Descomplicado
«México, Siempre Fiel»
El arzobispo primado de México, cardenal Carlos Aguiar Retes acaba de anunciar un nuevo dialogo con los creyentes mexicanos o extranjeros que viven aquí.
Ello nos hace recordar lo que en 1979 inició a nivel mundial el Papa Juan Pablo Segundo. Hoy en los Altares como Santo.
Fue el primer cardenal polaco, Karol Woltila, en asumir el pontificado romano y que en su visita a nuestro país, desde la Insigne y Nacional Basílica de Santa María de Guadalupe”, visiblemente emocionado, al calificar a “México, Siempre Fiel” se ganó el afecto de todos los que vivimos en éste continente.
Y nos dejó otro mensaje: “Seguir a Jesucristo es librar al ser humano de la pobreza, no en dirección de la riqueza, sino de la justicia social”.
El Papa aclaró en México que “la Iglesia tiene un amor preferencial pero no exclusivo por los pobres” y “defiende de sí, el legítimo derecho a la propiedad privada, pero enseña con no menor claridad que sobre toda propiedad privada grava siempre una hipoteca social…”.
Recurrimos al colega e historiador, el licenciado en periodismo don José Antonio Aspiros Villagómez, quien nos ilustró Y aborda con el título“1979: la Iglesia en campaña”, pormenores.
Este viaje pontificio a México tuvo lugar cuando eran impensables las relaciones con el Vaticano, a causa de la separación Iglesia-Estado desde las Leyes de Reforma promulgadas en el siglo 19.
El entonces secretario de Gobernación, Jesús Reyes Heroles, declaró que la llegada de “tan ilustre visitante” no era motivo para replantear un cambio en la situación diplomática existente.
Sin embargo, nada impidió que el presidente José López Portillo y su esposa recibieran al Papa en el aeropuerto de la ciudad de México, en una ceremonia informal y con un breve intercambio de saludos.
Por la noche, ambos personajes se reunieron en la casa presidencial de Los Pinos, frente a un busto del Benemérito de las Américas, Benito Juárez.
Millones de mexicanos llenaron calles, plazas, atrios, estadios, carreteras y caminos de las ciudades y poblaciones que visitó el Pontífice en el distrito Federal y los estados de Puebla, Oaxaca, Jalisco y Nuevo León, en tanto los partidos políticos dividieron opiniones sobre un acontecimiento que, varias semanas atrás, nadie imaginaba que habría de suceder.
“El Papa bueno”, “El Papa obrero”, el Papa que escuchó incansablemente la canción Amigo de Roberto Carlos, quedó ampliamente satisfecho de los resultados. Que apenas sembró.
(Seguramente se aplica hoy, por vez primera, en el ámbito de la política Nacional. Añadiríamos nosotros).
“Tres meses y diez días después de su ascenso al trono de San Pedro, Juan Pablo II realizó por tierras mexicanas su primer viaje al extranjero y, con él, inició una campaña internacional para disminuir la pérdida de influencia de la Iglesia Católica en el mundo.
A una década de la II Conferencia Episcopal Latinoamericana (CELAM), a la que había asistido Palo VI en Medellín, Colombia, el nuevo pontífice de origen polaco estaba dispuesto también a contrarrestar las tendencias progresistas de sus antecesores.
Fue Juan XXIII quien favoreció una renovación de la Iglesia en ocasión del Concilio Ecuménico Vaticano II (1962-65), acontecimiento que, junto con la Celam II, propició en América Latina el desarrollo de la “Teología de la liberación” o “Iglesia de los pobres”, entre cuyos principales exponentes figuraban los populares obispos Helder Cámara, de Recife, Brasil, y Sergio Méndez Arceo, de Cuernavaca, México.
Por eso durante su estancia en México, del 26 al 31 de enero de 1979, Juan Pablo II se refirió insistentemente al tema.
A los sacerdotes les dijo que las conclusiones de la CELAM II “no siempre han sido interpretadas correctamente” y que ellos no son “dirigentes sociales, líderes políticos o funcionarios de un poder temporal”, sino “guías espirituales”.
A los obispos del continente les recordó en Puebla, al inaugurar la CELAM III, que “la Iglesia no necesita recurrir a sistemas e ideologías para amar, defender y colaborar en la liberación del hombre”, y los previno contra “relecturas” del Evangelio que hicieran aparecer a Cristo “como un agente de cambio social comprometido políticamente… e incluso como implicado en la lucha de clases pregonada por el marxismo”.
Nosotros, reporteros de Excélsior cuando Regino Díaz Redondo era el director general, nos tocó escribir, con otros muchos compañeros, la primera visita del Sumo Pontífice.