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Este martes en el Hospital Militar de Nicaragua, falleció Edén Pastora, el Comandante Cero, el héroe incomprendido de la Revolución Sandinista
ALBERTO CARBOT
Hace apenas dos meses, vía telefónica desde su hogar en Managua, en el barrio de Montoya, hasta la Ciudad de México, habíamos conversado sobre la situación interna de Nicaragua, y aprovechó para desmentir la supuesta muerte del presidente Daniel Ortega Saavedra. Sin embargo, este miércoles, su esposa Yolanda Torres, utilizando el mismo teléfono celular con el cual yo solía comunicarme con él, con gran pesar, me confirmó el fallecimiento del legendario guerrillero, de 83 años. Paradójicamente, luego de permanecer más de 17 días en el Hospital Militar de Nicaragua, su cuerpo que por varias décadas logró soportar la embestida de la metralla que le ocasionaron graves heridas durante su lucha por la liberación de Nicaragua, no resistió los embates producidos por el coronavirus.
Luego del triunfo sobre el somocismo, en 1979, Pastora ocupó el cargo de viceministro del Interior, al cual renunció 2 años más tarde en desacuerdo con la posición política el resto de sus compañeros. Se produjo un profundo distanciamiento entre Pastora y el resto del grupo de los nueve comandantes que conformaron la dirección del FSLN encabezada por Daniel y su hermano Humberto Ortega, Tomás Borge, Carlos Núñez, Jaime Wheelock, Luis Carrión, Bayardo Arce, Henry Ruiz y Víctor Tirado López.
Fue marginado por su abierto desacuerdo a que sus excompañeros implantaran en Nicaragua un gobierno marxista-leninista, apartado del proyecto revolucionario original que derrocó a la sangrienta dinastía Somoza, de la cual Pastora fue el detonante, cuando en agosto de 1978 encabezó la toma de Palacio Nacional, conocida como la Operación chanchera.
En contraposición, desde Costa Rica fundó en 1982 el Frente Revolucionario Sandino (FRS) que luego se transformó en la Alianza Revolucionaria Democrática (ARDE) y emprendió la lucha armada contra el gobierno sandinista.
El FSLN puso precio a su cabeza y el 30 de mayo de 1984, en La Penca -su cuartel general, situado a orillas del río San Juan, al sur de Nicaragua-, fue objeto de un atentado con una bomba que hizo volar el lugar, mientras se llevaba a cabo una conferencia de prensa con corresponsales extranjeros. En el ataque murieron 3 periodistas: Jorge Quirós, Evelio Sequeira y Linda Frazer y 4 milicianos. También resultaron gravemente lesionados otros 15 comunicadores.
El “Comandante Cero” recibió serias heridas que lo mantuvieron hospitalizado secretamente durante varios meses en Venezuela, gracias al invaluable apoyo del presidente Carlos Andrés Pérez. Meses después, en 1985, como enviado especial del diario UnomásUno, tuve la oportunidad de obtener una primicia mundial, al entrevistarlo en su campamento base cuando retomó la lucha armada. Apenas habían transcurrido 4 meses del brutal atentado de La Penca.
Ocho años más tarde, volvió a Nicaragua y se incorporó a tareas partidistas y fue aspirante presidencial y candidato a la alcaldía de Managua. Hace apenas tres años, Daniel Ortega lo nombró delegado presidencial para la Comisión de Desarrollo del Río San Juan.
“Un guerrillero nunca piensa que se va a hacer viejo, porque siempre cree que puede morir al día siguiente. Un guerrillero lo primero que pierde es la familia; lo segundo, la privacidad y la libertad, y lo tercero que pierde es la vida”, me dijo Edén pastora, en una entrevista exclusiva publicada hace 13 años en La Revista de México/Gentesur. Fue una larga charla, que ocupó varias páginas, profusamente ilustradas, cuyo texto se reproduce a continuación.
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Con Edén Pastora me unen más que lazos periodísticos. En 1985, fui tras su pista, en la selvática zona sur de Nicaragua, en pos de una exclusiva mundial.
Gracias a los buenos oficios de su primo Orión, pude ir a su encuentro aquella vez. Desde el restaurante Regio, en San José, capital de Costa Rica, y en extrañas circunstancias: telefonemas a deshoras, mensajes crípticos y ojos vendados durante algunas horas de trayecto, a bordo de un vehículo todo terreno, me trasladaron hasta su bastión guerrillero en el Río San Juan, Nicaragua, donde pasé algunos días con el Comandante Cero.
El resultado fue un reportaje seriado, que en 1984 me hizo no sólo merecedor del ingente reconocimiento del gran director del UnomásUno, Manuel Becerra Acosta, sino también de la prensa internacional.
Más allá del espíritu combativo de Edén Pastora, admiro en él la no claudicación de sus ideales, su honestidad y su postura ante la historia, que finalmente dará a cada quien su justo lugar.
Hoy, en México, vuelvo a estar frente a él.
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El Comandante Cero irrumpe en Managua. La toma de Palacio
Sin duda, los años han pasado. Y más para aquellos jóvenes, que a finales de los 70 y la década que le prosiguió, se solidarizaron conmovidos, desde todos los rincones del planeta, con la lucha del pueblo nicaragüense por liberarse de la tiranía somocista.
Los héroes de entonces fueron gente del pueblo, entre ellos muchachos universitarios inexpertos, al lado de otros veteranos, ya curtidos no sólo en las batallas ideológicas, sino en las acciones guerrilleras que por igual se daban a partir de los caseríos urbanos, que al interior de zonas rurales o desde las montañas y la selva.
El 22 de agosto de 1978, la toma de Palacio Nacional de Nicaragua, una acción temeraria del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), encabezada por Edén Atanasio Pastora Gómez, sería el punto de inicio de la debacle del gobierno de Anastasio Somoza Debayle, y para el guerrillero, el nacimiento de una leyenda como el Comandante Cero, que perdurará con él, seguramente, más allá de su muerte.
Edén Pastora se inició en la guerrilla desde los 19 años. Es un hombre al que le gusta hablar del tema que más le apasiona: la política.
Al cobijo de un café en un hotel de la ciudad de México, charla con Gentesur y afirma, divertido, que ha escuchado comentarios de que es un personaje “que se vende bien; que soy un hombre vanidoso, soberbio, arrogante y al que le encanta la prensa.
“Sin embargo es al revés” —exclama—. Más bien, Edén le encanta a la prensa. Algo debo tener”, dice ocurrente este personaje de 70 años cumplidos, pelo completamente blanco, hoy de pulcra guayabera y con el que alguna vez charlé en Tauro, su base guerrillera de La Penca, cuando en traje de combate, al frente de la ARDE, encabezaba la lucha contra sus antiguos compañeros sandinistas.
Al referirse al poder, sus palabras adquieren una especie de significado filosófico. Las pronuncia con la certidumbre de un sabio que sabe de lo que habla, porque se ha rozado con ese concepto tan difuso y fascinante. “El poder es algo que enferma si no te agarra formado mentalmente. Yo estuve en el poder. Conozco sus mieles. Te hace papilla. Cuando estás en el poder, desaparece la palabra no. Todo mundo quiere ayudarte y los hombres te rinden honores. Por donde pasás, suenan las armas”.
