Abanico
¡Tres derrotas de AMLO, tres!
En sólo 24 horas, el presidente mexicano recibió tres severas derrotas que, como en pocas ocasiones, exhiben las contradicciones de su gobierno.
La primera, como saben, fue el “palo” que el Tribunal Federal Electoral le dio a la “Ley Bonilla”, al rechazar que el gobernador electo de Baja California, Jaime Bonilla, se quede en el cargo hasta por cinco años.
El segundo revés fue la impensable revelación del Instituto Nacional de Transparencia que exhibió la relación de personas físicas y morales que recibieron un reembolso de impuestos. Entre ellos aparece nada menos que la presidenta del partido Morena, la señora Yeidckol Polevnsky, entre otros.
Y la tercera derrota fue el fracaso del montaje de los “Escudos de Paz”; ciudadanos dizque voluntarios para impedir el vandalismo en la marcha por el 51 aniversario del 2 de octubre de 1968.
En los tres casos los adversarios presidenciales encontraron una veta política impensable que se sumó al ya incontenible descrédito presidencial.
Pero de los tres el revés más llamativo es el propinado por el Tribunal Federal Electoral, que luego de una minuciosa indagatoria concluyó que la llamada “Ley Bonilla” no sólo era inconstitucional sino que el gobernador electo de Baja California, Jaime Bonilla, sólo gobernará por dos años.
¿Cuál es la importancia del fracaso de Morena y del presidente Obrador, en el caso de la “Ley Bonilla”? ¿Qué significa que por mandato judicial se cancela la reelección que pretendían Bonilla y Morena, en Baja California?
El mensaje es claro. Se trata de un rechazo contundente a todas las formas y los intentos de reelección que pretende el gobierno de AMLO.
Dicho de otro modo, que a pesar de la fuerza del Congreso de Baja California, a pesar de las trampas legales, a pesar del aval de Morena y del propio presidente Obrador, en México nadie está dispuesto a regresar a la reelección, según lo establece la Carta Magna.
Acaso por ello, el propio presidente se obligó a declararse “respetuoso” de la resolución del Tribunal Electoral. Pero no fue todo, López Obrador cambió el discurso sobre la reelección y ya no dijo que esperará “lo que diga las gente” sino que tajante señaló que se jubilará en 2024. ¿Debemos creerle?
Como se explicó arriba, la segunda derrota es también de proporciones impensables. ¿Por qué? Porque sin que el presidente se enterara de lo que venía, el Instituto de Transparencia reveló los casos de personas físicas y morales a las que el SAT condonó impuestos.
¿Y qué creen?
Que muchas empresas de la llamada “mafia del poder” aparecen en ese listado. Pero, sobre todo, destacan dos reputadas mujeres militantes de Morena que, en no pocas ocasiones, cuestionaron que el SAT perdona impuestos a las grandes empresas y a los empresarios, a costilla de los ciudadanos.
Aparecieron nada menos que Yeidckol Polevnsky, la presidenta del partido Morena y brazo derecho del presidente Obrador y la ex corredora y senadora por el partido Morena, Ana Gabriela Guevara.
Y aquí de nuevo vale preguntar. ¿Por qué fue demoledor el escándalo de la devolución fiscal a favor de militantes de Morena?
Porque exhibe –de cuerpo completo–, el retrato de los tramposos que evaden el fisco y que consiguen devoluciones millonarias de impuestos y que también están en Morena, no sólo en la llamada “mafia del poder”.
¿Cuántas veces el candidato y luego el presidente Obrador gritó por el país que en su gobierno no había privilegiados de la condonación fiscal?
El Instituto de Transparencia desmintió al presidente y, por ello, en una suerte de venganza, Obrador calificó a dicha institución como “inservible”.
Pero el mayor fracaso de todos resultó la estratagema de los llamados “Cinturones de Paz”; intento de engaño colectivo severamente apaleado en las redes sociales.
¿Por qué fue apaleado en redes, luego que el propio López Obrador dijo que era la solución al vandalismo?
Porque, a querer o no, se llevó a miles de empleados públicos, en contra de su voluntad, a un riesgo que pudo ser trágico.
Quedó claro que fueron violentados los derechos humanos, laborales y hasta la libertad de expresión de los empleados del gobierno capitalino a quienes se convirtió en “botargas” de un feo montaje “engañabobos”.
La peor tragedia es que los miles de empleados públicos llevados “al matadero” de la trifulca callejera, se convirtieron en peones del hacendado de horca y cuchillo que lo usa como esclavos.
¿Y los sindicatos, y la Comisión de Derechos Humanos de la CDMX? ¿Y las organizaciones internacionales del trabajo?
A nadie le importó que Claudia Sheinbaum convirtiera en esclavos a los empleados públicos.
Al tiempo.