El concierto del músico/Rodrigo Aridjis
Tlahuelilpan, cadena de errores
En el video se escucha con toda claridad la voz desparpajada, fuera de cuadro, de un hombre que presumía “¡¡¡no que no, putos!!!”, mientras a unos cuantos metros se observaba a la multitud que, en garrafas, tambos, cubetas y hasta en la jarra del agua, recolectaba lo que podía de esa cascada de gasolina que emergía del ducto.
Aún era de día en Tlahuelilpan, Hidalgo, cuando el hombre que grababa el video se movía de un lado para otro, para hacer gala de la manera abierta e impune de la manera en que se producía el robo del combustible.
Era la voz de un huachicolero que, desafiante, festinaba la manera en que se puede obtener hidrocarburos, sin que nadie lo pueda evitar, así de fácil, en la propia cara de los soldados y los policías que ahí estaban.
Horas después sobrevino la explosión que barrió con familias enteras de Tlahuelilpan que durante horas se “divirtieron” recolectando el combustible que ellos consideraban como algo propio. Grave error.
Desde temprana hora de aquel viernes, los muchachos del pueblo empezaron a leer en sus mensajes de WhatsApp que había una fuga de gasolina en un sembradío de alfalfas y que se podía ir a recoger sin ningún problema.
El mensaje se fue transformando a medida que pasaba el tiempo, al grado de que en las pantallas de los celulares, llegó a aparecer un mensaje tentador: “Están regalando gasolina”. Grave error.
Los muchachos invitaban a sus amigos, las comadres a sus vecinas. Era como día de fiesta. La noticia se regó por todos lados, a tal grado de que no sólo empezaron a llegar vecinos de Tlahuelilpan, sino de Atitalaquia y de otros pueblos cercanos.
En un principio, la fuga de combustible sólo había formado un pequeño charco sobre el alfalfar. El número de personas, de unas decenas de personas, creció exponencialmente. En aquel pequeño derrame ya no podían maniobrar los improvisados huachicoleros, que decidieron darle un segundo pinchazo al ducto. Grave error.
Del pequeño escape que mostraba, la fuga de gasolina se convirtió primero en un potente chorro y, luego, en una cascada. Cada vez llegaba más gente. Algunos medios locales calculan que llegaron a arribar cerca de dos mil 500 personas.
Estaban eufóricos, muchos de ellos ya drogados por las emanaciones de la gasolina. Sacaban lo que podían y como podían. Muchos llenaron camionetas y camiones de redilas con bidones y tambos. Estaban felices, aquel río de gasolina convertido en dinero no tenía fin. No les importaba empaparse la ropa con el líquido. Grave error.
La mayor parte eran habitantes de la zona, personas dedicadas a diversas actividades, no precisamente a la sustracción ilegal de hidrocarburos. Mezclados entre ellos, estaban los patrones, en camionetas lujosas, los señores del huachicol. No estaban contentos de que la gente se “sirviera” gasolina por propia mano.
Alguna autoridad tenía que frenar tan demencial acto. Para consuelo de ilusos, arribaron soldados, miembros de la Policía Judicial Federal y agentes policiacos estatales y municipales. No eran más de 50 que trataban de convencer a los improvisados huachicoleros de que se retiraran del lugar. Grave error.
Como borrachos por las emanaciones de la gasolina, varios hombres encararon a los solados y los retaron a golpes. Los uniformados mantenían una actitud ecuánime, pero permisiva. Los policías preventivos no quisieron detener a quienes robaban en sus narices el combustible, ni pedir el apoyo de los soldados para realizar esa tarea.
Sus órdenes no eran las de actuar ante la flagrancia de un delito, sino “convencer” a quienes infringían la ley de que se retiraran voluntariamente del lugar. Grave error.
¿Cómo era posible que una cincuentena de uniformados tratara de aprehender a miles que robaban, si su número no rebasaba la cincuentena? Claro que no podrían. El cálculo fue malo, pero las fuerzas del “orden” tuvieron el tiempo necesario para pedir refuerzos. Sus jefes no lo contemplaron. Grave error.
No era un problema de logística de poder desplazar a un contingente de al menos tres mil efectivos, entre militares y policías. Tiempo tuvieron. En cada partido importante de futbol en el Estadio Azteca, se movilizan aproximadamente tres mil uniformados para vigilar a los asistentes. Era posible hacerlo, pero no quisieron.
No era un asunto de logística, fue una decisión política: se determinó no movilizar a un número mayor de soldados y policías para supuestamente evitar un enfrentamiento con aquella enloquecida multitud. Grave error.
En su primera prueba de “fuego” (realista la connotación de la palabra fuego”), ante un incidente en el que podría ser acusado de represor, el gobierno de Andrés Manuel López Obrador se paralizó. No sólo no envío un número mayor de efectivos, sino que los pocos que había no hicieron nada efectivo para evitar la tragedia.
Pareciera que las autoridades que estuvieron al frente de esa acción, no conocían la gran diferencia entre reprimir y contener multitudes. Grave error.
El hongo de la explosión fue un golpe de realidad para todos. A quienes robaban combustibles les demostró que no estaban en un día de campo y a las autoridades les señaló que no hicieron nada efectivo para evitar esa tragedia que se olía a kilómetros de distancia.
Las explicaciones del presidente López Obrador de sus razones para llegar muchas horas después al lugar de la tragedia, salieron sobrando “Me subiré a un helicóptero sólo cuando ocurra una emergencia”, dijo. ¿Acaso una explosión de un ducto de Pemex, que provoca la muerte de 100 personas y heridas a un tanto igual, no es una emergencia? ¿Qué concepto de emergencia tiene el presidente?
¿Cómo evitar que un accidente de esas proporciones se repita en una zona, en donde es habitual el robo de combustibles? El presidente anunció ayudas económicas que rondan hasta 8 mil pesos mensuales a las familias que habitan en áreas en donde pasan ductos de Pemex para que no caigan en la tentación de convertirse en huachicoleros ¿Realmente esto servirá para evitar este delito? Ya se verá con el tiempo.
¿Qué hacer con las personas que sustraen hidrocarburos? López Obrador ya definió que las personas que roben combustibles por pobreza no serán condenadas, fatal anuncio en un país en donde la falta de respeto a las leyes ha permitido el crecimiento de un delito terrible. Grave error.
Así, esta historia de errores, se convirtió en una gran cadena de horrores.