Refiere haber tenido la suerte que a él le llegó “a los 42 años, cuando triunfó la Revolución y yo estaba ya formado. Pero la muchachada —como llama a los miembros de la Dirección General, quienes entonces tenían 25 o 35 años—, se enfermó. Cada uno de ellos se sentía un Fidel y los 9 juntos, no sumaban uno sólo. Entonces, el poder es fatal si no lo sabe manejar. Yo lo viví, por eso sé de lo que hablo”, anota contundente.
Para ilustrar las dimensiones de esta patología y de cómo se operó una verdadera metamorfosis de los comandantes idealistas y apasionados, en hombres ambiciosos y egoístas, señala que “nos metimos a las mansiones de los somocistas, usamos los carros de los somocistas, comimos como somocistas y hasta nos metimos con las mujeres somocistas”. Sin embargo, aclara que no habla de él en lo personal, sino de “todos como grupo. Por eso fue que un pueblo, a los 10 años nos condenó”, señala.
Pero a pesar de todo el desencanto que le produce esta situación, menciona que le queda la satisfacción enorme de haber luchado y se dice “contento por haber sido consecuente con lo que he predicado”.
Yolanda Torres, su mujer, le suele decir: ¿Edén cómo le hacés; vos has vivido en medio de la guerra toda tu vida y más tardás en poner la cabeza en la almohada, que en quedarte dormido? ¿Cómo hacés para no tener sobresaltos? Y él le responde: “muy fácil, duermo así, porque todo lo que he realizado lo he hecho conforme a lo que mi conciencia me ha dictado”.
Duerme tranquilo, lejos de los horrores de la guerra, a la que dice odiar, porque según él, “sólo un loco o quien únicamente la conoce por la televisión o el cine, puede quererla. Y yo lo hice porque no teníamos otra alternativa”, asegura. Y explica luego que “en la guerra te aplastan o los aplastás; te matan o los matás. Cuando un rifle te apunta, es tu vida o la del otro”.
No ve ninguna diferencia entre haber pasado muchos años en la selva haciendo la guerra y ahora esté en otra trinchera, la de la política, pues ha incursionado en los últimos años en ella. Incluso se vio obligado a realizar una huelga de hambre en agosto de 1998, para que se le restituyeran sus derechos civiles, perdidos cuando “obligado por las circunstancias, tuve que adoptar la nacionalidad costarricense”.
Ya en el 2004 compitió legalmente por la alcaldía de Managua, respaldado por la Alianza del Partido Liberal Independiente (PLI). Dos años más tarde fue aspirante a la presidencia de la República por el partido Alternativa por el Cambio.
“La verdad es que para mí la guerra fue otra forma de hacer política. En épocas pasadas, en Nicaragua no había libertad de prensa ni libertad política, y no había otro camino que la guerra.
“Ahora, debo reconocerlo, sí tenemos el derecho de berreo, como decimos en Nicaragua. Podemos hablar, podemos organizarnos, pero antes no podíamos cristalizar ese proceso de forma democrática, en elecciones libres. Hoy sí tenemos otras alternativas para llegar al poder”, afirma.
Empero, se dice desilusionado de que el FSLN, al que considera “mi partido, el que yo ayudé a formar”, y donde afirma lastimosamente haber perdido 20 años, “pactó con el hombre más corrupto de Nicaragua, el ex presidente Arnoldo Alemán, para garantizar una alternancia en el poder”.
Recuerda que en ese momento, al que llama “esa noche negra de Nicaragua, hubo un gobierno tripartita, repartido entre Arnoldo Alemán, como presidente; Daniel Ortega, el líder de la oposición, y el cardenal Miguel Obando y Bravo, el jefe de la Iglesia católica”.
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Nacido en Ciudad Darío, departamento de Matagalpa, el 22 de enero de 1937, se dice provinciano, hijo de Pánfilo Pastora, un campesino de mentalidad conservadora, y Elsi Gómez, una artesana y costurera. Sus estudios básicos los realizó bajo la tutela del sacerdote Fernando Guardia, en el Colegio Centroamericano, una institución jesuita establecida en Granada.
“Mi madre quería que estudiáramos y mi padre que hiciéramos producir la tierra — ejemplifica—. Recuerdo una vez, cuando discutía de política con ella. Mi padre había muerto muchos años antes, en 1945, asesinado por el general Camilo González, jefe del Estado Mayor de la Guardia Nacional de Somoza. Le dije: Má, no entiendo como vos te pusiste al lado de los invasores extranjeros en contra del indio nacional, en contra de Sandino.
“Ella me respondió:
—Bien decía tu papá, que a los hombres no había que darles mucha cultura, porque después se rebelarían contra sus padres.
“Me dio tanto pesar mi vieja, que me hice la promesa de nunca volverla a contradecir en política y nunca volví a hablar de eso con ella”.
El menor de 4 hermanos varones y una mujer —Bayardo, el mayor, Arnaldo, Elsi y Pánfilo, quien murió en 1957 en un accidente aéreo—, se autodefine como el patito feo de la familia. “No me entendieron todos mis hermanos mayores. Para ellos la mentalidad revolucionaria era sinónimo de comunismo”, lamenta.
Pero fue gracias al seguro de 5 mil dólares que le pagaron a su madre, luego del accidente de su hermano Pánfilo, que pudo financiar sus estudios en México.
Comenzó a incursionar en actividades revolucionarias, luego de que en julio de 1958 se produjo, en la ciudad de León, Nicaragua, el asesinato de varios jóvenes universitarios y escolares y más de un centenar de personas fueron heridas por la guardia somocista. Al año siguiente, junto a Edén Pastora, Leónidas Rodríguez, Virgilio Godoy y Bayardo Altamirano, formaron en Guadalajara el Frente Revolucionario Sandino. El 23 de julio de 1961, luego de una reunión celebrada en Honduras y con el apoyo de Fidel Castro, tendría lugar el nacimiento del FSLN encabezado por Carlos Fonseca, Silvio Mayorga y Tomás Borge, en el que militó desde entonces Edén Pastora.
Desmenuzando recuerdos de su estancia en México, revela un dato quizá poco conocido por el gran público, al señalar que en 1953, animado por la canción de Rubén Méndez del Castillo Ya vamos llegando a Pénjamo, se propuso desde muy joven, conocer esa ciudad guanajuatense.
“Cuando lo logré, finalmente, me senté en la acera a llorar, porque la imaginaba muy bella y resultó entonces ser bastante fea. Qué desilusión. Luego me fui a Guadalajara. Durante 5 años estudié medicina en la Universidad Autónoma de Guadalajara (UAG), del 57 al 63, pero sólo aprobé 3, porque me fui a la guerrilla. No terminé la carrera, me doctoré en guerrilla, pero hasta hoy no hay universidad que me dé ese título”, bromea mientras gesticula con los brazos.
Eligió la UAG, “sí la de Los tecos, la de la derecha mexicana, pero la más barata. Me mantenía con 75 dólares al mes, con los que pagaba casa, comida, útiles y te quedaba para el cine —dice sonriente—. Imagínate: un revolucionario en sus filas. Siempre me vieron como animal raro; no me entendían y nunca me entendieron”, expone.
