Descomplicado
De cara a las diatribas que se lanzan desde el palacio virreinal contra los periodistas, a los que se pretende descalificar como “fifís” y considerar a Reforma como un partido, hasta llegar a las acusaciones de “el hampa del periodismo” los periodistas tenemos que recurrir a un periodismo de más calidad, un periodismo de investigación y responder con más periodismo. Comparto el pronunciamiento de Gerardo Albarrán de Alba.
Al asistir este jueves 30 de mayo para conmemorar el 35 aniversario del asesinato del periodista Manuel Buendía Téllezgirón, colegas como Albarrán de Alba, manifestaron una preocupación común de los informadores que en un momento dado estamos parados en la paradoja lopezobradorista en la que el jefe del Ejecutivo manifestó en su mañanero pronunciamiento su respeto por la libertad de expresión y al mismo tiempo recurre a la confrontación con los periodistas que han osado criticar sus determinaciones y han hecho público su punto de vista respecto a sus equívocos al combatir la corrupción con recortes presupuestales y de personal en la burocracia, enviando al desempleo sin distinción a los que sí saben hacer el trabajo que no hacen los que impone, porque no saben hacerlo y están aún en la curva del aprendizaje.
Antes, María Guadalupe Gómez Quintana recordó que el 30 de mayo de 1984, a las seis y media de la tarde, fue abatido Manuel Buendía Téllezgirón de cuatro balazos por la espalda, cuando salía de su oficina de la avenida Insurgentes, en la Zona Rosa. Fue el primer crimen de la narcopolítica en México, como lo definió Miguel Ángel Granados Chapa.
Si el año pasado en esta fecha hubo dos periodistas en la Plaza Francisco Zarco para conmemorar la fecha –José Reveles, que no estuvo esta vez, y Rogelio Hernández López– ahora hubo más de una treintena, que comprobaron la ausencia de Granados Chapa, Virgilio Caballero y Omar Raúl Martínez, que ya no están con nosotros en la vida, pero que asumieron el legado de Manuel Buendía y reclamaron a la clase política respeto al ejercicio del periodismo libre y profesional, pues la mayor parte de los crímenes contra los informadores provienen de políticos y otra parte menor, del crimen organizado.
Lupita Gómez Quintana recordó en su intervención que al cumplirse 25 años de la muerte de Buendía, Granados Chapa develó la placa que está en la plaza y aquel día reclamó al gobierno Federal la libertad anticipada al acusado del asesinato, José Antonio Zorrilla Pérez, denunció las irregularidades en la investigación, la participación de otros presuntos responsables que estaban implicados y quedaron en la impunidad, como sigue ocurriendo en los crímenes posteriores contra los informadores.
También vino al recuerdo la última investigación de Granados Chapa que plasmó en el libro “Buendía, el primer asesinato de la narcopolítica en México”, publicación póstuma que incluyó una nota de su hijo Tomás Granados Salinas, un texto de Tomás Tenorio, 12 columnas del autor sobre el caso, una cronología con 13 fotografías y el cuestionario de una entrevista a Manuel Bartlett Díaz, que el entonces secretario de Gobernación no respondió.
Cinco años después, en 2014, al cumplirse 30 años del asesinato y ya sin la presencia física de Granados Chapa, Virgilio Caballero recordó ese cuestionario: ¿por qué señor Bartlett elude usted toda referencia al asesinato de Manuel desde el punto de vista como secretario de Gobernación? ¿Dónde estaba usted el día del asesinato?
¿Cómo se le informó al Presidente de la República? ¿Cómo reaccionó Miguel de la Madrid ante la muerte de Manuel? ¿Qué hizo usted inmediatamente después, además de mandar sacar los archivos de la oficina de Buendía, los cuales fueron literalmente saqueados esa misma tarde del asesinato y llevados a Gobernación? ¿Qué quería usted saber, señor Bartlett, con los archivos de Buendía en sus manos? ¿Por qué tras revisarlos los mandó a la PGR?
