El concierto del músico/Rodrigo Aridjis
En México ya vivimos en dictadura; la dictadura de Andrés Manuel López Obrador.
Y, la mejor prueba de esa dictadura es que, a partir de que el dictador mexicano dijo que las pandemias sanitaria y económica “le cayeron como anillo al dedo”, López Obrador decretó un “Estado de Excepción” que, por ello, fue el tiro de gracia para el “Estado de Derecho” y para la democracia.
En efecto, hoy el presidente Obrador hace lo que quiere; violenta la Constitución todos los días, decide informes y consultas a su antojo; impone reglas a modo, decreta Estado de Emergencia sin consultar al Congreso y, sobre todo, se burla de los Poderes de la Unión y de los ciudadanos.
Pero vamos por partes.
Cuando Obrador decretó que los mexicanos deben quedarse en casa, para impedir la propagación del Covid-19, pero él sigue sus periplos de fin de semana, no sólo viola la ley sino impone un Estado de Excepción.
Cuando impone por su voluntad un “informe de gobierno” –que viola la Constitución–, Obrador imponiendo un Estado de Excepción que viola el Estado de Derecho.
Cuando el presidente decide bajar salarios y cancelar el aguinaldo de los funcionarios públicos, no sólo está violando la ley sino imponiendo un Estado de Excepción, sobre todo porque fustiga a los empresarios que pretenden bajar salarios y quitar aguinaldo.
Pero el más grave y aberrante Estado de Excepción lo impuso el dictador Obrador cuando decretó suspender todas las actividades no prioritarias a causa de una emergencia sanitaria como el Covid-19, menos sus proyectos caprichosos, como el Tren Maya, Dos Bocas y Santa Lucía.
¿Y, por que es grave y aberrante el último Estado de Excepción?
Porque López Obrador viola, de manera flagrante, el artículo 29 Constitucional, que establece lo siguiente. “En los casos de invasión, perturbación grave de la paz pública, o de cualquier otro que ponga a la sociedad en grave peligro o conflicto, solamente el Presidente de los Estados Unidos Mexicanos, con la aprobación del Congreso de la Unión o de la Comisión Permanente… podrá restringir o suspender en todo el país o en algún lugar determinado el ejercicio de los derechos y las garantías que fuesen obstáculo para hacer frente, rápida y fácilmente a la situación…”.
Obrador ignoró al Congreso, privilegio sus obras caprichosas e instauró un grosero Estado de Excepción, propio de un dictador.
¿Y qué dijeron a esa violación constitucional los diputados y senadores de Morena, del PAN, del PRI y PRD? ¿Qué han dicho intelectuales y empresarios; que han dicho periodistas y juristas?
Casi todos callan y solapan al dictador, porque no les importa perder derechos y libertades; callan por cobardía, por temor y por indignidad.
Desde antes del 2 de julio de 2018, aquí dijimos que, ante un eventual triunfo de López Obrador, viviríamos bajo una dictadura.
Dijimos que con López Obrador en el poder presidencial, la dictadura mexicana se encaminaría a una burda copia de lo que hoy viven en Cuba y/o en Venezuela.
Dijimos que en dictadura, los mexicanos perderíamos libertades que nos costaron décadas ganar y que, de facto, el dictador Obrador haría lo que le plazca, sin que nadie pudiera ser capaz de hacer valer el Estado de Derecho.
Y dijimos que entregar el voto mayoritario a un solo hombre y a un solo partido, no sólo era un suicidio político para los ciudadanos, sino una costosa apuesta por el fin de la joven democracia mexicana.
Sin embargo, pocos entendieron el grave riesgo de llevar al poder presidencial a un político como López Obrador; un dictador en toda la extensión de la palabra, un destructor de la democracia que, curiosamente, hoy dio un paso definitivo para consolidar su dictadura: decretó el Estado de Excepción.
Sí, en medio del silencio cómplice del Congreso, de los legisladores de su partido, de los opositores, de los empresarios y de los ciudadanos en general, Obrador disolvió el “Estado de Derecho” y dio un paso gigantesco en dirección al “Estado de Excepción”.
Y es posible que no le importe al PRI, tampoco al PAN y menos al PRD el significa de un Estado de Excepción. Es posible que los empresarios mexicanos ignoren el significado de lo que estamos viviendo.
Incluso es posible que los “brillantes” intelectuales mexicanos dejen hacer y dejen pasar las ocurrencias de AMLO, porque le parece poca cosa el “Estado de Excepción”. Incluso no sabemos qué voltea para otro lado ante la imposición del Estado de Excepción.
Lo que si sabemos, sin embargo, es que la muerte del “Estado de Derecho” es, al mismo tiempo, la muerte de la democracia mexicana.
Y sí, López Obrador le dio el tiro de gracia a esa democracia.
Al tiempo.