“En México nos decían los hijos de Somoza. Nos llamaban eunucos, los castrados, los que no teníamos hormonas para luchar contra la dictadura. Pero ahí están los hechos: nos quitamos ese lastre que era una vergüenza nacional”, afirma.
—¿Le hubiera gustado ser médico?
En una medicina socializada sí, pero vivir del dolor ajeno, no. Sin embargo, mis conocimientos fueron muy útiles en la montaña, donde desafortunadamente llegué a amputar piernas, brazos, extirpar ojos y hasta los testículos de algunos compañeros.
—En su trayectoria existen varias similitudes con la figura del Ché Guevara? Él estudió medicina y también, después de Cuba, se embarcó en su aventura boliviana, donde murió. Usted, después de Nicaragua, también se fue a luchar con la Organización Revolucionaria del Pueblo en Armas (ORPA) en Guatemala, pero logró sobrevivir.
Me fui a la ORPA, los apoyé y logré que la CIA apoyara el movimiento con dinero y armas que les lanzaban desde aviones. Lo que pasa es que yo no sabía que el Frente había hecho un acuerdo con la derecha guatemalteca, para que este país no apoyara a la contra y Nicaragua no respaldara a la guerrilla guatemalteca.
Cuando en 1982 me fui a apoyarlos, Guatemala le protestó al FSLN y éste se movió para que los de ORPA me culparan y me expulsaran. Inclusive desde México abastecí de armas a la guerrilla guatemalteca.
Pero toda proporción guardada, te quiero decir que el Che peleó 2 guerrillas: una de Fidel, que ganó, y otra de él, en Bolivia, que perdió. Yo he peleado 3 guerrillas y 3 guerras: me le paré al imperialismo norteamericano, al soviético y a los cubanos; me le paré a Somoza, luego al propio Frente y sigo vivo.
Lo que pasa es que la izquierda hace de sus héroes y sus mártires figuras míticas. A los que luchamos por revoluciones democráticas y no estamos en esa izquierda dogmática, nos ignoran, se olvidan de nosotros.
Si hubiese muerto en Guatemala, con la ORPA, seguramente me hubiesen recordado como un mártir de las revoluciones centroamericanas. La izquierda me hubiese convertido en un mito muy similar al de El Che. Seguro que hoy una calle o una ciudad llevaría mi nombre en Nicaragua, y cada aniversario, al pronunciar mi nombre, dirían: Comandante Edén, ¡presente! Es curioso, el sólo pensarlo se me hace chistoso.
Más allá de lo que se ha dicho, he sido congruente. Hoy, al paso del tiempo, los miembros de la Dirección Nacional me comentan: Edén, tenías razón. Fuiste el único que no se equivocó y, cuando me dicen eso, me lleno de orgullo. El propio Che decía que en todos hay un poquito de vanidad y claro, estimulan en mí esa vanidad.
Recientemente, el jefe de la seguridad del Estado en tiempos del FSLN en el gobierno, el coronel Lenin Cerna, en una reunión de cuadros, dijo:
—Si hubiéramos hecho la mitad de las cosas que nos decía Edén, no hubiéramos tenido los problemas que hemos enfrentado. Ese es un piropo para mí.
Cuando Humberto y Daniel Ortega comentan que las mejores propuestas que se le han hecho al Frente Sandinista las hice yo, Edén Pastora, es también un piropo. El propio Tomás Borge, a quien liberamos luego de la toma de Palacio Nacional, en un discurso cuando ya era funcionario, preguntó públicamente en cuánto vendía mi carnet de sandinista, hoy dice: Edén es de nobles sentimientos y a estas alturas no se le puede considerar un traidor. Para mí, es igualmente un piropo.
Pero estas cosas no las saben los intelectuales mexicanos, europeos o los revolucionarios latinoamericanos.
Entonces yo vivo tranquilo con mi conciencia, conmigo mismo. He sido y soy sandinista y moriré sandinista y revolucionario. No he piñateado (robado). Afirman que a Edén se le puede decir de todo, menos ladrón, traidor o corrupto y uno de los prestigios que yo tengo es ser honesto y consecuente ante la vida.
—Y a nivel personal, ¿no posee bienes luego de tantos años de lucha y haber manejado el dinero para abastecer a sus tropas?
La única fortuna es el prestigio que les heredo a mis hijos y a Yolanda, mi mujer. No tengo bienes; no tengo haciendas, ni empresas. Tengo una panga con un motor fuera de borda, con la que voy a pescar tiburones, con una cuerda y un anzuelo. Le llaman empresa tiburonera, porque todo el mundo cree que lo es, pero no es así. Es fácil confundirse.
“Hay gente que me conoce de muchos años y no me dejará mentir. Cuando voy a la calle, la gente me pide dinero, una ayuda, porque a Edén lo ven al mismo nivel de los comandantes sandinistas. Ven la figura, la imagen y ellos creen que estoy al mismo nivel. Creen que como es la fama, es la fortuna, y como me he metido a cosas grandes, a una guerra, tomo un palacio o tumbo un gobierno, o no hago nada, entonces la gente se cree que tengo dinero.
“Hay normas que la gente tiene muy fijas en la cabeza: no hay comandante pobre, dice. No hay hombre honrado, porque si ha manejado guerras, las guerras se hacen con millones, sin factura, sin contabilidad, sin rendir cuentas. Y entonces creen que se le mete mano al dinero en provecho propio, pero se sorprende al ver que no tengo plata.
“Si yo no hubiera renunciado a las mieles del poder, seguramente me hubieran dado el nombramiento de general. Tuviera abultada cuenta bancaria, fincas con ganado y grandes mansiones. Pero fiel a mis principios, vivo en la medianía, quizá menos que eso. Viendo a un país tan pobre como lo es hoy Nicaragua, no sé cómo todavía hay algunos egoístas que desean todo el poder y las riquezas.
“Y cuando les explico que no tengo dinero, que yo no piñatié, entonces entiendo las razones de Tomás Borge, de Daniel y Humberto Ortega para no salir a la calle y enfrentarse a la gente”.
Entre sus más preciadas posesiones se halla “un Rólex de oro que me dio la Dirección del FSLN, y que pertenecía a la gente de Somoza, un anillo de brillantes que me regaló el comandante general Omar Torrijos, cuando me dijo que se veía fea una mano pelona con un reloj en la muñeca, y otro valioso anillo que tengo fue un obsequio del presidente Alan García. Guardo también una hermosa cadena de oro, herencia de mi padre. Pero las piezas y otros valores, mis condecoraciones, están hoy empeñadas con Balbino Astorga, un amigo nicaragüense. Tengo esperanza de recuperarlas, porque agarro la cuerda, el anzuelo, y en 6 meses las saco”.
Pastora suele pescar en la desembocadura del río San Juan, en San Juan del Norte, en la parte sur de Nicaragua, muy cerca de los escenarios de sus aventuras guerreras. Es, dice, “el río que pastoreé durante mucho tiempo”, el único en el mundo que tiene tiburones en sus aguas.
También tengo una casa vieja, una minifalda (erigida con medio muro de cemento y las paredes de madera, para abaratar costos), muy modesta, y 4 cajas de cartón con escritos que ido haciendo y son el único legado para mi mujer, para que ella los ordene cuando yo muera y haga un libro sobre mi vida y lo venda bien, porque será la única herencia que le dejaré.
