De norte a sur
Del Templo Mayor
Carlos Ravelo Galindo, afirma:
Sobre la historia de México continúa su plática la historiadora doña Norma Vázquez.
Cortés quería que el Templo Mayor fuera dedicado a la Virgen.
Según lo que explica en 1913, el antropólogo Manuel Gamio encontró unos metros al oriente de la catedral metropolitana de la Ciudad de México, una esquina de lo que fue el Templo Mayor de los mexicas antes de su derrota militar frente a los invasores españoles.
Hasta ese año se desconocía la ubicación del edificio prehispánico.
Sin embargo, tuvieron que pasar varias décadas para poder sacarlo con todas sus ofrendas y todo el pensamiento encerrado en sus estructuras, y así recuperar lo que era esa otra vertiente del México de hoy: el pasado prehispánico, tan rico en toda una serie de presencias y características.
Tales conceptos fueron expresados por el maestro en ciencias arqueológicas Eduardo Matos Moctezuma, durante su intervención en el ciclo de conferencias ‘En torno a la Conquista’, organizado por el Centro de Estudios de Historia de México (CEHM).
Recordemos, puntualizó el experto, que en un momento dado Hernán Cortés, acompañado del tlatoani Moctezuma, subió al Templo Mayor, donde pretendía o por lo menos sugería que debería ponerse una imagen de la virgen. De inmediato los sacerdotes mexicas le dijeron que no, que ahí estaban sus dioses, los cuales habían sido benévolos y no permitieron que pusiera nada. En esta primera escaramuza ideológica Cortés no tuvo éxito, pero la idea siguió latente.
El Templo Mayor tenía siete etapas de agrandamiento y la última fue la que vieron y demolieron los españoles. Lo que apareció arqueológicamente de esta etapa, fue sólo la huella de donde se alzaba el edificio y escasos vestigios del lado norte, pero prácticamente fue arrasado hasta los cimientos como parte de la lucha militar e ideológica.
Afortunadamente, precisó el maestro Matos Moctezuma, las seis etapas anteriores estaban más protegidas y, aunque fueron mutiladas en sus partes superiores, se conservan los elementos de las escalinatas superpuestas, porque se levantaba un templo y luego cuando quería agrandarse se rellenaba para hacer la ampliación por los cuatro lados. De esa manera, el edificio crecía en tamaño.
Ahí se encontró el gran piso de la etapa seis, la previa a la llegada de los españoles con el gobierno de Ahuízotl; estaban las diferentes lajas que conformaban el piso de la gran plaza del centro ceremonial, así como el cuerpo del Templo Mayor y adentro se hallaron otras etapas, apuntó el arqueólogo. “Según hemos podido detectar, (cada etapa) más o menos correspondía a cada tlatoani que quería quedar bien con los dioses y con el pueblo”, relató.
La etapa más antigua corresponde al año 1390. En ella “fueron encontrados pedazos de los dos adoratorios de la parte alta, uno dedicado a Huitzilopochtli, con urnas funerarias seguramente de personajes muy importantes del imperio, y enfrente del adoratorio la piedra de sacrificios, porque era el lado de la muerte, del sacrificio, del dios solar y de la guerra; el otro era para Tláloc, ahí se halló un chac mool enfrente de la puerta del adoratorio, escultura que conservó los pigmentos de los colores originales”, dijo Matos.
En la etapa tres, correspondiente más o menos a 1430, fueron localizadas unas esculturas reclinadas sobre la escalinata del lado de Huitzilopochtli; en la etapa cuatro se hallaron unas enormes cabezas de serpientes de unos seis o siete metros de extensión y todavía guardan su policromía en algunos casos, además del altar de las ranas en el lado de Tláloc.
“En este momento se nota que hay mayor riqueza de expresión en la arquitectura, la escultura y los acabados”, consideró.
Ya en la etapa seis, más o menos del año 1500, vemos un adoratorio con cráneos esculpidos con estuco que los recubre y está al norte porque era el Mictlán, el área de la muerte, del frio, del cuchillo de sacrificio. En todos estos hallazgos hay una lógica de lo que era su cosmovisión, su concepción misma del universo, expuso Matos Moctezuma, quien fue director del Proyecto Templo Mayor y del museo de sitio de esa zona.
A esa etapa pertenecen los llamados templos rojos, uno al norte y otro al sur del Templo Mayor, cuyos colores muy vivos, rojos, blancos, negros, aún se conservan; asimismo el recinto de los caballeros águila, donde pueden verse banquetas policromadas que servían para determinadas ceremonias, pero sobre todo cuando entronizaban a un nuevo tlatoani.
Cuando se hicieron trabajos para evitar el resquebrajamiento de la catedral -explicó el conferencista-, los ingenieros decidieron abrir grandes pozos y se encontraron vestigios arqueológicos: había un juego de pelota y tres edificios debajo de la entrada de la catedral, que era lo que provocaba el deterioro del templo católico.
Las excavaciones continuaron y en pleno siglo XXI hubo un hallazgo excepcional. En octubre de 2006, frente a la escalinata de la etapa seis apareció Tlaltecuhtli, una escultura monumental, una de las más grandes encontradas ya que tiene cerca de cuatro metros por lado, que representa a la diosa de la tierra, cuya función era devorar los cadáveres y después parirlos para que fueran a su destino.
En 2011 se encontró un edificio circular identificado como el templo de Cuauchicalco, un lugar de enterramiento de tlatoanis; es un edificio muy importante por el significado y está exactamente frente al templo, añadió el ponente.
Hace 500 años la conquista de México representó la lucha y el encuentro entre dos maneras muy diferentes de pensamiento: el occidental que provenía de Europa y el del mundo mesoamericano, pero también de dos formas de expresión económica, política y religiosa.
El resultado de aquello es el México de hoy, concluye doña Norma.