Libros de ayer y hoy/Teresa Gil
¡La renuncia confirma un Gobierno fallido!
Todo acto de renuncia es un privilegio íntimo, personalísimo, que sublima valores como la dignidad, la congruencia y el amor propio.
Como lo define el verbo, la renuncia significa el desprendimiento de algo propio –un ser amado, un bien, un proyecto o una ideología–, del que fuimos parte.
Por eso, el tamaño del desprendimiento de ese proyecto, de ese bien o de esa ideología es –al mismo tiempo–, del tamaño de la dignidad del renunciante, de su congruencia y amor propio.
La renuncia de Carlos Urzúa confirma que el hoy ex secretario de Hacienda fue congruente con su dignidad, su experiencia profesional y su amor propio; confirma que, por todo eso, concluyó que no debía seguir como timonel de un barco –la secretaria de Hacienda–, que se dirige al naufragio por la ignorancia del propio presidente Obrador.
Ese es el verdadero mensaje de la renuncia del hoy ex jefe de Hacienda; que el de López Obrador es un gobierno fallido y que la nave de la que era parte Urzúa va a la deriva y será inevitable el naufragio.
¿Y por qué se hunde el barco del gobierno de López Obrador?
El diagnóstico de Carlos Urzúa es puntual, pero al mismo tiempo resulta aterrador; es prueba de que López Obrador no sólo es inexperto sino que es engañado y que ha cometido torpezas que tienen al país al borde de la quiebra.
Por ejemplo. ¿Qué significa que “hubo muchas discrepancias en materia económica”? ¿Cuáles discrepancias? ¿Con quién son las discrepancias? ¿Son con el presidente Obrador, con el Canciller Ebrard, con el Congreso?
Vale recordar que en los gobiernos populistas de Echeverría y López Portillo el fracaso económico se debió a la terquedad de esos mandatarios por centralizar la política económica en la casa presidencial.
Pero no es todo. El propio Urzúa deja escapar algunas pistas. Dice en su carta-renuncia. “En esta administración se han tomado decisiones de políticas públicas sin el suficiente sustento”.
¿Cuáles decisiones? ¿Las tomó el propio presidente o fueron tomadas por sus colaboradores? ¿A cuál sustento se refiere el ex titular de Hacienda?
Más adelante Urzúa se dice convencido de que “toda política económica debe realizarse con base en evidencia, cuidando los diversos efectos que ésta pueda tener y libre de todo extremismo, seas éste de derecha o de izquierda».
El anterior párrafo confirma que las decisiones económicas del gobierno de Obrador son ocurrencias, sin medir efectos negativos y sin que a nadie le importen las consecuencias.
En pocas palabras, lo que está diciendo Carlos Urzúa es que en el gobierno de Obrador estamos en manos de un puñado de ignorantes de los temas económicos y que las decisiones las toman a partir de extremismos de esa izquierda trasnochada y rancia que permea entre cercanos al presidente.
Pero además el propio Carlos Urzúa abunda. “Me resulta inaceptable la imposición de funcionarios que no tienen conocimiento de la Hacienda Pública. Esto fue motivado por personajes influyentes del actual gobierno con un patente conflicto de interés”.
Es decir, detrás de la renuncias del titular de Hacienda también influyó la galopante corrupción en la gestión lopista. ¿Por qué?
Porque queda claro que prolifera la corrupción en su vertiente del amiguismo, el compadrazgo, el privilegio sin reunir los requisitos para ocupar cargos públicos del más alto nivel.
¿Quiénes son “los personajes influyentes” –amigos del presidente–, que han presionado para meter amigos y parientes en los más altos niveles del gobierno lopista?
¿Quiénes son esos aviadores beneficiados de la imposición en Hacienda y en no pocas dependencias del gobierno de Obrador quien, de esa manera, se revela como uno de los gobiernos más corruptos?
Y es que le correspondió al propio ex secretario de Hacienda denuncia la corrupción prohijada por cercanos al presidente, además de “un patente conflicto de interés”.
¿Quién, en el gobierno de Obrador, se beneficia de la corrupción y del conflicto de interés, denunciados por Urzúa? ¿No que se acabó la corrupción?
Pero acaso el problema central sea la ceguera y la sordera del presidente; su arrogancia para no ver y menos escuchar la inconformidad de sus colaboradores, a los que convirtió en floreros que hoy se rebelan.
Si, vivimos “la rebelión de los floreros” y tarde o temprano todo terminará en tragedia, porque sólo se van por la libre aquellos que han sido maltratados.
Dejan solo al presidente, quien pronto caminará como “el rey desnudo”, al que nadie advierte su condición.
Al tiempo.