Abanico
Eran pasadas las 11:20 horas, cuando se escuchó una fuerte explosión en la colonia Atlántida, de la alcaldía Coyoacán. Una bola de fuego se levantó sobre el depósito de autobuses urbanos y nubes de humo negro invadieron el aire del lugar.
En pocos minutos, la noticia ya estaba en los hogares a través de la televisión. Se transmitía en vivo, por las cadenas Foro TV y Milenio, el ir y venir de las personas que huían del incendio que en unos cuantos segundos se había desatado.
La estela de humo negro sobre el Sur de la Ciudad, se levantaba a muchos metros de altura, al punto que era visible desde del edificio de Televisa, en avenida Chapultepec, esquina con Balderas, a casi 10 kilómetros de distancia.
Mientras los bomberos entraban al predio para apagar el fuego, los policías que arribaban trataban de retirar al personal del depósito de camiones urbanos, ubicado en la avenida Miguel Ángel de Quevedo, a unos cuantos metros de calzada de Tlalpan.
Después de la primera explosión y posterior incendio, por lo menos se escucharon dos estallidos más en los momentos que los bomberos trataban de controlar las llamas.
Ese martes 19 de mayo, el resguardo hogareño, impuesto por el Coronavirus, se rompió de manera momentánea. Los vecinos salieron a las calles, primero para saber a que obedecía la explosión y después para tratar de ponerse a salvo ante un peligro mayor.
Personal de Protección Civil retiró del lugar a vecinos, asustados, temerosos de que pudieran estallar los tanques de gas del sitio y el combustible de una cincuentena de autobuses que desde hace años son depositados en el predio.
El fuego arrasó con 12 unidades de transporte urbano de la Ciudad de México que quedaron hechos trizas por la conflagración que pudo haberse originado por una fuga de un tanque de gas.
No hubo lesionados porque quienes laboran en el depósito pudieron correr para ponerse a salvo y por la rápida reacción de los bomberos y de los policías que resguardan esa zona y que han sabido mantener una buena comunicación con los vecinos por medio de un mecanismo informativo invaluable: un chat de WhatsApp.
Personal de la alcaldía que encabeza el ex futbolista Manuel Negrete, se presentaron al poco rato para clausurar el depósito. Después del niño ahogado, corrieron a tapar el pozo.
De mucho tiempo atrás, los vecinos denunciaron el peligro representado por la operación del encierro de camiones, rodeado de varias escuelas, de una zona habitacional de alta densidad y de empresas, en donde son comunes derrames de combustibles y líquidos inflamables. Nadie los ha escuchado.
Parece ser que los intereses del magnate del transporte Fernando Ruano, director general del conocido Grupo Ruano, y propietario del predio, parecen pesar más en el ánimo y la conducta pública del ex futbolista Negrete, quien simplemente se mantiene con las manos cruzadas, ante los abusos de esa persona.
“Hemos insistido siempre que deben quitar el depósito, ya que han tenido bombas de gasolina con letreros de Pemex al interior, colindando con casas de los vecinos. Es insólito que un particular tenga bombas de gasolina para su negocio. Eso es huachicoleo”, subraya Laura Castillo, presidenta de la Asociación de Mejoras de la Colonia Atlántida.
Menciona que desde 2018 empeoró la situación, porque en el lugar instalaron una plataforma para enganchar tráileres con grandes volúmenes de gas LP y diesel para abastecer a los camiones de varias rutas urbanas, incluidas la 1 y la 11 de Grupo Ruano.
En diciembre de 2018, Sergio de Ita, coordinador interno del Comité Ciudadano de la Colonia Atlántida, en un escrito dirigido a Negrete solicitó una inspección al lugar, sin que hubiera un efecto positivo.
Las cosas han empeorado, porque personal de un laboratorio cercano relata haber tenido que abandonar su sitio de labor para escapar, en otro momento, de una fuga de gas que se produjo en el interior del depósito de Ruano.
El 17 de abril de 2019, Castillo acudió a la Procuraduría Ambiental y de Reordenamiento Territorial (PAOT) para pedir que se actuara en contra del depósito camionero. Personal de la PAOT acudieron al lugar y verificaron las anomalías. Sin embargo, la dependencia informó que correspondía a la alcaldía actuar para clausurar el lugar, sin que esto ocurriera hasta que se registró lo que se temía: un incendio provocado por varias explosiones de gas.
Algunos vecinos que viven cerca del predio enfermaron por el susto. Sólo veían las llamas y esperaban lo peor.
El predio fue clausurado, pero decenas de camiones están estacionados afuera en la calle, mientras los choferes de las unidades, sin cubre bocas, sin respetar la sana distancia, platican, comen, se orinan, en vía pública, no parece ser una tertulia casual. Quienes saben, señalan que es una estrategia de presión de Ruano para que la alcaldía reabra el recinto.
La gran pregunta es si los millones de pesos del magnate del pulpo camionero Ruano pondrán de rodillas a Negrete, aprovechando además de que este se encuentra infectado de Coronavirus, o si el ex futbolista sacará la casta, como cuando jugaba en Pumas o en la Selección Mexicana, para hacer valer la ley y clausurar definitivamente el predio del zar del transporte.