Libros de ayer y hoy/Teresa Gil
En 1840, apenas cinco años de la aparición de la primera agencia informativa en el mundo, el genio francés, Honorato de Balzac, lamentaba que al salir a la calle parecía que había opciones diversas para informarse “pero no hay más que un periódico, pues todos los periódicos de París renunciaron a hacer, por su cuenta, los gastos que la agencia ya hace”.
Antes de que acabara ese siglo, las agencias de información Havas, Wolff, Reuters y AP acordaron repartirse el mundo para manejar su información en las zonas de influencia de sus respectivas naciones: Francia, Alemania, Reino Unido y Estados Unidos. Ese control informativo creció hasta la Guerra Fría y junto a la agencia de noticias de la Unión Soviética, el grupo alcanzó la dominación del 96% de toda la información internacional.
Con la libre competencia y la aparición de internet parecía que los medios de comunicación podrían entrar en una nueva etapa en la que la independencia de su fuerza reporteril y de sus recursos de producción fuesen tanto o más rentable como el consumo e interpretación de noticias de agencia. Sin embargo, el cambio de época nos ha dejado una cruel crisis tanto en los medios como en las agencias tradicionales; y se hace evidente la nueva dominación de otros entes controladores de las noticias: inmensos y veloces motores de búsqueda; infinitas e inexpugnables redes sociales; sistemas especializados de generación de megatendencias; e indispensables servicios de acceso, almacenaje, diseño y distribución de datos e información.
La crisis de los medios de comunicación no se reduce a la falta credibilidad o a sus modelos de negocio; sino a que hoy prácticamente no puede construirse un medio de comunicación que no dependa de los múltiples y muy útiles servicios que proveen las titánicas empresas en internet como Google, Tencent, Twitter, Facebook, etcétera (por cierto, las 17 empresas más importantes de internet son chinas o norteamericanas).
Balzac comprendió de su época que los medios informativos “dejaron de traducir periódicos extranjeros; todo lo subvencionaron con una suma mensual para recibir noticias del extranjero; conscientes o no, no tienen más que lo que el primer ministro les deja publicar; la agencia los trata según la cantidad de su abono… sólo así se entiende la pobre uniformidad de las noticias que cada medio tiñe de blanco, verde o azul”.
¿En dónde están invirtiendo los medios que despiden a sus reporteros? ¿En las manos de qué empresas dejan su trabajo cuando digitalizan sus contenidos? ¿Cómo evalúan las certezas de las megatendencias que califican algunos hechos como noticiosos mientras descartan otros? ¿Hay mecanismos informales para publicitar contenidos en los nuevos areópagos? ¿Cómo se garantiza la privacidad de una conversación o transferencia de información? ¿Quiénes traducen el mundo y lo digieren para nuestras audiencias? ¿Los medios están condenados a remozar información y teñirla con su identidad?
Se equivocan los paranoicos que creen que este ambiente censura, persigue o cancela activamente las voces de los periodistas y los medios independientes, críticos, profesionales, ética y socialmente responsables; no hace falta acallarlos: La indiscriminada cantidad de ruido y basura que proveen a las audiencias junto al endiosamiento de bufones y exhibicionistas ha bastado para diluir la información útil y aniquilar los sueños de muchos profesionales.
Quizá como nunca será indispensable volver a lo básico, al periodismo local y comunitario, construido a ras de suelo, dialogado entre los vecinos, servicial con la realidad de la que se es parte; un periodismo inmerso en las búsquedas de bienestar, justicia y promoción de sus semejantes inmediatos y que esa audiencia inmediata reconozca a quienes intentamos traducirles el mundo, conozcan nuestros alcances y nos perdonen nuestras deficiencias.
*Director VCNoticias
@monroyfelipe