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CIUDAD DE MÉXICO, 1 de mayo de 2020.- Cuando olfateó en la revista española Rockdelux una reseña de un disco de Suede, donde se describía el temario del vocal de la banda inglesa, Brett Anderson, como «ir tú y yo contra el mundo», Alejandro González Castillo ya no miró atrás y siguió el rastro de sus crónicas perras y callejeras, las cuales ladra en su nuevo libro Manual de Carroña.
«Creo que le dio al clavo. Así suena Suede. Porque la música del grupo refuerza los pasajes donde Brett habla de demoler paredes en pareja, en nombre de la pasión amorosa. Es una suerte de romanticismo guerrero el de ese grupo. Con un poco de suerte, todos hemos vivido una relación así de fervorosa; aunque musicalizarla con Suede le ofrece una dimensión justamente bélica al asunto», externó el periodista musical.
Añadió que le tiene un afecto especial a esa agrupación porque fue tras escuchar uno de sus álbumes que decidió, hace ya varios años, escribir una reseña que, desde su adolescente punto de vista, valía la pena mostrarle a otros. Cuando eso ocurrió ya no hubo vuelta atrás, se dedicó a escribir de música. «Y aquí estoy, ahora mismo».
Una anécdota, con más croquetas, que aúlla Alex en su libro de crónicas, a las cuales llama perras, porque muerden y, además, dejan un camino de sangre mientras andan, debido a que están en brama. Son historias callejeras, con ánimo punk y confesionales. Textos donde, más que retratar cómo se gana la vida ejerciendo el periodismo, retrata la forma en que se la pasa perdiendo.
En entrevista por correo electrónico, «para medir mis palabras, porque soy un poco hocicón», González Castillo rememoró, también, qué lo motivó a plasmar sus vivencias que movieron la cola por primera vez en su perrera de toda la vida: la colonia San Felipe de Jesús, alcaldía Gustavo A. Madero:
«J.M. Servín me invitó a hacer un libro en su editorial, Producciones El Salario del Miedo. Por supuesto que acepté. Me ofreció libertad absoluta para escribir de lo que quisiera siempre y cuando se tratase de ejercer la crónica, mi género periodístico favorito.
«Recopilé algunos textos que tenía publicados en diversos medios y digamos que los remastericé; luego, escribí otros más. Todo esto terminó en Manual de Carroña; más de veinte crónicas donde la música opera como eje central (esquina con República del Salvador)».
Y fue así –subrayó– que en esta obra fue hondamente sincero mientras la escribía, pues la literatura debe ser así y jamás pretendió mostrarse como el que las puede todas; se asoma como un peatón común, perdido en la ciudad, un ciudadano más o menos listo para sortear las trampas que vayan apareciendo en el camino.
«Así que me asaltan, me roban y me hacen extraviar los cabales; pero también engaño, corrompo y me aprovecho de ciertas situaciones. Leerme a mí mismo, en ese sentido, no fue del todo placentero. Escribir es un acto de reconocimiento que puede ser demoledor. Ahora mismo estoy en ese proceso, intentando comprender mi obrar en cada una de esas crónicas», reconoció Alejandro González Castillo.
Puliéndose como coordinador del libro 100 Discos Esenciales del Rock Mexicano (2012) y en las publicaciones Vice, Playboy, Proceso, Nexos y Tierra Adentro, aún recuerda su primer ladrido profesional, que lo empujó a liderar, con otros, la manada del periodismo musical en México, hasta dejar huella en Manual de Carroña:
«En su momento fui a ver a The Mars Volta al Circo Volador y escribí una crónica del suceso, un texto donde abordaba el trauma que eso significó para mí. En esos días enviaba mi trabajo por correo electrónico a todas las revistas de música que existían, siempre sin respuesta. Sin embargo esa crónica tuvo otra suerte».
Pues el editor de La Mosca (Hugo García Michel), le pidió publicarla. Entonces aquella revista operaba como voz de mando en los terrenos del rock local, así que –contó– se emocionó mucho, y más cuando descubrió, tras ver el número de aquel mes en el puesto de periódicos, que su vecino de texto era nada menos que José Agustín. «En ese rol tengo muchas anécdotas, la mayoría sin final feliz. Ya habrá tiempo de escribirlas», pues Manual de Carroña ya está terminado y se puede olfatear en las librerías.