Curiosamente, revela que sus hijos odian la política, no les gusta y “seguramente Yolanda buscará quién le ayude en esa tarea. Lo podría escribir yo mismo, porque dicen que tengo buena memoria y quizá sea buen narrador. Pero si algún día lo escribo, será para decir verdades, para contarlo todo y no engañar a nadie”.
Empero, señala que “estando vivo, el libro provocaría resentimientos en muchos y no deseo hacerlo, porque sería abrir viejas heridas que debieran estar ya cicatrizadas.
“Seguramente que de nuestras luchas, algún día los historiadores escribirán los hechos apegados a la verdad, pero será hasta que hayamos muerto todos, cuando ya no se le pueda hacer daño a nadie y no haya necesidad de volver pelear, porque todos estaremos bajo tierra”, manifiesta.
Comenta que “el título podría ser Edén, el de verdad, o Edén, mi espera estoica —no mi perestroika—, porque he esperado con estoicismo”, señala divertido, haciendo un juego de palabras.
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En la entrevista, que inició como una charla informal y poco a poco se fue convirtiendo en algo más articulado, el Comandante Cero se remonta a sus orígenes de guerrillero. Pastora estima que ni los revolucionarios mexicanos ni los europeos le entendían, porque “cuando veían a Nicaragua sólo lo hacían en blanco y negro y no percibían los otros matices del espectro político.
“No podían darse cuenta que yo era un discrepante, por no decir disidente, porque el disidente para la izquierda ya era una connotación de traidor”, sostiene.
Señala que su presencia beligerante en el sur “buscaba intentar rescatar el proyecto original sandinista revolucionario, lo que hizo que Estados Unidos se viera obligado a negociar con el Frente Sandinista, aquí en México, en Manzanillo, cuando el entonces canciller Bernardo Sepúlveda les facilitó el territorio nacional para que se entendieran Estados Unidos y Nicaragua, lo que finalmente ocurrió. Se pusieron de acuerdo y el Frente negoció la Revolución.
“Los intelectuales de izquierda estas cosas no las entendían, porque son muy dados a la teoría; lo que en la izquierda se le llama teoriquines. Son afectos al dogma, a las condiciones objetivas, subjetivas, a la correlación de fuerzas, a la plusvalía, a garlitos del marxismo y tienen la audacia de decir que son comunistas, cuando ni siquiera los economistas de las universidades llegan a entender completamente El Capital de Marx”.
Lamenta que estos teóricos todavía no hayan rectificado “y sigan montados en la misma, frente a Edén, frente a Cero. No han tenido la honestidad que muchos sí han tenido. El pueblo de Nicaragua, en el 90, condenó los errores del FSLN que yo combatía en el 80”.
Edén Pastora hace suya la máxima de Fidel Castro cuando dijo: La historia me absolverá.
“Cuando el pueblo condena los errores políticos y morales de la Dirección Nacional que yo combatía en el 80, a mí me absuelven, desgraciadamente, y lo digo así, porque el pueblo tuvo que pagar un costo muy alto; 3 gobiernos neoliberales”, remarca.
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Ahora que el FSLN, a través de Daniel Ortega, ha vuelto a ganar la presidencia de Nicaragua en las pasadas elecciones, considera que se les presenta otra “oportunidad de oro. Espero que Daniel haya aprendido las lecciones del 80 y haga una revolución verdaderamente sandinista, nacionalista, en libertad y en democracia, no la internacionalista totalitaria que defendían los intelectuales mexicanos, que son dados a la política del portabustos: oprimir a los de adentro, para verse bonitos desde afuera”, señala.
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Al volver sobre sus orígenes, señala que para él fueron “años difíciles”, porque muchos estaban confundidos al no ver con claridad el problema de Nicaragua, con los errores del Frente y una contrarrevolución apoyada por Ronald Reagan en el norte.
Al respecto, sostiene que “tan imperialista es el que invade Vietnam, como el que invade Afganistan, y el sandinismo es antiimperialista, no es antinorteamericano ni antisoviético. Si yo fuera argentino, mi imperialismo sería Inglaterra, como en el caso de las Malvinas”.
Por ello, cree que “resulta difícil desde México o desde Europa, analizar la problemática nicaragüense, y más difícil entender las cosas internas del sandinismo”.
En particular, se dice satisfecho de lo que ha logrado y de haber alcanzado “la gran autoridad moral y política y el prestigio que nadie tiene, así como el inmenso cariño y admiración de mi pueblo. Con frecuencia me dicen palabras que son condecoraciones para mí”, presume.
Para él, lo peor que puede hacer una persona es no luchar y, en tal sentido, considera que “valió la pena hacerlo, independientemente de que se perdieron oportunidades para lograr cosas preciosas para nuestro pueblo”. No obstante, se alegra del éxito de la Campaña Nacional de Alfabetización, que permitió reducir el analfabetismo a 3 por ciento y dignificar al campesino y al obrero.
“Es cierto que reprimieron a los indios, pero la costa Atlántica se despertó. Fue un estremecimiento. La conciencia nacional se despertó con nuestra revolución”, recuerda. “Los indios de hoy no son los indios del tiempo de Somoza. Ahora un indio te hace un análisis objetivo y subjetivo de las cosas”. A su juicio, hubo grandes conquistas de la Revolución sandinista, pero estima que “hay que continuar el proceso revolucionario. Por eso le hago un llamado a los jóvenes a que se organicen —esa es la palabra mágica—, alrededor de principios, doctrinas e ideas, de un proyecto político-ideológico que beneficie a las inmensas mayorías desposeídas de nuestro pueblo. Y este llamado es válido para toda América Latina”, subraya.
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Al recordar los viejos tiempos de cuando sufrió el atentado de La Penca, mientras ofrecía una conferencia de prensa en plena selva, en su principal bastión, uno de los 15 que dice haber sufrido en toda su vida, “repartidos equitativamente entre el ex dictador Anastasio Somoza, el Frente Sandinista y la Central de Inteligencia de Estados Unidos”, considera que esa vez fue “cuando vi la muerte más cerca.
“Me pusieron una bomba a un metro de distancia, que mató a 3 periodistas, Jorge Quirós, Evelio Sequeira y Linda Frazer; aniquiló a 4 de nuestros muchachos y lesionó gravemente a otros 15 corresponsales extranjeros, costarricenes y estadunidenses”.
Asegura que el presunto autor material, fue el argentino Roberto Vital Gaguine, quien se hizo pasar como reportero y llevaba un pasaporte sueco a nombre de Per Anker Hansen, que le había facilitado un miembro de un comité de solidaridad del Frente Sandinista.
“A este hombre, que pudo escapar entre la confusión, para atenderse en un hospital de ciudad Quesada y después perderse, lo manejaba el panameño Manuel Antonio Noriega, al servicio de la CIA, quien puso la técnica, mientras el FSLN ponía la gente, porque yo les molestaba a los dos ”, asevera. Pastora ha vuelto más de una ocasión al sitio donde hace casi un cuarto de siglo se erigía su campamento en La Penca, pero ya no queda nada de él. La selva lo ha devorado.
No obstante, a pesar del tiempo transcurrido, todavía no acierta a saber quién fue realmente el autor de esta agresión, aunque estima que fue producto de lo que en política se conoce como cruce de intereses.
