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CIUDAD DE MÉXICO, 01 de octubre de 2018.- Este martes se cumple el 50 aniversario de una fecha que no se olvida: el 2 de Octubre de 1968, día en que se llevó a cabo una de las matanzas más sangrientas en la historia del país, ejecutada por el propio gobierno de la República.
El número de muertos no se sabe con precisión, aunque fuentes oficiales refieren no más de 50, mientras que investigadores afirman que fueron más de 300.
Este es uno de los acontecimientos del cual la mayoría de los mexicanos están enterados, sin embargo, es el caso de impunidad por excelencia.
En la memoria de México queda aquel julio de 1968, durante el gobierno del presidente Gustavo Díaz Ordaz, cuando se iniciaron una serie de manifestaciones y marchas estudiantiles en la Ciudad de México que criticaban el autoritarismo, apoyaban las protestas en el mundo, pedían se respetara la autonomía universitaria y exigían la libertad de los presos políticos.
A los estudiantes de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) se unieron los del Instituto Politécnico Nacional (IPN) y todos los centros educativos de la capital; después asociaciones de maestros y sindicatos hasta convertirse en un gran movimiento social.
Con representantes de todos ellos se formó el Consejo Nacional de Huelga que a mediados de septiembre empezó a sufrir una severa represión con la entrada del ejército a la Ciudad Universitaria. En ese momento se calcula que había una docena de muertos y alrededor de 100 detenidos o desaparecidos.
El 2 de octubre de ese año se convocó a una manifestación en la Plaza de las Tres Culturas en Tlatelolco.
El movimiento estaba ya declinando con muchos de sus líderes encarcelados pero el ambiente social estaba muy tenso a 10 días de iniciarse los juegos olímpicos.
Unos minutos después de iniciada la manifestación, con los líderes que quedaban libres y un orador en el tercer piso del Edificio Chihuahua, un helicóptero del ejército mexicano lanza unas bengalas sobre la multitud.
Con esta señal, militares, paramilitares y francotiradores abren fuego contra los cinco manifestantes, estudiantes en su mayoría.
La Gaceta de la UNAM recuerda en su artículo: Muertos, heridos y cientos de detenidos. Tlatelolco 2 de octubre 18:10 horas
“A las 18:10 horas, después de que dos oradores ya han hablado y se ha avisado a la multitud que la manifestación hacia el Casco de Santo Tomás se canceló, de uno de los dos helicópteros que han estado sobrevolando la plaza caen dos luces de Bengala –una verde y otra roja– junto a la iglesia de Santiago Tlatelolco. Entretanto, una columna de soldados avanza a bayoneta calada hacia la plaza, a través de las ruinas prehispánicas ubicadas a un costado de ésta.”
“Sócrates Amado Campos Lemus, uno de los líderes del CNH, le arrebata el micrófono a Anselmo Muñoz, y grita: “¡Calma, compañeros, no corran, es una provocación!”
“La multitud, aterrorizada, empieza a dispersarse y a correr en todas direcciones, al tiempo que los soldados suben las escalinatas de las ruinas (otros salen también de la parte inferior del edificio Chihuahua) y llegan a la plaza, donde intentan cercar a la gente.”
“De pronto, los soldados comienzan a ponerse pecho a tierra y a disparar hacia la multitud y hacia los edificios que rodean la plaza. La confusión es total.”
“Varios jóvenes vestidos de civil, de cabello corto, sin documentos de identificación y con un guante o pañuelo blanco en la mano izquierda –que integran el Batallón Olimpia, grupo paramilitar destinado a labores de seguridad durante la próxima Olimpiada y que llegaron a Tlatelolco en la mañana– son quienes disparan hacia la plaza, apostados en la azotea de los edificios Chihuahua, 2 de Abril, 15 de Septiembre, ISSSTE 11 y Revolución de 1910, en la iglesia de Santiago Tlatelolco, en departamentos del edificio Chihuahua y en el balcón del tercer piso de éste, mientras otros de sus compañeros se dedican a someter, a punta de pistola, a los que encabezaban el mitin y a otros miembros del Consejo Nacional de Huelga.”
“La balacera se generaliza y caen los primeros heridos (entre ellos el general José Hernández Toledo, quien comanda un batallón de fusileros paracaidistas y quien meses antes había reprimido a los estudiantes en Morelia y guiado la toma de San Ildefonso) y muertos…”
“Cientos de personas se guarecen, unas sobre otras, entre las ruinas prehispánicas; otras buscan refugio en la iglesia de Santiago Tlatelolco (pero nadie les abre); y otras más logran esconderse en departamentos de los edificios aledaños o escapar por los pasillos de la unidad habitacional. Las ráfagas de ametralladora y las detonaciones de los fusiles y pistolas, y los gritos y lamentaciones de las víctimas llenan el aire.”
“Conforme la noche cae, los disparos se van espaciando cada vez más, pero no cesan del todo. Los soldados peinan la zona (incluso ingresan por la fuerza en muchos departamentos de la unidad habitacional) en busca de más estudiantes y miembros del CNH. La Unidad Nonoalco-Tlatelolco, sin luz y sin servicio telefónico, permanece acordonada por el Ejército.”
“A las 23 horas, cuando un grupo de detenidos es sacado de la zona por la parte posterior del Antiguo Convento de Santiago Tlatelolco, estalla una nueva balacera entre francotiradores y soldados.”
“Hay muertos en la Tercera Delegación, en la Cruz Roja, en el Hospital Rubén Leñero, en el Hospital de Balbuena, en el Hospital Central Militar…Los detenidos son concentrados en el Campo Militar Número Uno.”
“A medianoche, ante periodistas extranjeros, Fernando M. Garza, director de prensa y relaciones públicas de la Presidencia de la República, declara extraoficialmente que el saldo de la contienda es de cerca de 20 muertos, 75 heridos y más de 400 detenidos. Y agrega que se quiso acabar con el “foco de agitación” y que la tranquilidad durante los Juegos Olímpicos está garantizada.”
El número de muertos es desconocido hasta la fecha, pero hubieron más 2000 detenidos. Este fue el fin de movimiento estudiantil, los Juegos Olímpicos se celebraron 10 días después en la Ciudad de México sin incidentes.
En 1968, México era gobernado por Díaz Ordaz, mientras que Luis Echeverría Álvarez fungía como secretario de Gobernación, quienes jamás pudieron explicar de forma clara y veraz esos acontecimientos.
En su Quinto Informe de Gobierno en 1969, 11 meses después, el presidente Díaz Ordaz señaló: “asumo íntegramente la responsabilidad personal, ética, social, jurídica, política e histórica por las decisiones del gobierno en relación con los sucesos del año pasado”.
Él consideraba que había cumplido con su deber al “salvar a México del comunismo”, cuya implantación jamás fue uno de los objetivos del movimiento estudiantil.
Desde entonces y hasta el último presidente de filiación priísta, Ernesto Zedillo, el gobierno permaneció en silencio ante estos hechos, que afectaron a los movimientos sociales de estudiantes y de trabajadores.