Itinerario político/Ricardo Alemán
Hablemos de una gran escritora
Carlos Ravelo Galindo, afirma:
Ahora que las mujeres están de moda, con estatua, en el Paseo de las heroínas.
Cuando se habla de personajes que dejaron huella se corre el riesgo de repetir datos y referencias de quien se trata.
Debe hacerse porque algunos lectores conocen poco de quien se escribe.
En esta ocasión trataremos la historia de una mujer mexicana que fue escritora, novelista, poeta, periodista y también conocida feminista, particularmente defensora de los indígenas de los altos de Chiapas.
Rosario Castellanos, nació en la Ciudad de México, el 25 de mayo de 1925. Vivió en Tuxtla Gutiérrez, San Cristóbal de las Casas y Comitán de Domínguez, Chiapas.
Es hasta la edad de 16 años cuando se establece en la capital del país para estudiar filosofía en la Universidad Nacional Autónoma de México y fallece el 7 de agosto electrocutada en Tel Aviv, Israel, en 1974, donde era embajadora de México y también docente en la universidad hebrea de Jerusalén.
Rosario fue una luchadora de la cultura como: Hipatya, Juana de Arco, Sor Juana Inés de la Cruz, Josefa Ortiz, Leona Vicario, Margarita Maza de Juárez, Carmen Serdán, la Pasionaria, las ’Adelitas’, etcétera.
Las obras de Rosario Castellanos, brotan de su imaginación, pero percibe las costumbres y vidas de aquella época en Chiapas.
Logra ser la mujer de la pluma fina, exquisita y humana.
Sus obras son muchas, aquí citamos sólo las siguientes poesías: Trayectoria del polvo, Lívida luz, Poesía eres no tú.
Novelas: Balún Canán, Oficio de tinieblas.
Cuentos: Ciudad Real, Convidados de agosto, Álbum de familia, otras obras no menos valiosas y novedosas para una mujer de su época.
se considera que dejó mucho material inédito, el cual se espera pueda conocerse en una antología.
Es probable que, por la calidad y abundancia de su trabajo, sea conocida en la literatura universal como una escritora y poetisa del siglo XX.
Ella mencionaba el refrán:
’Mujer que sabe latín, ni encuentra marido ni tienen buen fin’. Impresionan sus vivencias con los indígenas asalariados en la finca de su padre en Comitán de Domínguez.
Similares a los de los otros grupos indígenas del país: los tzotziles, zoques, mayas, zapotecas, olmecas, chichimecas, nahuas, tarascos, yaquis, tarahumaras.
Las injusticias eran para aquellos indefensos mexicanos cuando no había llegado la educación a las zonas rurales, es decir, las consecuencias del artículo tercero de la constitución.
Rosario en 1950 publicó su tesis: ’Cultura Femenina’.
Y una de sus obras emblemáticas sería ’Balún Canán’. Principia: ’Y entonces, coléricos, nos desposeyeron, nos arrebataron lo que habíamos atesorado: la palabra, no es el arca de la memoria. Desde aquellos días arden y se consumen con el leño en la hoguera. Sube el humo en el viento y se deshace.
Sus obras reflejan la vida de esos lugares desconocidos por los mexicanos y mayormente por las ausentes autoridades; llegó a conocer el interior del Valle de San Juan Chamula y Comitán, la raza del sur, porque estudio sicología, filosofía y antropología.
’…Hacer patente una realidad oculta/comunicar un secreto/ poner la mano en la llama/tal es el oficio del poeta…’
Se integró con los escritores y poetas de la ’Espiga Amotinada’ por ejemplo: Margarita Michelena, Juan José Arreola, Jaime Sabines, Eraclio Zepeda, Julieta Campos, Carlos Monsiváis, Tomás Segovia, etcétera.
En Tuxtla Gutiérrez hacia 1948 se funda el Ateneo de Ciencias y Artes de Chiapas, obra del gobernador Francisco J. Grajales.
Y continúa en su relato nuestro amigo chiapaneco, licenciado Virgilio Arias Ramírez, secretario general del Club Primera Plana y vicepresidente de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística
Añade en un alarde intelectual que una sola palabra puede sonar vacía, pero una poesía es también portadora de realidades, despierta conciencias y emociones, genera sueños y endulza el espíritu a veces confundido.
Rosario pintó con su pluma, el triste drama del medio rural de Chiapas y particularmente del indígena, quien no podía usar ni siquiera las banquetas de Comitán.
Lástima que Rosario ya no vio la transformación, del pueblo en que pasó sus primeros años de vida
Ella relata que cuando tenía siete años de edad, prefería dormir con su nana en un petate, porque le contaba historias y sufrimiento de los humildes humanos olvidados de la luz de Dios, la tapaba con su rebozo y le hacía bocadillos.
