Libros de ayer y hoy/Teresa Gil
De locura
Carlos Ravelo Galindo, afirma:
Sí, de locura.
Este día llamado del Trabajo, se descansa.
Insistimos con ellos. Con los genios idos y los que se creen.
Se ha dicho que al inventor estadounidense Henry Ford le gustaba comer maleza. Iba al campo, recogía la hierba bajo sus pies y hacía bocadillos, ensaladas y sopa.
Creía que el cuerpo era una máquina y que el estómago era como una caldera y necesitaba el combustible adecuado para funcionar de manera eficiente.
No se supo si la fumaba.
George Gordon Byron era una persona excéntrica que amaba a los animales.
Cuando entró en Cambridge, había tratado de llevar a su perro con él. A pesar de que tener perros como mascotas allí, estaba específicamente prohibido.
En represalia, el poeta compró un oso y lo llevó a su habitación.
Después argumentó que, dado que los osos no se mencionaban específicamente en sus estatutos, entonces la universidad no tenía fundamentos legales para las quejas.
Ganó la discusión en contra de la universidad y el oso se quedó con él en su habitación.
En cambio a Oscar Wilde le gustaban los animales exóticos e incluso le gustaba pasear a su mascota langosta.
También solía ir al teatro con una rata blanca.
Clark Gable el actor estaba obsesionado con la limpieza.
Se cambiaba constantemente de ropa. Se duchaba varias veces al día y evitaba las bañeras porque le disgustaba la idea de sentarse en el agua sucia.
El inventor Thomas Edison tenía un método inusual para contratar a nuevos investigadores científicos.
Les invitaba a cenar, les ofrecía un plato de sopa y los vigilaba. Quedaban descartados los que agregaran sal antes de probar un plato.
Su razonamiento fue que no quería trabajar con personas que sacaban conclusiones antes de realizar un experimento.
Sarah Bernhardt era una excéntrica «reina del teatro». Tenía un ataúd que llevaba consigo cuando se movía.
Ella durmió, leyó y aprendió sus papeles de memoria en él.
Ludwig Van Beethoven, el compositor, hizo una serie de cosas extrañas.
Por un lado, rara vez se afeitaba, ya que pensaba que era malo para la creatividad.
Tampoco le prestó atención a su apariencia. Su ropa generalmente estaba sucia y andrajosa. Pedía café hecho con exactamente 60 granos de café.
Y como muchos, nunca daba propinas.
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