Y explica: “en ese momento yo era una piedra en el zapato derecho y un piedra en el zapato izquierdo. Yo les molestaba a todos”, dice.
Recuerda que tras el atentado, Carlos Andrés Pérez, ex presidente de Venezuela “un gran amigo que me salvó la vida” lo trasladó rápidamente a un hospital de Caracas.
“Estuve allí hasta que me dijeron: Edén no te podemos tener más aquí, porque el gobierno te tienen clasificado como terrorista, y hasta asaltabancos….”
Aquí aprovecha la oportunidad para confesar que estaba seguro que iba morir joven, y no pensaba en el poder.
“No hay ley física que me explique cómo es que estoy vivo. A veces, en cavilaciones, me pregunto, ¿no habré ya muerto y mi espíritu cree que estoy vivo? Entonces me pellizco para cerciorarme”, exclama sonriendo de nuevo.
Actualmente dice no andar rodeado de equipo de seguridad y apunta que “a mis mujeres y a mis espaldas las cuido yo solo”.
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El Comandante Cero responde a todas las críticas sobre su vinculación con el gobierno estadunidense y en particular con la CIA, al señalar que ha recibido a lo largo de su vida ayuda de Fidel Castro y nadie le dijo que era un “agente de Fidel”, y también de Moammar Kaddafi, el líder de la revolución Libia y nadie le acusó de “agente de Kaddafi”.
Sin embargo, cuando recibió ayuda, “sin condiciones” de la CIA, que considera “dinero nuestro, que se ha ido hacia Estados Unidos y que el imperio le da a la CIA para sus actividades”, su idea era entrar al sur de Nicaragua “a tratar de rescatar el proyecto original del 79, salvar el proceso revolucionario de la Dirección Nacional, de los 9 comandantes a los que les fui fiel y leal por 20 años, disciplinadamente, y que pusieron en peligro la seguridad del Estado revolucionario”.
Expone que “en ese momento la izquierda no me vio con ellos y me asumió de derecha radical, y la derecha, que tampoco me veía con ellos, me tachaba de izquierdista radical. Entonces los 2 me querían matar y ambos se pusieron de acuerdo. Por eso siempre digo que uno puso la técnica y otro la gente”, anota.
Señala que la guerrilla “se abastece con las mismas armas del adversario”, palabra que elije en lugar de enemigo, al igual que cambia el término guerra por el de lucha.
“Y digo lucha porque la guerra es a muerte y la lucha es circunstancial”, explica. Por lo tanto, estima que los comandantes sandinistas no fueron sus enemigos cuando estuvo en ARDE, peleando contra sus antiguos compañeros.
“Yo le llamaba la guerra de los espejos: rojo y negro de este lado y rojo y negro del otro, para lograr un enorme parangón con Sandino liberal, iconoclasta, volteriano, anticlerical, peleando contra los conservadores.
“Cuando los liberales traicionan el liberalismo, Sandino pelea contra los liberales, pelea contra los conservadores y contra el imperialismo norteamericano en la guerra de liberación”, detalla.
Considera que si a él nunca lo han condecorado es por haber encabezado el movimiento contra desde ARDE.
Recuerda cuando Tomás Borge, ex ministro del Interior, dijo que “muchos habían cambiado, pero no Edén, que él seguía siendo el mismo”.
Entonces, la respuesta de Pastora fue lapidaria:
—Ciertamente, Tomás, yo no cambié. Ustedes sí han cambiado mucho, pero yo no. Humberto, Daniel, tú mismo y yo, entramos con las bolsas vacías, pero ahora ustedes las tienen llenas de dólares.
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Al preguntarle cómo financió su campaña y su movimiento guerrillero, señala que “el campesino nos proveía de huevos, leche y a veces hasta de botas de hule, pero también información”.
Revela que cuando apoyó a la ORPA tenía 2 millones de dólares. “Entonces a la guerrilla guatemalteca, a la que yo no le decía que la CIA me mandaba dinero, me daba otros 2 millones de dólares para comprar armas, los cuales me sirvieron para iniciar la lucha en el sur de Nicaragua. Una cosa de locura”.
Edén Pastora refiere que el dinero para financiar el movimiento antisandinista que encabezó, viaja “como lo hacen los fugitivos, como viaja la droga o las armas, como viajamos los revolucionarios.
“Cuando luché contra el Frente desde el sur de Nicaragua, me apoyaban amigos venezolanos, amigos mexicanos, y la CIA. Solamente que a la contra de la Fuerza Democrática Nicaragüense (FDN), encabezada por el coronel ex somocista Enrique Bermúdez Varela, totalmente sometida a ellos, en 4 años les dio 600 millones de dólares y a nosotros sólo 6”, refiere.
Explica que la causa de ello es que la CIA quería usar a la ARDE, y ellos, a su vez, querían usar a la agencia estadounidense para que los dejara operar desde Costa Rica, que era su territorio. “Si yo le digo a la CIA no habló con ustedes, entonces resulta que soy hombre muerto y que finalmente sería cierto lo que un día me dijo Fidel Castro: usted es un plato demasiado suculento para la CIA”.
Por ello, estima que “hay saberse mover para saber conspirar. ¡Cómo es la vida! —exclama—. Hace años, Tomás Borge me consideraba un traidor, y hoy públicamente también ha reconocido que le da gracias a Dios de que yo hubiera encabezado la ARDE, porque si no hubiera estado yo al frente, dijo, la verdadera contra estadunidense se hubiera metido no sólo en el norte, sino en el sur y nos hubieran matado a todos, porque el imperialismo se hubiera anotado una solución militar”.
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Sobre las deudas que tiene la Revolución sandinista con quienes la apoyaron, reconoce que los dirigentes del Frente “fueron ingratos y no le dieron asistencia a las madres de los mártires, a los colaboradores y luchadores históricos”.
Pone como ejemplo a Fidel Castro, que cuando triunfó, fundó un ministerio sin cartera, y encargó a Celia Sánchez Manduley, darle tratamiento, atención en salud y vivienda a todos los combatientes.
“Nosotros no. Tomamos el poder y cada comandante se dedicó a consolidar su círculo de influencia olvidándose de los colaboradores históricos y de las madres y viudas de nuestros mártires. Se olvidaron de todo”, reprocha. A su juicio, ese fue el primer error que cometieron como Frente Sandinista de Liberación Nacional, lo que dice haber denunciado desde el principio.
Cero cita el caso de los 25 miembros del Comando Rigoberto López Pérez, gente humilde, muchos originarios de Masaya, León y Chinandega, con los que tomó la porqueriza —así le llama al Palacio Nacional—, durante la Operación chanchera, que liberó entre otros a Tomás Borge, a los jefes del ejército y a la flor y nata del FSLN que se hallaba en las cárceles.
“Toda esta gente está mordiendo un cable. Viven en la pobreza, en la miseria”, denuncia. En su caso particular, señala que “nunca he recibido una voz de aliento de parte de los comandantes, en la que me digan: Tomá, ayudáte, ¿qué querés, que necesitás?
—No lo imagino hablando con los hermanos Ortega o con el mismo Tomás Borge, en términos tan cordiales, después que le acusaron de ser traidor a la Revolución y lo expulsaron del Frente.