Ahí Rosario, durante los siete años que vivió con sus padres en Comitán, asimiló en su conciencia, la cruel ’vida’ del sometimiento indígena en los altos de Chiapas.
En su emblemática obra Balún–Canán, narra desgarradores relatos, tan inhumanos, que hoy no los imaginamos, en la página 126 dice:
’El día de Nuestra Señora de la Salud amaneció nublado. Desde el amanecer se escuchaba el tañido de la campana de la ermita, y sus puertas se abrieron de par en par.
Estaban los indios trayendo las ofrendas: manojos de flores silvestres, medidas de copal, diezmos de las cosechas.
Todo venía a ser depositado a los pies de la Virgen, casi invisible entre los anchos y numerosos pliegues de su vestido con piedras falsas que resplandecían a la luz de los cirios.
El ir y venir de los pies descalzos marchitaban la juncia esparcida en el suelo y cuyo aroma, cada vez más débil, ascendía confundido con el sudor de la multitud, con el agrio olor de la leche de los recién nacidos y las emanaciones del aguardiente que se pegaba a los objetos, a las personas, al aire mismo’.
En un mundo de hombres, ella crítica acertadamente las costumbres de aquella sociedad que relegaba a los más vulnerables: los pueblos, nativos que no podían rebelarse, ante el cacique. El gobierno indiferente.
Y las indefensas mujeres, que soportaban su tragedia de frío y hambre.
Rebelarse ante sus maridos quienes las habían cambiado por aguardiente o por un borrego entregado a sus padres.
O ante el sacerdote que les enseñaba a ser obedientes y fieles al marido.
Con esta realidad de vida, Rosario inició sus inquietudes literarias. Publicó poemas en el Diario de Tuxtla.
Su trabajo no se limitó a las aulas, también fue promotora cultural en el Instituto de Ciencias y Artes de Chiapas y del Centro Coordinador Tzeltal-Tzotzil y fundadora del Teatro Guiñol.
Como libre pensadora e impulsora social de avanzada, afirmaba que la mujer debía cambiar la condición de ’víctima’ y de ’sexo débil’, que debían ser apoyadas para empoderar sus valores personales y culturales, y así superarse para llevar una vida más independiente y humana.
Criticaba a la corriente indigenista de la época por ser una sociedad clasista, que ’defendía’ a los pueblos marginados sin conocerlos, ni entenderlos como seres humanos, no sólo como los blancos y negros; que así no podrían defenderse nunca por sí mismos, y seguirían eternamente menospreciados por ser inferiores según los blancos o ladinos.
El destino de Rosario, fue eso, un ’rosario’ de penas.
Quedó huérfana de madre, niña; fue segregada por ser mujer en un mundo de hombres y sus padres tenían que proteger a su hermano enfermizo; sufre las angustias de su padre; se casa con su profesor de filosofía y tiene que divorciarse, porque el matrimonio no resultó del todo dulzura y debe soportar las críticas feministas de la época; fallece su hija recién nacida; padece tuberculosis y sufre depresión, ella muere trágicamente a la edad de 49 años. Dejó cimentada una estela de enseñanzas, para mujeres con visión de libertad y hombres de otra educación y cultura.
Como erudita, mereció los reconocimientos siguientes:
Premio Chiapas, Premio Xavier Villaurrutia, Premio Sor Juana Inés de la Cruz, Premio Carlos Trouyet de Letras y Premio Alías Sourasky de Letras en 1972.
El próximo mes de mayo, hará 46 años que se fue esta singular mexicana, al lugar de los ’Nueve Luceros’, o innovadora cómo ella era, en busca otros espacios.
Al fallecer, el gobierno de México se encargó de su traslado a esta su patria y fue sepultada en la ’Rotonda de los Personajes Ilustres’, panteón de Dolores, Ciudad de México.
El gobierno de Chiapas le rinde justo homenaje con el Festival Internacional ’Rosario Castellanos’ y el H. Congreso del Estado creó la medalla que lleva su nombre, para premiar a hombres y mujeres mexicanos que se hayan distinguido por el desarrollo de la ciencia, arte o virtud en grado eminente.
La chiapaneca y cantante de diversos géneros Gabriela Fernández, expresó en una ocasión que: ’En Chiapas hay tantos poetas, que si levantas una piedra, ahí encontrarás uno’.
Esta distinguida mujer es probable que tenga razón, fundamentalmente porque es de un estado mexicano pródigo en todo, alimentos, recursos naturales, cultura y hasta nido del ámbar milenario. En esos sitios anidan en las ceibas los tucanes, el quetzal, las orquídeas y las bromelias, y en ese arco iris de sus ríos que brotan de las montañas, es posible también ver nacer, las voces primeras llamadas poesía.
Coincidimos don Virgilio: Rosario Castellanos hizo escuela en las letras. Y deja historia.