Libros de ayer y hoy/Teresa Gil
El tiempo corre en contra de Napoleón Gómez Urrutia.
Napito, el heredero del imperio sindical minero formado por su padre Napoleón Gómez Sada, intenta dar un golpe político.
Pero no lo dejan.
Su protector, ya saben quién, lo repatrió de Canadá tras 12 años de huir por acusaciones de robar 55 millones de dólares a mineros de Coahuila.
Llegó clandestinamente al país e introducido en secreto al Senado de la República, donde le fue entregada la credencial de su fuero legislativo.
Luego recibió la venia superior para intentar competir con el movimiento obrero tradicional, del cual era miembro hasta la acusación de 2006.
Su Sindicato Nacional de Trabajadores Mineros, Metalúrgicos, Siderúrgicos y Similares de la República Mexicana (STMMSRM) era parte activa de la Confederación de Trabajadores de México (CTM).
Lo arropaban Leonardo Rodríguez Alcaine y Joaquín Gamboa Pascoe como antes, a la muerte de su padre, lo protegía Fidel Velázquez.
Rechazo del gabinete
Pero hoy no cuenta con ninguna protección.
Ni de quienes lo amparaban en los tiempos priístas ni por quien lo rescató a cambio de su apoyo económico para llegar al poder en 2018.
Sustituido en las preferencias políticas por Pedro Haces, intentó ganar espacio con la propuesta de desaparecer la subcontratación.
El famoso outsourcing, práctica multiplicada en los pasados tres sexenios con la cual se triangulan las relaciones laborales.
Más claro: una compañía contrata y otra recibe los servicios de empleados y obreros aunque las responsabilidades recaigan en el intermediario.
Pero la propuesta de Napoleón Gómez Urrutia no ha echado raíces porque todos se oponen: legisladores, patrones y gran parte de las centrales obreras.
En la mediación, el jefe del control político del Senado, Ricardo Monreal, endurece leyes para esa costumbre sin erradicarla.
Hasta aquí lo conocido.
Lo desconocido es el choque de Napito con altos funcionarios del gobierno actual, entre ellos la secretaria del Trabajo y Previsión Social, Luisa María Alcalde.
Están contra su postura porque, argumentan, trastocaría las relaciones laborales y desalentaría la inversión cuando más necesita recursos el país.
Por lo anterior, si usted ve a don Napoleón Gómez Urrutia más atento a sus relaciones sindicales internacionales y en especial con Estados Unidos y Canadá, ya sabe por qué.
En México se le cierran los espacios.
Cañonazo de Renato
Los captores del ecuatoriano Renato Ibarra y acompañantes merecen un reconocimiento.
Les ofrecieron dinero para no reportar las lesiones a la esposa del futbolista, por cierto embarazada, y a otra mujer presente en la fiesta.
Un agente dio la cifra de la última oferta, cuando se sintieron cercados, por desentenderse del caso: cinco millones de pesos.
No arreglo con ellos, pero quien sorprende con su declaración de no violencia es su esposa, como si no hubiese expediente hospitalario.
La otra parte no admite duda ni réplica: el Club América dio de baja definitivamente a Renato Ibarra pese al contrato vigente hasta 2023.
Con un buen agregado por parte de la empresa de Emilio Azcárraga Jean: asume la violencia de género como inaceptable en un gremio muy dado por lo menos al acoso.
Pumas de la UNAM revivió un caso de este tipo pendientes desde 2017 y también cesó sus relaciones con Marco García.