Biblioteca central de la UNAM y estadio olímpico se iluminan de naranja
CIUDAD DE MÉXICO, 20 de marzo de 2019.- Este miércoles 20 de marzo, a las 15:58 horas se presentó el equinoccio y con él llegó la primavera.
En términos climáticos, la primavera representa la estación del año más cómoda para los capitalinos, quienes, a pesar de las altas temperaturas, disfrutan la Ciudad de México sin encharcamientos o los fríos de finales de año.
En distintas zonas de la ciudad, un llamativo color es el protagonista de las postales y selfies: el color violeta de las jacarandas, un árbol representativo de la CDMX.
Avenidas como Paseo de la Reforma, Alameda Central o Chapultepec, son algunos ejemplos donde el colorido árbol plantado en los años 20 a sugerencia de Tatsugoro Matsumoto, delita la vista.
Y el equinoccio
“Es un fenómeno universal que ocurre para toda la Tierra, lo único que cambia es la hora en cada país. Se llama así porque cuando sucede la duración del día y la noche tiene un valor igual, es decir, de aproximadamente doce horas”, explicó Daniel Flores Gutiérrez, académico del Instituto de Astronomía de la UNAM.
Existen muchas creencias en torno a este acontecimiento, que se deben en parte a que nuestros antepasados tenían un interés especial en estudiar los movimientos del Sol y otros cuerpos de la bóveda celeste.
Para las culturas antiguas el equinoccio indicaba la llegada de los días calurosos, aunque en México este cambio no es tan radical como en otras naciones, sobre todo los cercanos al polo norte, en latitudes arriba de 40 grados. En esos territorios, después de una temporada de invierno con grandes nevadas, llegan las altas temperaturas, la primavera, y los árboles y plantas empiezan a reverdecer, resaltó.
En nuestro país, la asociación más emblemática entre el equinoccio y las culturas mesoamericanas se ubica en Chichén Itzá, Yucatán, en la escalinata sur de la pirámide de El Castillo, aunque también se puede observar en la Pirámide del Sol, en Teotihuacán, o en el antiquísimo centro ceremonial Chalcatzingo.
El astrónomo afirmó que gracias al conocimiento legado por las antiguas culturas, hoy se sabe que el equinoccio es el instante en el que el Sol cruza el ecuador celeste. En el caso de la primavera, el astro pasa del hemisferio Sur al hemisferio Norte, y en septiembre, cuando se vuelve a presentar este fenómeno, sucede lo contrario.
En torno al equinoccio de primavera han surgido diversas prácticas y creencias, que si bien son respetables, en realidad no tienen un sustento científico. Por ejemplo, se dice que el Sol emite con mayor intensidad su energía hacia la Tierra, pero no es así; la radiación y su intensidad es la misma para todo el mundo, semanas antes y después de este fenómeno, aclaró Flores Gutiérrez.