“Cómo no, hablo con todos ellos. Platicamos de política, de la problemática nicaragüense, así como nosotros estamos sentados ahorita en este café, ni más ni menos. Empero, nunca me han preguntado cómo estoy económicamente. Siento que les da vergüenza verme a los ojos”, revela.
Considera que el ser humano es muy complicado y trae a la memoria las palabras de Rubén Darío, el gran poeta nicaragüense, quien dijo: “El alma de la bestia es pura. Cuando nace, nace sin pecado, pero cuando el hombre nace, lo hace con pecado”.
En la entrevista habla también de Sergio Ramírez, el vicepresidente de Nicaragua durante el primer mandato de Daniel Ortega, ahora dedicado de lleno a la literatura. Aunque reconoce en él a “un intelectual de primera”, no le perdona que en España haya dicho que lo único que Pastora hizo en su vida fue la toma del Palacio.
“Ramírez escribió el libro Adiós muchachos donde me cita 20, 25 veces, para atacarme otras 20, 25 veces, calificándome de insensato e irresponsable y afirma que por arrogancia y protagonismo me quité el paliacate rojinegro cuando ingresé al Palacio Nacional.
“Y eso no es cierto, nunca me lo quité, porque nunca me lo puse. Entramos disfrazados de guardias, con uniformes de la Escuela de Entrenamiento Básico de Infantería (EEBI), el cuerpo militar de la guardia somocista, con la cara descubierta. Así estuvimos todo el operativo en el cual capturamos a los 70 diputados, y así salimos, con el rostro expuesto”, refiere.
“El jueves 24, luego que Somoza había aceptado todas nuestras condiciones, llegaron varios autobuses del Instituto Primero de Febrero para transportarnos, junto a varios rehenes, hasta el aeropuerto internacional de Las Mercedes. Desde ahí emprenderíamos el viaje hacia Panamá, donde no podríamos mantener oculta nuestra identidad. La prensa entró al vehículo en que viajábamos y, por atavismo, los muchachos inmediatamente se pusieron el pañuelo que llevaban atado al cuello.
Yo no lo portaba y si lo hubiese llevado, también me lo hubiese subido, seguramente por ese mismo atavismo”, sostiene. Y explica que no lo hizo porque su paliacate se lo dio a un médico que curaba a un compañero herido en el ataque a Palacio, y le pidió el pañuelo para contener la hemorragia. “Por eso en la foto no lo llevo ni siquiera en el cuello.
“Entonces, cuando dicen que me lo quité por arrogancia o protagonismo, no es cierto. Pero eso lo dijeron sólo hasta el momento en que me fui a combatirlos. Antes, para ellos, Edén era el humilde, el disciplinado, el gran revolucionario. Según Sergio Ramírez yo no peleé 3 guerras ni tomé 2 ciudades. Y sólo dice que tomé el Palacio, el lugar donde curiosamente, gracias a mi participación, él vivió y trabajó”, señala.
“Claro, él no sabe más, porque no estaba en la palomilla; no lo vi conmigo a la hora decisiva. Mientras fue vicepresidente me criticó por mis ideas de socialdemócrata. Ahora que ya no forma parte del poder, condena todo lo que yo mismo condenaba en el 80.
“Hoy todo el mundo quiere ser socialdemócrata, pero en los 70, el socialdemócrata supuestamente era el aliado de la burguesía, el mediatizador, el reformista, el peor de los peores; peor que cualquier burgués contrarrevolucionario”, anota.
“Ahora él dice que es socialdemócrata, y eso me mata de risa. Sergio es un intelectual, un escritor de mucho nivel. Para contar cuentos o novelas está muy bien, pero no para escribir la verdad histórica”.
—¿Cómo ve el país que deja a sus hijos? ¿Pudo cambiarles el panorama?
La Nicaragua actual no es lo que yo hubiera querido para ellos. Mis hijos trabajan como cualquier otro nica y como todos, muchas veces se la ven de a palitos. Escucho sus lamentos por los bajos salarios, la carestía de la vida o el incremento a la gasolina. No es ese el mundo que yo quise heredarles, pero luché por mejorarles el panorama.
Como padre, dice no haber sido el mejor, porque “tratando de ser un buen patriota, los terminé sacrificando.
“Ellos lo entienden y están conmigo; me apoyan, pero definitivamente no quise ser como Pánfilo, mi padre, un campesino de mentalidad muy conservadora y muy cristiano. Un hombre de paz, que desafortunadamente fue asesinado, pero que no hizo nada por cambiar un país por el que yo sí tuve que luchar”, confiesa.
En términos dramáticos, Edén Pastora deplora que Nicaragua esté “muy mal” y que “todos los organismos internacionales lo ubiquen junto a Haití, como los más pobres de América Latina. Entre las cosas lamentables en el país, figuran el repudio total y el desencanto general hacia las pasadas elecciones presidenciales, que se reflejó en el gran abstencionismo, fruto de que la gente no cree en nadie”.
En su caso, dice que la elecciones fueron “muy raras”, porque estima que en las encuestas “aparecía con al menos 20 puntos y, al final, con menos de uno. Es decir, no existo. Si Clodomiro Arteaga El Ñajo (el gangoso) hubiese participado, hubiera obtenido más votos que yo”.
Lo cierto es que los analistas políticos estiman que gracias a la participación de Edén Pastora, Convergencia Nacional, la alianza que cobijó junto al FSLN la candidatura a la presidencia de Daniel Ortega, obtuvo más votos.
Y aunque responde con un “no” tajante cuando se le pregunta si intentará nuevamente el camino electoral, señala que sufre “una gran presión” para continuar, a tal grado que Yolanda su esposa, quien nunca ha sido partidaria de la política, le dice:
—Edén, tenés que hacer algo. No puedes claudicar. Este pueblo cree en vos —pero él se niega y afirma que ya no le queda mucho tiempo.
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Edén Pastora, el célebre guerrillero, resume que los grandes episodios que marcaron su vida fueron la toma de Palacio Nacional, el 22 de agosto de 1978; el triunfo sandinista, el 19 de julio de 1979, y el bombazo de La Penca, el 30 de mayo de 1984.
—Hoy, a los 70 años de edad, ¿qué le resta por hacer?
Dejar la política y prepararme económicamente para la ancianidad. No tengo recursos, no tengo seguro social ni tengo bienes. A veces me desespero. Si yo o mi mujer nos enfermásemos ahorita de algo grave, no tendríamos con qué hacerle frente. Les he dicho a mis amigos que tengo que ponerme a trabajar fuerte los próximos 5 años, para ahorrar un poco, porque si no, me lleva el diablo.
Debo pensar en que más adelante, si no muero antes, habrá que juntar el dinero para poder pagarle a una enfermera o comprar las medicinas.
—¿Valió la pena tanto sacrificio?
—Sí —responde Edén Pastora, mientras medita sobre su decisivo papel en la lucha sandinista, que finalmente hizo triunfar a la Revolución nicaragüense en julio de 1979.
“Un guerrillero nunca piensa que se va a hacer viejo, porque siempre cree que puede morir al día siguiente. Un guerrillero lo primero que pierde es la familia; lo segundo la privacidad y la libertad y, lo tercero que pierde, es la vida”.
