El presupuesto es un laberinto
Cambio urgente en la orfandad de los consumidores
Según lo ha dicho, parece que el nuevo titular de la Procuraduría Federal del Consumidor (Profeco), Ricardo Sheffield Padilla, tiene intenciones de meter en cintura lo que se descuadró de ese instrumento defensor. INEGI ya informa de un repunte de 7 por ciento en la confianza de los consumidores en el último mes, pero habrá que estar pendientes. México se enorgullece de sus legislaciones, pero al poco tiempo estas van perdiendo eficacia en su aplicación. Es lo que ocurrió con la Ley Federal de Protección al Consumidor, que dio origen a la Profeco, la que muy pronto se convirtió en defensora realmente de los proveedores, por lo general grandes corporaciones, algunas transnacionales. Lo que encontró esa dependencia, por la forma como la dejaron, es un desastre. La flexibilidad que se dio en el pasado sexenio con seis procuradores al hilo que no daban pie con bola –corruptelas y dedazos políticos de la presidencia, incluidos–, relajó la postura empresarial y en este momento, el pobre consumidor es un ser desvalido, que tiene que pagar la envoltura de la mercancía, obligación de las tiendas, sujeto a cambios bruscos de precios, alteraciones, poca información de los productos de consumo -cuando hay preocupación general por el aumento de la obesidad y la diabetes- y enorme burocracia para resolver quejas y denuncias. Hay tiempos muertos cargados al consumidor, en las largas colas, porque las empresas no quieren gastar en más cajas y en cajeros.
Consumidores discriminados por malas políticas de tiendas
La Profeco y todo lo que se ha creado en su entorno, ha cumplido un rol regular en juicios, reconciliaciones y señalamientos de los violadores. Pero las cosas parecen detenerse ahí, al menos en este momento. Con 19 procuradores en 44 años de funcionamiento –el primero, Salvador Pliego Montes lo fue en tres sexenios desde Luis Echeverría–, entró en una etapa de acomodamiento tal que los proveedores empezaron a verle la oreja. Ya en 2012 se recibieron cien mil 100 quejas y denuncias y en 2017, con cien mil ciento veintiocho, los nombres de las empresas que tenían más denuncias del cliente, eran encabezadas por las de telecomunicaciones como Telcel, pero había de todo, como la CFE y Walmart. Las quejas ante ese tipo de proveedores es lo que suele llamar la atención, pero el consumidor común que va todos los días a las tiendas a realizar sus compras, es el que sufre esas cotidianas violaciones que pocas veces salen al público o no se denuncian. Los malos salarios que se pagan a los empleados generan un cambio permanente de personal, al que no se instruye, ni se le dan cursos sobre el trato al cliente. Aquellos actúan para la empresa e ignoran la importancia real del comprador, al que suelen tratar con prepotencia. Hay omisiones, discriminación, torpeza y un trato fincado en el monto del consumo. No hay un trato humano. La obligación de la Profeco también se centra ahí aunque no la ha cumplido, cuando enumera muy campante las siete obligaciones principales que le da la ley: información, educación, derecho de elección, seguridad, no discriminación, derecho a ser compensado y a la protección.
Simenon y el mayorista de vinos que trataba mal a consumidores y empleados
Georges Simenon, el belga que escribió nada menos que 500 novelas, delineó muy bien al gran proveedor, en Maigret y el mayorista de vinos, que desde la fuerza de su fama y dinero abofetea empleados y trata mal a consumidores. Quizá había en la época del inspector Maigret personaje central del escritor, leyes de protección al consumidor porque esas novelas –80 dedicadas al investigador policiaco–, fueron escritas más allá de la mitad del siglo pasado –Simenon murió en 1989–, pero a los grandes comerciantes parisinos, como a muchos de México, eso les valía. Y fue uno de sus empleados, el que guardando rencor ante las agresiones de su jefe, le da una noche tres balazos. Oscar Chabut, el fabricante del famoso Vino para monjes, de Francia, cuya publicidad se veía por todos lados, y “no se detenía ante nada”, recibió parte de lo que había sembrado a la largo de una época de fabricante sin par, aliado de algunas autoridades corruptas. Simenon solía escribir sus novelas y episodios policiacos en unos cuantos días. Controvertido en sus posturas ideológicas, el prodigioso Simenon era hombre que convertía en éxito y dinero lo que tocaba. No tiene la fama que debería merecer por su gran producción. Para André Gide, era el mejor novelista de Francia en cuyo idioma escribió, pero para algunos mexicanos era un ser despreciable, como lo calificó allá por los noventas Ricardo Garibay en la revista Proceso. Cualquiera que sea el término medio, su obra ha sido llevada al cine y publicada a raudales por muchas editoras. Maigret y el mayorista de vinos (Ediciones Orbis S.A 1972) es una novela breve de 112 páginas.