados Irlandeses considerados como mártires que dieron su vida por la causa de México durante la injusta invasión Norteamericana de 1847.
El primer combate, de los San Patricios como unidad, es la batalla de Monterrey (21 de septiembre de 1846), con una batería de artillería al mando de John Riley, anteriormente teniente del ejército de los Estados Unidos e inmigrante Irlandés. Sirvieron con distinción.
Está acreditado que rechazaron con éxito dos diferente asaltos al corazón de la ciudad. A pesar de su tenacidad y valor, y de que Taylor estaba a punto de abandonar el ataque, el comandante mexicano Pedro Ampudia, desesperado, pidió parlamento, que consumó la derrota.
Como unidad de infantería los San Patricios continuaron con distinción: en la batalla de Churubusco (20 de agosto de 1847), las maltrechas fuerzas mexicanas se establecieron en el convento de Santa María de Churubusco, y las fuerzas armadas estadounidenses se prepararon para atacarlo.
Los defensores mexicanos sumaban 1.300 personas y pertenecían a los batallones Independencia, Bravos y San Patricio.
En esta batalla los San Patricios mostraron con su valor y entrega que la nacionalidad y el origen nada tienen que ver cuando se emprende la batalla por una causa justa.
La lucha fue constante y desfavorable para los mexicanos, esta vez bien mandados y motivados por los generales Manuel Rincón y Pedro María Anaya.
Tras algunas horas de combate, las fuerzas mexicanas quedaron sin municiones y una bomba provoco una explosión en la reserva de pólvora que los dejó sin posibilidad para seguir la defensa. A pesar de lo cual y una vez que se izó una bandera blanca en señal de rendición, el capitán Patrick Dalton la abatió para seguir la resistencia. Ya era inútil, el convento quedó en silencio.
Cuando el general Twiggs entró al patio del convento, y exigió a los soldados mexicanos que entregaran las armas, la pólvora y el parque, el General Anaya se le enfrento: “Si hubiera parque, no estaría usted aquí”.
Los miembros del batallón de San Patricio capturados por el ejército estadounidense sufrieron muy duras represalias.
Fueron responsables de los más duros combates que causaron grandes bajas a los estadounidenses.
Los que formaban parte del ejército estadounidense antes de la declaración de guerra oficial (el capitán Riley entre ellos) fueron azotados y marcados con hierro candente en la cara, con la letra “D” de desertores y sentenciados a trabajos forzados.
Los que entraron en el Ejército Mexicano tras la declaración de guerra, fueron ahorcados en masa como traidores, el 13 de septiembre de 1847 (con anterioridad otros habían sido ejecutados en San Ángel el 10 de septiembre del mismo año) por orden del General Winfield Scott.
Precisamente en el momento en que la bandera de Estados Unidos reemplazó a la de México en lo alto de la ciudadela.
Cuando la bandera alcanzo los más alto del asta, se abrió la trampa del cadalso.
Los que sobrevivieron a la guerra desaparecieron de la historia. Unos pocos pudieron reclamar las tierras prometidas por el gobierno mexicano.
John Riley murió a finales de 1850, y enterrado en Veracruz el 31 de agosto de ese año, con el nombre de Juan Reley, el mismo que se halla inscrito en los archivos del Ejercito Mexicano.
Ese mismo año el Ejercito Mexicano tomo la decisión de disolver el batallón.
Como muestra de agradecimiento a los integrantes del batallón de San Patricio que se unieron al Ejercito Mexicano, existe una calle en los alrededores del Ex-Convento de Santa María de Churubusco llamada “Mártires Irlandeses”, y cada año se realiza en este lugar un pequeño concierto de gaitas por los descendientes del Batallón de San Patricio.
El batallón es conmemorado en dos diferentes días en México: el primero, el 12 de septiembre, aniversario de las ejecuciones, y el otro el 17 de marzo, día de San Patricio.
El 29 de abril de 1999, el Congreso de la Unión declaro a los combatientes civiles y militares de la guerra de invasión estadounidense como “Beneméritos de la Patria.”
Por gratitud y afecto, los mexicanos debemos recordar siempre y rendir homenaje a los héroes del Batallón de San Patricio, irlandeses de corazón mexicano.
Dios les de gloria a estos soldados valientes.