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Epílogo. En medio del bullicio matutino del café, mientras Edén Pastora observa con atención algunas fotos antiguas donde aparece muy joven, pero con barba y uniforme de miliciano, acompañado de algunos compañeros de lucha, ya fallecidos, le pregunto si como un guerrillero veterano, al estilo del colombiano Manuel Marulanda, Tiro fijo, estaría algún día dispuesto a volver a empuñar las armas.
Apenas si toma una fracción de segundo en responderme.
—Si la historia se repite; si nos volvieran a poner la bota en el cuello, ten por seguro que a mis 70 años, viejo pero fuerte como todavía lo estoy, y siguiendo el ejemplo de Muhammad Mustafá, el viejo guerrillero que peleó contra la ocupación italiana en Libia, volvería a pelear. Claro —dice—, tendría que botar unos kilos, porque ya no podría cargar la mochila y necesitaría de un ayudante. No podría hacer todas las cosas que hacía antes, pero sí, todavía le causaría dolores de cabeza a muchos.
No obstante, el viejo guerrillero estima que no están dadas las condiciones ni en Nicaragua ni en América Latina, para que se vuelva a producir una nueva Revolución como la de julio de 1979 o una “nueva guerra política e ideológica” y sostiene que las luchas actuales son religiosas, étnicas o por el control de las drogas.
Sin embargo, el Comandante Cero expone con determinación que “en el momento que se dieran las condiciones sociopolíticas que nos obligaran a empuñar un fusil, tenlo por seguro que yo sería el primero”.
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LA VIDA SENTIMENTAL DE EDÉN PASTORA
La vida sentimental de Edén Pastora podría ser materia de un libro romántico. Su primera esposa fue Desira Lamas Chávez, nacida en Tuxpan, Nayarit, a quien describe como “una indita preciosa”, a quien conoció cuando tenía apenas 16 años y él 19. Hoy es jubilada del IMSS y acaba de verla antes de nuestra entrevista en ciudad de México, así como a su hijo Edén Tupamaro. Ella reside permanentemente en Guadalajara.
Con Desira procreó a Álvaro, el mayor, de 43 años, quien lo acompañó en la lucha y hoy trabaja en una agencia aduanal; luego nació Claudia, que comercializa artesanías y administra un hotel en Cancún. El menor es Edén Tupamaro, El Tupa, de 37.
“Con Desira nos enamoramos, nos quisimos y juntamos nuestras vidas. Definitivamente por su virtud y situación de mexicana, se le tornaba difícil entender al guerrillero, al revolucionario de aquella época, cuando ser revolucionario era casi ser un santo-laico, porque se tenía que renunciar a todo”, relata.
Cuenta que abandonó la universidad, que entonces era el sueño de todos los jóvenes. “Renuncié a mi familia, a mis padres, a los bienes, a la vida y estaba dispuesto a morir en cualquier momento.
“Entonces ese idealismo, romanticismo, el quijotismo era obligado, como el amor a nuestro pueblo, a esa identidad que ahora no percibo. Lo que veo en muchos de ellos es el reggeaton, el relajo y las drogas”, dice y compara los tiempos de su juventud, “cuando la pasábamos resolviendo problemas de Estado, interesándonos en los problemas sociales”.
Con su actual esposa nicaragüense, tiene 4 hijos: 2 mujeres Karla y Yaosca, y 2 varones Pánfilo y Edén Atanasio. En total, hace recuento de quizá haber engendrado 21 hijos, la mayoría, producto de sus relaciones con la mexicana Desira Lamas, la hondureña Ruth Sumaya —“quien nunca me permitió tener contacto con ellos”—, y 2 nicaragüenses: Yolanda Torres y Concepción Cony Sandino, con la que procreó a Marisol, hoy de aproximadamente 40 años, “y dicen que es a la que más quiero, a la que más atención le ha brindado, pero la que más dolores de cabeza me ha dado, porque se parece a mí.
“Yo, hasta en las cosas del amor también he sido internacionalista —dice pícaro—, y aunque esto aparente ser una contradicción, no he sido mujeriego, más bien preñador. Algunos considerarían esto como una monstruosidad, pero generalmente vivía solo; habré tenido uno 6 romances y cada una de ellas pensaba que como era revolucionario, seguramente mañana me mataban”.
Revela entonces que ellas acostumbraban decirle: amor, hazme un hijo y él solía contestarles que no, “porque no podría ayudarles a educarlo ni acompañarlas o mandarles dinero. Pero si yo no te estoy pidiendo eso, me respondían. Sin embargo, para entonces el hijo estaba a la vuelta de la esquina.
“No me puedo quejar. Todas fueron lindas mujeres conmigo, porque cuando hay amor, todo es lindo”, señala en términos muy propios.
Cuenta que Desira Lamas, su novia de entonces, quien estudiaba en la Universidad de Guadalajara (UdeG), una vez hizo una reunión con sus compañeros de esa institución pública, quienes le iban a dar una paliza a él, porque eran novios de universidades rivales; Edén pertenecía a la UAG. “Mientras yo platicaba afuera de su casa con sus hermanas, ella se enfrentó a sus compañeros que le habían dicho que me iban a poner una chinga, porque yo no debía andar con una chica de la UdeG. Me defendió a tijeretazos, y los puso quietos. Yo me enteré de ese episodio muchos años después”, dice con nostalgia.
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EL SUBCOMANDANTE MARCOS Y “EL COMANDANTE SALINAS DE GORTARI”
El Comandante Cero habla del autodenominado Subcomandante Marcos y sugiere que “detrás de él podría estar el verdadero comandante, llamado Carlos Salinas de Gortari”.
Señala que desde que Marcos irrumpió en el escenario, inmediatamente examinó su primera proclama socialista revolucionaria, que incluía la toma del poder, hasta llegar a Palacio Nacional y su promesa de cambiar a la sociedad mexicana.
No obstante, dice que la segunda proclama de Marcos “era ya totalmente distinta, al igual que la tercera, la cuarta y la quinta. Ninguna tuvo que ver con la primera”.
Hace notar que vio a Marcos “con el uniforme de las milicias populares sandinistas que yo fundé y organicé en Nicaragua. En las tomas de televisión, lo distinguía con la camisola, la chocolita café nicaragüense y el pantalón verde olivo, con armas que en América Latina sólo las maneja la CIA, Nicaragua o Cuba. Y Cuba no metía las manos en México”.
Fue entonces que llegó a la conclusión de que “el comandante Tomás Borge, el amigo íntimo de Salinas de Gortari, a quien le hizo una biografía y escribió Los dilemas de la modernidad, donde alababa el neoliberalismo que curiosamente él condenaba en Nicaragua, le había mandado algunos contenedores de uniformes de la chocolita.
“¿Quién otro le pudo haber enviado esas cosas desde Nicaragua? —se pregunta, e inmediatamente responde:
—Lo hizo el mismo biógrafo de Salinas, quien era el primer presidente priista que no quería dejar el poder; quería continuar, pero para ello necesitaba provocar un estado de guerra. Entonces, el Comandante Salinas de Gortari le dio instrucciones al Subcomandante Marcos. Esa es mi hipótesis” —dice.
El viejo guerrillero sandinista sostiene que Carlos Salinas mandó a Marcos “a generar un estado de guerra en Chiapas, con la bandera indigenista, que nunca tuvo relación con los indios de Oaxaca, Nayarit, Ecuador o Bolivia”.
