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CIUDAD DE MÉXICO, 29 de octubre de 2019. — Faltan sólo tres días para el Día de Todos los Santos y cuatro para el Día de Muertos, por lo que en los hogares mexicanos ya se preparan para poner un altar con sus ofrendas.
Aquí les compartimos lo básico que contiene una ofrenda, según la tradición que es reconocida como una de las festividades indígenas que forman parte de la Lista del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO, por sus siglas en inglés).
La ofrenda de Día de Muertos es una mezcla de la cultura prehispánica y la tradición católica que el pueblo mexicano ha adaptado a la perfección.
Es la creencia de que nuestros seres queridos regresan en estas fechas para disfrutar de la comida, bebidas y demás que se les ofrece.
Hay quienes colocan la ofrenda desde antes del 28 de octubre para los muertos que perdieron la vida de manera violenta; ya sea en un accidente o asesinados. Así como el 29 para los difuntos olvidados.
Mientras que el 30 y 31 de octubre llegan las almas de los limbos, es decir, los niños que murieron sin ser bautizados. En una habitación, se destina un espacio en una mesa o repisa que cuente con niveles, ya sea dos para representar el cielo y la tierra, 3 o 4 niveles, pues se agrega el concepto de purgatorio.
Algunas veces se adiciona un arco en la parte superior del altar, este significa la entrada al mundo de los muertos, se puede adornar con limonarias y flor de cempasúchil.
El Día de Muertos en la cosmovisión indígena implica el retorno transitorio de las ánimas de los difuntos, quienes regresan a casa, al mundo de los vivos, para convivir con los familiares y para nutrirse de la esencia del alimento que se les ofrece en los altares puestos en sus honor. Su origen se ubica en el sincretismo entre la celebración de los rituales religiosos católicos traídos por los españoles y la conmemoración del día de muertos que los indígenas realizaban desde los tiempos prehispánicos; los antiguos mexicanos, o mexicas, mixtecas, texcocanos, zapotecas, tlaxcaltecas, totonacas y otros pueblos originarios de nuestro país, trasladaron la veneración de sus muertos al calendario cristiano, la cual coincidía con el final del ciclo agrícola del maíz, principal cultivo alimentario del país.
La celebración del Día de Muertos se lleva a cabo entre finales de octubre y los primeros días de noviembre, si bien popularmente se asocia principalmente a los días 1 y 2 de noviembre.
Esto es así porque la celebración de los difuntos se divide en categorías y en un día específico de culto en función de la edad y causa del fallecimiento. De acuerdo con el calendario católico, el 1 de noviembre corresponde a Todos los Santos, día dedicado a los “muertos chiquitos” o niños, y el día 2 de noviembre a los Fieles Difuntos, es decir, a los adultos. En algunos lugares del país el 28 de octubre se destina a las personas que murieron a causa de un accidente o de manera trágica, y el día 30 se espera la llegada de las almas de los limbos o limbitos, los niños que murieron sin haber sido bautizados.