Abanico
Apenas para medio comer
Pensiones: un tema irresuelto nos comenta don Fernando Alberto Irala Burgos.
Bueno para casi todos, añadimos de buena fe.
Y nuestro colega Agustín Gutiérrez Canet, en Excélsior de antaño, publica hoy en Milenio un texto sobre José Ángel Gurría Treviño que renuncia a la Organización para la cooperación y el desarrollo económico.
Nos explica el actual embajador emérito en retiro, que a Gurría Treviño, desde el 14 de abril de 1994 lo pensionó Nacional Financiera, en forma vitalicia, con 94,000.00, sí leyó bien Noventa y cuatro mil pesos netos mensuales desde hace 26 años.
Luego de la historia completa. Concluye su columna “Sin Ataduras”, así:
“Pobrecito Gurría, se v a quedar sin chamba el año próximo cuando deje la OCDE. No va a tener de qué vivir con su magra pensión. Habrá que tener compasión por el priista”.
Seguimos con el licenciado Irala Burgos.
Desde que hace tres cuartos de siglo se puso en marcha el Seguro Social en México, los trabajadores pudieron aspirar por primera vez a una pensión al terminar su vida productiva, pero desde entonces es una aspiración que no está resuelta con suficiencia.
Desde entonces, las bajas aportaciones han impedido que los jubilados dispongan en su mayoría de un monto digno para enfrentar la última etapa de la vida.
Al principio eso no se notaba, la población del país era abrumadoramente joven y la esperanza de vida era muy corta, no llegaba al medio siglo.
Pero en la segunda parte del siglo pasado, y más aún en lo que va del actual, esas condiciones cambiaron radicalmente.
Por un lado, la composición poblacional dejó de ser de jóvenes y niños. Hoy lo es en mayor medida de adultos en todas sus edades. La expectativa de vida ha crecido dramáticamente, para rondar en la actualidad los setenta y cinco años, y los ochenta en el caso de las mujeres.
A lo largo de todo ese tiempo, sucesivos gobiernos han permitido la expansión de la economía informal, sector que se ha convertido ya en la principal fuente de empleo, y en la que por supuesto no se generan derechos para la jubilación.
Así, muchos trabajadores no tienen asegurado su ingreso cuando ya no puedan trabajar, y otros muchos habrán acumulado con dificultad los mínimos para tener una pensión insuficiente.
A fines del siglo pasado se ideó un esquema basado en el ahorro individual, y no ya en la garantía derivada de las aportaciones innominadas.
Eso salvó al sistema del riesgo de quiebra o insolvencia, pero las aportaciones individuales siguieron siendo cortas para cumplir el objetivo deseable de una pensión decente.
Ahora se ha anunciado un proyecto en el que se harán crecer los montos que cada trabajador registra, pero concebido como una obligación patronal.
El tema es complejo y requiere analizarse a detalle. Por lo pronto, puede ubicarse como un progreso. Será muy pequeño si en contraparte no se actúa para formalizar todo el sector de la economía que hoy opera en el margen, y que deja literalmente en la calle a la mayor parte de la población que labora.
En esa parte se encuentra el reto mayor.
Tienes razón, pero de la mujer qué, preguntaríamos.