Abanico
Crímenes y desestabilización
Alexander Martínez Chander amaba el balompié, al grado de que quería convertirse en un futbolista profesional. A los 16 años de edad, el adolescente fue asesinado por un policía y la despedida de sus amigos y familiares fue que él anotara un último gol… desde el fondo de su ataúd.
A diferencia del homicidio del joven Giovanni López, asesinado en el municipio de Ixtlahuacán de los Membrillos, Jalisco, gobernado por el PRI, la muerte de Alexander seguramente no desatará protestas violentas, como sucedió en contra del gobernador de ese estado, Enrique Alfaro.
La mano que mece la cuna de las manifestaciones violentas, desatadas recientemente para protestar en contra del homicidio de Giovanni, no moverá un dedo para generar protestar por el asesinato de Alexander.
Quienes saben, dicen que ambos chicos fueron asesinados por policías municipales, pero no habrá protestas violentas para pedir el esclarecimiento de la muerte de Alexander, simplemente porque el gobernador de Oaxaca, de extracción priista Alejandro Murat, es amigo personal del presidente Andrés Manuel López Obrador, mientras el gobernador Alfaro, es uno de sus más consistentes críticos.
“¿Para qué empañar la paz social de un gobierno amigo del Jefe del Ejecutivo?”, se preguntan, y se responden: “no tendría caso”.
Entonces, de acuerdo a los que ven explicaciones políticas en el trasfondo de las manifestaciones violentas, los agresivos se mantendrán guardados en el caso del chico asesinado en Acatlán de Pérez, Oaxaca, y no precisamente porque se quieren proteger del Coronavirus, sino porque no hay un detonante político para hacer ruido en el caso de Martínez Chander.
En lugar de recibir el aplauso de la afición, que hubiera explotado de alegría en las tribunas por la anotación del chico, Alexander recibió los aplausos de familiares y amigos, mezclados con llanto que, de esa manera, lo despedían y al mismo tiempo lamentaban y condenaban su asesinato.
Y en el fondo de ese improvisado campo de futbol, en donde recibió una última despedida, su madre no paraba de gritar por su muerte, por su vida cortada de manera tan inesperada por manos criminales.
Con la mirada perdida en el aire, la madre no alcanzaba a comprender aún las razones por las cuáles su vida fue cortada con tal premura. Sólo miraba como uno de los amigos de su hijo golpeaba un balón sobre el ataúd de su hijo, colocado en el piso, para que la pelota rebotara y se introdujera sobre la portería para simular el último gol de Alexander.
Y después, veía a los amigos del muchacho correr frenéticos sobre el catafalco de madera para celebrar el gol. Llorando y abrazando el ataúd en el que se encontraba su compañero.
A Alexander lo asesinó un policía, después de que él y sus amigos habían comprado una pizza y refrescos. Las versiones son contradictorias. Los amigos del estudiante señalan que, sin razón, un grupo de uniformados los agredió sin razón alguna, mientras que la versión oficial del ayuntamiento de Acatlán de Pérez, Oaxaca, señala que el fallecimiento obedeció a un acto imprudencial de uno de sus elementos.
La noche del 9 de junio, Alexander y sus amigos, a bordo de varias motocicletas, se dirigían a casa del muchacho en donde comerían pizzas que habían comprado. En el camino se encontraron un retén de policías municipales que les marcaron el alto.
De acuerdo a una primera versión, los policías insultaron a los muchachos, quienes, al sentirse agredidos, huyeron a bordo de sus vehículos hasta que fueron alcanzados y embestidos por una de las unidades municipales.
Sin más, los policías dispararon en contra de los adolescentes y así fue como ultimaron a Alexander, quien falleció por los impactos de las balas.
Las autoridades dieron una versión totalmente opuesta, en el sentido de que los muchachos no frenaron en el momento que los policías se los pidieron y que, al ser perseguidos por los elementos, un policía cayó de bruces y su escopeta cayó al suelo, en donde se disparó accidentalmente. Una historia que nadie cree.
El gobernador Murat ordenó que se investigara a fondo el homicidio de Alexander. Habló con la familia del chico y prometió que se hará justicia en este caso. Corroboró que el policía municipal que asesinó al estudiante se encuentre a buen resguardo y sea sometido a un proceso penal, más que justificado.
Murat está tranquilo porque no es culpado de un asesinato que, obviamente no cometió. No teme protestas en su contra. No es el mismo caso de Alfaro, acusado públicamente por los manifestantes violentos de cometer el asesinato de Giovanni, en el cual están inmiscuidos policías de una población gobernada por el presidente municipal priista, Eduardo Cervantes.
Casos similares, situaciones políticas diferentes. La gran diferencia la marca ser amigo del presidente o su contrincante político. Así de claro.