Se dice sorprendido de que fuera “una guerrilla donde intercalaban saludos con el Ejército mexicano, y nunca hubo combates en serio.
“En Europa se creía que en Chiapas había mil ofensivas todos los días y que Marcos hedía a pólvora, y la verdad es que él —un intelectual cuyas proclamas rivalizan con los escritos de Shakespeare y se comunicaba con sus pares por medio de la Internet—, era solamente eso, un guerrillero de Internet”.
Para él, ver a Marcos “con sus cananas mostrando arbitrariamente algunos tiros calibres 38, 9 milímetros y hasta de 22, una ensalada de balas, y que nunca dijo quién era su verdadero comandante, me hace llegar a la conclusión de que protagonizaba toda una farsa.
“Desgraciadamente, lo que decía José Martí es una gran verdad: en política lo real es lo que no se ve y lo real de Chiapas nunca se vio”, anota.
Para Edén Pastora “Marcos, con todo el apoyo mediático y económico del que dispuso, debió haber fundado un movimiento político, e incluso pudo haberse convertido en un líder, pero hoy no está ni con López Obrador ni con Felipe Calderón”.
El Comandante Cero emplaza por ello a Marcos a “que haga su movimiento político y le diga al pueblo mexicano por aquí es el rumbo de la lucha cívica, y si no, que tire balas de verdad”.
—¿Marcos le merece algún respeto como guerrillero?
Yo no puedo respetar a alguien que se autoproclama guerrillero y no ha peleado una sola batalla. Definitivamente él no es un guerrillero.
Cuando vi a campesinos a quienes se envió a morir con fusiles de palo, aparentando que estaban peleando, mientras se retira quien se dice ser su líder, no lo entiendo. Eso es incomprensible y vergonzoso.
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“EDEN PASTORA, EL COMANDANTE CERO”, DOCUMENTAL DEL CINEASTA ESPAÑOL ALVARO PARDO
El documentalista español Álvaro Pardo asevera que su interés de buscar a Edén Pastora nació por una nota aparecida en el periódico ibérico El País, donde se relataba que el legendario Comandante Cero se encontraba prácticamente sin dinero para vivir. La noticia lo impresionó de tal manera que, en unos cuantos meses, organizó el periplo desde Helsinki, Finlandia, lugar donde actualmente radica, hasta Nicaragua, con el único fin de entrevistarse con él.
“Hoy puedo asegurar que es cierto, que Edén no tiene un duro. Él vino a México para presentar el documental porque nosotros pagamos el viaje, fue a Helsinki porque lo invitamos”, relata, durante la conversación.
Con el patrocinio de la televisión finlandesa, el Instituto de Cine Finlandés y la Televisión Suiza, Pardo acompañó y documentó durante casi 4 meses la campaña de Edén Pastora, que en ese momento se había registrado como candidato por el Partido Liberal Independiente, para la alcaldía de Managua, durante las elecciones municipales del 2004.
“Me hubiera gustado filmarlo también cuando luego estuvo en la campaña presidencial, el año pasado, porque ya para ese momento conocía mejor a Edén, ya conocía Nicaragua y para mí hubiera sido muy interesante regresar”, advierte.
Sin embargo, pese a que el documental solamente se ha exhibido en Finlandia y México, Pardo se confiesa satisfecho, aunque afirma que prefirió dejar guardado mucho material relacionado con la situación económica de Nicaragua y del mismo Edén Pastora, que evitó mostrar en el documental para no abusar del morbo.
“Vi gente muy desilusionada en Nicaragua, de hecho tengo imágenes de mucha gente pobre y mucha corrupción, pero no quise abusar de esas imágenes”, señala.
Álvaro Pardo refiere que nada de lo que grabó fue planeado y justamente por eso considera que pudieron llevar a cabo tomas impresionantes, que al mismo tiempo forman parte de la realidad común del pueblo nicaragüense.
“Para mí, lo que es divertidísimo y genial del documental ocurre al principio de la película, cuando llegamos a Palacio Nacional de Nicaragua con Edén y un guardia le dice que no puede pasar, que tenía que pagar la entrada. ¡Le dice eso justamente al hombre que el 22 de agosto de 1978 tomó por la fuerza Palacio Nacional!”, relata.
El documentalista español subraya que a pesar de ese incidente menor, Edén es muy conocido.
“Con las imágenes que yo he encontrado de él podría hacerse una telenovela, ya vez que él mismo dice que pueden llamarlo el Comandante Kodak, porque es un tipo súper entretenido, muy carismático y buen conversador. Además de ser un personaje-mito, en el fondo es un romántico idealista, pero ante todo una persona sincera.
“Los que han sido guerrilleros siempre tienen su parte romántica y hay una parte de mito y de secreto que los acompaña, que implica que nunca sepas realmente de dónde viene o a dónde va, porque a lo largo de los años como guerrilleros, esa estrategia se les convierte en una táctica de protección”, relata el cineasta español.
“He visto a Edén contar la misma historia más de 100 veces y nunca la modifica, lo cual te da certeza de que no miente al narrarla”, dice.
“Edén se quedó solo, no fue parte de una maquinaria, no tuvo el apoyo de nadie y, lógico, si no tienes una maquinaria de propaganda que te acompañe, como ocurrió con El Che, no pasa gran cosa contigo. Además, manejarse honestamente no siempre es rentable”, revela Álvaro.
Fuera de Finlandia, México ha sido el único país en el que se ha presentado el documental, durante la celebración del Festival DocPoint.
Pardo explica que para él era importante dar a conocer el documental en México, “porque Edén tiene amigos aquí, además tiene familia en Guadalajara. Mientras que a mí me pareció que el Festival DocPoint era ideal para mostrarlo. Me pareció un sitio fundamental para su exhibición”, asevera.
Como la mayor parte de los documentalistas y cineastas independientes, Pardo enfrenta problemas para difundir su trabajo.
“El problema es que yo no dispongo de gran capital; es en cierta forma un documental con poco presupuesto y me encantaría que circulara, pero yo no soy un hombre de negocios, aunque tampoco se puede decir que hago esto sólo por placer”, dice rematando con una sonora carcajada.
“Me encantaría que se pudiera distribuir en más países”, revela, mientras pone una de sus manos en la barbilla, como quien estudia las posibilidades que existen para hacer eso posible.
Ésta es su primera visita a México, y en general el autor de Edén Pastora, Comandante Cero, habla de su trabajo con modestia, pese a tener en su haber más de una decena de películas. “He hecho varios documentales en Cuba. Hice la historia del condón, que es una historia muy amena, la cual siempre menciono, porque me divertí mucho. Estudié una carrera universitaria de comunicación, referente a imagen, pero no me considero periodista, porque en realidad no lo soy. Luego estudié cinematografía en una escuela de Helsinki, Finlandia, donde conocí a mi mujer y me quedé atrapado por ella en ese país”, dice mientras suelta una carcajada.
De hecho, Álvaro Pardo relata, como parte de su anecdotario, que cuando Edén Pastora viajó a Helsinki, para la presentación de su documental, olvidó pedirle un autógrafo para su hija, lo cual todavía la chica no le perdona.
“Y es más, al final ni siquiera me hice una foto con él”, revela el documentalista, un tanto divertido.