El concierto del músico/Rodrigo Aridjis
Procuremos ser buenos hijos
Carlos Ravelo Galindo, afirma:
A nuestros escasos 90 años de vida nada más justo que recordar a diario, pero hoy más que nunca, a las mujeres que han dado vida en el mundo.
En primera persona a María Teresa, nuestra madre.
A Bety, por mis cuatro hijos.
A mis nueras por mis diez nietos.
Y a mis nietas por mis nueve bisnietos.
Esperamos conocer, palabra, a nuestros choznos.
Y llegar como don F a celebrar, este año, su 104 aniversario, allá en San Juan del Rio, Querétaro. Donde vive con sus hijos.
Y después de este breviario cultural como homenaje a todas, a todas las madres la canción que nuestro hijo Jorge Alberto Ravelo Reyes cantó hace 54 años, cuando tenía seis, a su mamá Bety.
Fue en la pre primaria del Instituto Cumbres, de Rosedal 50, y era su maestra la madre María Luisa.
Con el entusiasmo como lo hizo entonces y lo hace todavía, a sus 60, como abogado egresado de la Anáhuac, nosotros la cantamos a ellas.
Madrecita del alma querida
En mi pecho yo llevo una flor
No te importe el color que ella tenga
Porque al fin tú eres, madre, una flor
Tu cariño es mi bien, madrecita
En mi vida tú has sido y serás
El refugio de todas mis penas
Y la cuna de amor y verdad
Aunque amores yo tenga en la vida
Que me llenen de felicidad
Como el tuyo jamás, madre mía
Como el tuyo no habré de encontrar
Aún recordamos con alegría su vocecita que este día la compartimos con todas las que han dado vida en este mundo.
Y un consejo de una abuela, con algo de gracia.
En su día con devoción.
Un predicador cuya esposa esperaba un bebé, fue ante la congregación y pidió un aumento.
Luego de mucha discusión, aprobaron una regla: cada vez que la familia del hombre se expandiera, también lo haría su cheque de pago.
Después de 6 niños, esto comenzó a ser bastante costoso y la Congregación decidió celebrar otra reunión para discutir el salario del pastor.
Hubo mucha molestia y disputas sobre cuánto le costaban a la iglesia los hijos adicionales del orador.
Finalmente, el Pastor se levantó y habló a la multitud:
«Los niños son un regalo de Dios», dijo.
Entonces la asistencia quedó en silencio total.
En el banco de atrás, había una viejecita que se puso de pie y con su voz débil dijo:
«La lluvia también es un regalo de Dios, pero cuando recibimos demasiada, entonces nos ponemos botas».
Y la congregación dijo: «Amén».