La treintena de periodistas ahí presentes se sumaron a las reflexiones que luego hizo Gerardo Albarrán de Alba, que se refirió a las agresiones que sufren los periodistas por parte del presidente López Obrador y de los propietarios de los medios tradicionales con bajos salarios, recortes constantes de personal sin el correspondiente pago de liquidaciones argumentando falsamente quiebras inexistentes y malas condiciones de trabajo y el reclamo al gobierno federal de que asuma como su responsabilidad la protección integral de los periodistas.
“El desdén no es de López Obrador solamente; ya existía desde antes, pero se nutre en las conferencias mañaneras en Palacio Nacional”, fue una de las expresiones que hizo pensar que al difundir una lista de periodistas que recibieron en el pasado sexenio apoyos gubernamentales millonarios, se les expone al escarnio y a la falta de respeto a su ejercicio periodístico, porque no se especifican las condiciones de esos apoyos que en algunos casos fueron justificados pagos por servicios informativos que se facturan en operaciones comerciales comunes, que nada tienen que ver con el embute, o chayote, o los “apoyos” disfrazados.
Aunque Virgilio Caballero murió de un infarto el 25 de marzo, de alguna forma estuvo presente igual que Granados Chapa; fue impulsor y constructor de medios públicos, creador del noticiero Enlace de Canal Once; trabajó en Imevisión, en la XEB, Canal 40, Radio Educación y TV UNAM. Otro ilustre desaparecido ya, Omar Raúl Martínez, periodista, editor, investigador, presidente de la Fundación Manuel Buendía y director de la Revista Mexicana de Comunicación, murió el 3 de mayo de 2016, cuando apenas cumplió 50 años.
En la reunión de 2012 en esta misma plaza a Francisco Zarco Omar lamentó las precarias condiciones de los periodistas a partir del asesinato de Manuel Buendía y de él opinaba José Reveles que no se dejaba engañar de que el narco y la delincuencia organizada son los principales agresores a periodistas, pues más de la mitad de los ataques provienen de políticos en el poder público, algunos empresarios y apenas 10% del crimen organizado.
“Hace 35 años los asesinos se atrevieron a disparar hasta lo más alto, en donde estaba Manuel Buendía para que la lección del poder político fuera aprendida. Fracasaron, fracasaron compañeros. Hoy cientos, miles de periodistas en el país continúan con su trabajo pese a las difíciles condiciones laborales, sobreponiéndose a las amenazas, convencidos de que nuestro oficio construye democracia, propicia justicia”, concluyó Lupita Gómez Quintana.
Posteriormente Andrés Solís encendió el debate entre los asistentes al reclamar que al concluir la caducidad de los planes de negocio de los medios tradicionales, que ya no tienen vigencia, hay que recurrir al periodismo no lucrativo, pues requiere de mayor calidad de investigación y profesionalización de los informadores.
Se refirió a que las condiciones actuales del periodismo son distintas y plantean el reto de cambiar el modelo de negocio de las empresas periodísticas bajo la premisa de que el oficio de informar es un servicio social y público que obliga a generar contenidos de valor, no en función de los convenios de publicidad.
“Hay que buscar nuevas rutas a seguir, de tal manera que el periodismo no sea una mercancía”, dijo y como urgía una explicación amplia para entender estas ideas, Roberto Vizcaíno usó el micrófono para demandar una explicación sobre este nuevo concepto, apoyado por Moisés Sánchez Limón. Y sí, se requiere entender estas “nuevas rutas”. Hay que cambiar el paradigma. Despertar el interés público.
Otro aspecto de suma importancia que se destacó por la periodista María del Socorro Hurtado, quien viajó desde Tamaulipas, es el maltrato y agresiones a las mujeres que ejercen el periodismo y que en esa entidad pasan por una crisis de respeto a sus derechos humanos, sin que el Estado participe para mejorar sus condiciones laborales.
En síntesis, fue un clamor por unir los esfuerzos de todos para formar un frente común frente a las agresiones y no caer en confrontación, la misma que a últimas fechas se ha propiciado desde las conferencias mañaneras en Palacio Nacional. Ya basta de calificativos a los periodistas, es una exigencia de respeto, si quiere respeto el gobierno. Los periodistas no estamos para aplaudirle todo al gobierno.