Alfa omega/Jorge Herrera Valenzuela
Luis Raúl González Pérez
Por: Ernesto Villanueva
Las miserias humanas son elementos inherentes a las formas de pensar y hacer en la vida pública y privada. En los próximos días habrá de designarse a la persona que sustituya a Luis Raúl González Pérez como presidente de la Comisión Nacional de Derechos Humanos /CNDH), quien deja ese cargo en medio de polémica y polarización con razones y sin ellas. Dejo constancia aquí y ahora mis percepciones sobre la persona de Luis Raúl a quien conocí en la UNAM, por nuestra mutua cercanía con Jorge Carpizo, con quien entablé una buena amistad y aprendí de sus valores morales y compromisos puntuales con el interés público. En ese contexto conviví de cerca con Luis Raúl a su paso por diversas responsabilidades, algunas dentro de la propia CNDH antes de ser su titular y después como abogado general de la UNAM. Veamos.
Primero. Debo apuntar lo que me consta: Puedo afirmar con plena certeza que Luis Raúl es un hombre honesto, trabajador y con una lealtad institucional que le permitió transitar por los altibajos del sector público. Esas prendas personales las ha mantenido como sello distintivo de su quehacer tanto en la vida privada como en el ejercicio de cargos públicos. Por supuesto, jamás podría decir, ni por asomo, que se acerque a la perfección o a alguna impronta cercana a esa figura. Nada de lo humano le es ajeno. En otro contexto, Luis Raúl hubiera sido un gran presidente de la CNDH. El cambio no de gobierno, sino de régimen político, impactó sobremanera en el estilo de gobernar y en las formas de dialogar con el poder público. Las primeras decisiones de Luis Raúl de cara al gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador cuestionando los topes salariales y haciendo causa común con algunos puntos de vista de los detractores de la 4T le generó un aislamiento creciente, del que no pudo reciclarse ni convertirse en un factor de diálogo y de contrapeso interno para después formalizar la parte institucional.
Segundo. El problema de Luis Raúl en la CNDH fue la forma- que en el régimen anterior siempre había cuidado conociendo de primera mano los cómos del trato con el poder- no tanto el qué. Rápidamente fue convertido en detractor y le fue muy difícil generar comunicación interna con los tomadores de decisión dentro de la 4T, que procesan el ejercicio gubernamental de manera sustancialmente distinta al régimen anterior. Estoy seguro que Luis Raúl hubiera sido un valioso activo en este proceso de nuevo diseño institucional no sólo en el tema de Derechos Humanos- su responsabilidad institucional- sino en otros más, pero no tuvo el beneficio de la duda y, por consiguiente, no pudo desplegar sus habilidades cognitivas que mucho se requieren en estos tiempos donde las políticas públicas en varios rubros están sujetas al método de ensayo y error, que hoy se advierten con mayor intensidad porque el cambio del papel del Estado es de fondo no sólo de forma como en el régimen anterior.
Tercero. En este último tramo de su vida pública en la CNDH, Luis Raúl tuvo la atingencia de rodearse de elementos jóvenes con grandes capacidades como Joaquín Narro Lobo (quien resistió las campañas internas por la portación de padre prohibido, el Dr. José Narro Robles- quien al margen de sus posturas y decisiones políticas de las que discrepo- sería injusto no reconocer su gran calidad humana y su austeridad de vida muchísimo antes de que fuera una decisión de gobierno) quien tiene mucho que aportar al país como lo ha demostrado ya a su paso en la CNDH, quien cumplió brillantemente su encargo.