Visión financiera/Georgina Howard
La contraética de Mancera
Por: Salvador Guerrero Chiprés
La discrepancia entre el hacer y el decir siempre es útil como uno de los elementos análisis de nuestra clase política.
Miguel Ángel Mancera dispone del disminuido capital político que alguna vez perteneció a las tribus perredistas. Paradójicamente, ha cosechado ese mini poder gracias a que evitó ser formalmente parte de cualquiera de ellas. Jesús Ortega y Jesús Zambrano, fundadores y líderes de la que fuera una corriente predominante, no tendrían por qué sorprenderse del alcance de su desdibujada creación.
A un mes de haber sido señalado por Proceso de adquirir cuantiosas propiedades cuando fue titular de la Procuraduría General de Justicia y de la Jefatura de Gobierno, a un día de que fuera impugnado por la perredista Olivia Palacios como coordinador del grupo parlamentario en el Senado por no ser militante del partido, y a 24 horas de la aparición del diario ContraRéplica, cuyo patrocinio se le atribuye, Mancera presentó ayer un Decálogo de Ética para el grupo parlamentario del PRD.
La denuncia presentada ante el Tribunal Superior de Justicia de la Federación, argumenta que el ex jefe de gobierno no puede fungir como coordinador al no ser militante, además de que obtuvo el escaño por la vía de representación proporcional del PAN.
En tanto, con la pretensión de que si el dos de octubre no se olvida, el primero de octubre tampoco, se publicó el primer número de ContraRéplica cuya línea es tratar de equilibrar las críticas a Mancera y blindar al ahora dirigente formal de los senadores perredistas, quien se constituye en el personaje más notorio de ese pequeño grupo, lo cual no necesariamente es el más notable.
Para el referido Decálogo de Ética habría estado bien convocar a una lluvia de ideas que lo hicieran más apropiado al partido que se hizo “inútil” para la construcción de un modelo alternativo de nación desde hace algún tiempo, de acuerdo a la expresión de Cuauhtémoc Cárdenas. Aquí van algunas que hubiera estado bien que el primer Jefe de Gobierno sin partido, luego panista y ahora, tal vez, perredista integrara.
La crisis moral del PRD es profunda, quizá esa sea su mayor coincidencia con el partido que eligió como compañero de batallas: el PAN. Ambos están unidos también simbólicamente, ahora, por Mancera y todo lo que representa. Su decálogo “de ética” es una curiosa pieza para incluirse en el conjunto del museo de lo increíble de la política mexicana.