Juego de ojos
“¡Son los mejores y son honestos, porque lo digo yo!”
Hace muchos meses que el presidente mexicano dejó de ser un ciudadano terrenal.
En realidad López Obrador vive en su propio mundo; realidad alterna que todos los días choca con la realidad de los mortales; que desmiente los hechos, los datos duros y las pruebas incuestionables.
Y no, no se trata sólo del clásico “yo tengo otros datos”, sino que el mandatario mexicano llevó la mentira a niveles superiores en donde él mismo y su gabinete crearon su propio planeta.
Por ejemplo, para López Obrador “no es nepotismo” que Pablo Amílcar Sandoval –hermano de Eréndira Sandoval, secretaria de la Función Pública–, sea al mismo tiempo “Súper Delegado” de Morena en el Estado de Guerrero.
Es decir, que en la realidad alterna del presidente mexicano hasta la Real Academia de la Lengua tiene otras definiciones.
Otro caso. Resulta que para el presidente y su claque, “son corruptos” los ciudadanos que acuden al legítimo recurso de amparo contra los actos de autoridad –por ejemplo contra la destrucción del NAIM–, a pesar de que Obrador no tiene una sola prueba de la supuesta corrupción.
Y en el extremo del absurdo, Obrador asegura que en su gobierno los ciudadanos vivimos el fin de la corrupción, a pesar de que el 75 por ciento de las obras y contratos otorgados en su gestión no se licitaron y se adjudicaron de manera directa. Es decir, por decreto México ya no es un país corrupto.
Pero las virtudes alternas son un escándalo –que cuestiona la salud emocional del presidente–, cuando se trata de defender gobiernos de Morena.
En la mañanera del pasado lunes, por ejemplo, un reportero dio santo y seña de las trapacerías de la alcaldesa de Cancún, Mara Lezama, ex militante del Partido Verde y hoy militante de Morena.
Sin embargo, y a pesar de que la denuncia del reportero se documentó de manera puntual en la prensa local –junto con muchas otras raterías de Morena–, el presidente Obrador salió en defensa de Mara Lezama, a quien casi compara con la Madre Teresa de Calcuta.
¿Por qué la defensa a ultranza de las pillerías de gobiernos de Morena? ¿Por qué la pulsión presidencial de imaginar que la bondad, el bien, la honestidad y la eficacia son virtudes que se adquieren por mandato divino –por voluntad del Dios Obrador–, por pertenecer a Morena y, sobre todo, por
¿adorar a López Obrador?
Lo cierto es que en el mundo alterno del presidente mexicano no hay lugar para los políticos corruptos y menos para los malos gobernantes. Todos aquel que ha sido tocado por la mano divina del presidente tiene la certeza de que será visto –sí y sólo sí–, a través de la lente de los mejores, los honestos y los más trabajadores. Y por ello, los ciudadanos debemos dar gracias al cielo.
Y es que a nadie importa si en la realidad de los mortales –la realidad ciudadana–, Morena y sus gobernantes son las peores lacras, los peores en el poder y el gobierno. Y tampoco importa si los estudios de opinión los colocan como los menos capacitados para gobernar.
Lo cierto es que si la realidad de los ciudadanos no es la misma realidad del presidente Obrador, entonces que se joda la realidad ciudadana porque la única que vale es la visión del iluminado de Palacio.
Así, por ejemplo, para López Obrador el peor mandatario del país, el gobernador de Morelos, Cuauhtémoc Blanco, es honesto, trabajador y es el mejor gobernador que has tenido Morelos, a pesar de que los habitantes de esa entidad lo colocaron como el peor de los 32 gobernadores del país.
Lo mismo ocurre con el gobernador de Veracruz, Cuitláhuac García, quien también es de los peor evaluados ya que esa entidad es un cementerio por donde se le vea. Por eso hasta en seis ocasiones Obrador ha salido en defensa de su ineficacia.
Las lista es larga y también alcanza a la jefa de gobierno de Ciudad de México, Claudia Sheinbaum y a la titular de la Conade, Ana Gabriela Guevara.
En todos los casos lo que piensen, lo que vean y prueben los ciudadanos no importa. ¿Por qué?
Porque lo único que importa es que según Obrador esos gobernantes “son los mejores y los más honestos, porque lo digo yo”.
Y si lo dice el rey, debe ser verdad, porque esa es la única verdad que vale en México.
Y ay de aquel que se atreva a cuestionar esa verdad porque, entonces, será perseguido con todo el peso del Estado.
Al tiempo.