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CIUDAD DE MÉXICO, 16 de febrero de 2020.- A partir del enjambre sísmico que ocurre en Michoacán desde el 5 de enero de 2020, científicos de la UNAM analizan sus probables orígenes. “No hay garantía de que se trate del nacimiento de un volcán, como se ha especulado; debemos hacer observaciones por mayor tiempo”, advirtió Hugo Delgado Granados, director del Instituto de Geofísica (IGf).
Por lo pronto, en México un grupo multidisciplinario de 50 científicos hacen monitoreo permanente. “Medimos una serie de factores para discernir qué tipo de fenómeno es”, apuntó.
De acuerdo con un comunicado de la máxima casa de estudios, el equipo está conformado por expertos de los institutos de Geofísica e Ingeniería; de la Facultad de Ingeniería y del Centro de Geociencias de la UNAM, además de las universidades de Colima y Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, coordinados por el Centro Nacional de Prevención de Desastres (Cenapred).
El grupo de expertos considera que estos eventos posiblemente se deban a condiciones magmáticas, pero “un evento magmático no forzosamente termina en el nacimiento de un volcán. Hay que tener mucho cuidado y evitar especulaciones y noticias falsas”, aclaró.
Tras su análisis, los universitarios podrán definir si además de un evento tectónico se trata de uno magmático, y en caso de serlo, evaluarán la posibilidad de que el magma salga a la superficie.
Enjambre sísmico
Los enjambres sísmicos están asociados a rupturas múltiples: varias rocas de la corteza se rompen a distintas profundidades debido a los cambios en los esfuerzos. “Si se aprieta, cuando se rompe libera energía acumulada; esa energía es sísmica, de movimientos o vibraciones del terreno”, explicó.
Lo que ocurre en Michoacán es el rompimiento en distintos niveles, entre 40 y cinco kilómetros de profundidad; la mayor parte a unos 15 kilómetros. Esto lo reporta oportunamente el Servicio Sismológico Nacional (SSN), adscrito al IGf, resaltó.
Delgado Granados expuso que si la naturaleza de estos movimientos es tectónica, “significa que se originan dentro de una placa, y en ese caso no es la primera vez que ocurren en Michoacán. “Tenemos cuando menos cuatro eventos en 1997, 1999, 2006 y 2020”.
La otra posibilidad es que sea un evento magmático. “Cuando se inyecta magma, que viene de zonas profundas, éste empuja y provoca una serie de esfuerzos, que se distribuyen sobre la corteza, y cambian y obligan a que las rocas se rompan a lo largo de fallas y fracturas. Si es un cuerpo magmático el que está ascendiendo y provocando el enjambre, hay posibilidades de que el cuerpo magmático quede dentro de la superficie, o que salga y eventualmente nazca un volcán”, detalló.
Pero lo ocurrido en Michoacán no forzosamente significa que nacerá un volcán, reiteró Delgado, quien recordó que ha habido muchos eventos (enjambres sísmicos) en México y el mundo, y el magma no ha sido del volumen suficiente para generar una erupción.
“Hace cinco años, en la región chilena de Aysén hubo un enjambre; se creía que nacería un volcán, pero no fue así; aunque se reconoció como un evento relacionado con el ascenso de magma, éste no salió”.
Delgado recordó que cuando nacieron los volcanes Paricutín y Jorullo, en Michoacán, los sismos eran sentidos por la gente, y en este momento los reportes son del SSN, porque para la población han pasado desapercibidos.
“Cuando nació el Paricutín la sismicidad era tan fuerte que fue detectada en las estaciones de Guadalajara y la de Tacubaya, en la Ciudad de México, y ahora únicamente es registrada por estaciones más cercanas”, concluyó.