El agua, un derecho del pueblo
¿A poco aún no saben quién es Obrador?
La pregunta se debe repetir de la misma manera en que la formulamos pocos días antes de la elección presidencial del 2 de julio de 2018.
Y es que en aquella fecha preguntamos si los potenciales electores tenían claro que, votar por López Obrador, era no solo un peligro para México sino un riesgo para el futuro de sus familias.
Y, como seguramente algunos recuerdan, las reiteradas advertencias sobre el riesgo que significaba una victoria de AMLO, nos valió la más feroz persecución que recuerde la historia, contra un periodista crítico en México.
Una difamación de magnitudes colosales, globales, que costó decenas de millones de pesos para callar a una voz crítica de López Obrador; una voz que hasta hoy ha resultado certera en todas sus críticas y sus pronósticos.
Sin embargo, de nueva cuenta hoy debemos formular la misma pregunta, luego de casi 2 años de la victoria de López Obrador.
¿De verdad, luego de 16 meses del peor gobierno y de escalofriantes experiencias, aún no saben quién es Andrés Manuel López Obrador?
¿De verdad no han entendido que es el político más ciego, más sordo y de pensamiento más limitado, como para escuchar otras voces, otras opiniones y otros datos? ¿No han entendido que no le interesa voltear a ver la realidad?
¿No saben que es uno de los presidentes más ignorantes y analfabetas de la historia, al grado de confundir “el sistema respiratorio”, con “el sistema urinario”?
Y resulta obligado repreguntar porque, hoy, en medio de las peores pandemias que vive la humanidad –y a casi dos años de aquel 2 de julio de 2018–, muchos mexicanos siguen creyendo que ese peculiar líder social y político, motejado como AMLO, puede cambiar y hasta volver sobre sus propios pasos para modificar su limitado e histérico pensamiento.
Obrador ya es presidente, ya dio muestras claras de su resentimiento y su rencor contra políticos, empresarios y periodistas; ya mostró que nada le importa tirar el dinero público y que poco le importan los pobres y… aún así, muchos creen que puede cambiar.
Bueno, en el extremo de la candidez, algunos hasta creen que López Obrador se puede convertir en el nuevo salvador de la patria y que en una impensable “vuelta de tuerca” amanecerá transformado en un gigante capaz de llevar a buen puerto a la nave que se hunde de manera inexorable.
Sí, por increíble que parezca, así lo pensaban muchos políticos, líderes empresariales y hasta aplaudidores de Morena, antes del supuesto informe del pasado domingo; donde muchos parecían esperanzados en que, al final, el ciego presidente fuera capaz de abrir los ojos para darse cuenta que lleva a México al despeñadero.
Candorosos le escribieron: “¡Andrés, es la última oportunidad de que te conviertas en el líder que requiere México; sólo falta tu decisión!” Otros, más bobos, tuteaban a López como si con eso pudieran hacer posible el milagro de curar la sordera, la ceguera y la estulticia del presidente mexicano: “Querido Andrés, tienes todo para modificar el rumbo”. Nadie consiguió nada.
Lo cierto, sin embargo, es que, si hay un hombre congruente en México, ese mexicano se llama Andrés y se apellida López Obrador.
¿López Obrador congruente?
En efecto, el presidente mexicano es congruente en mantener vivo su odio contra todo aquel que se atreve a contradecirlo y, no se diga contra quienes lo han ridiculizado o lo han derrotado en el terreno político y personal. Y si lo dudan, ahí están los casos de políticos y empresarios perseguidos y encarcelados por López.
Obrador es congruente con su sed de venganza, como la vemos todos los días, a todas horas, cuando se lanzada contra el ex presidente Calderón, convertido en “el villano favorito” de sus aplaudidores.
Es congruente con su odio hacia sus críticos mediáticos, a quienes todos los días difama y calumnia en su pedestal mañanero.
López es congruente en su odio contra la ciencia y contra los científicos, a quienes quita recursos, calumnia y difama a placer.
Obrador es congruente en su odio hacia grandes obras que nunca podrá llevar a cabo y a las que, como el NAIM, prefiere destruir.
El presidente mexicano es congruente con su cultura antidemocrática, con su patología mentirosa, con su deshonestidad intelectual y con la opacidad de toda su vida; congruente con su alianza con el crimen organizado y con las bandas criminales; congruente con su odio a la clase media, a la que parece empeñado en desaparecer y, sobre todo, congruente con su amor a los pobres, a los que multiplico de manera milagrosa.
Cuando era candidato, muchos decían que no se atrevería a llevar adelante sus descabelladas promesas de campaña.
Aquí siempre dijimos que sí creíamos en López Obrador; en el político que más ha odiado a México y a los mexicanos.
Y, en efecto, tampoco en eso nos equivocamos.
Al tiempo.