Abanico
Cuando el sistema de partidos, terminó por quebrarse en julio de 20l8, en las elecciones presidenciales y generales, un segmento del electorado optó por volver al gobierno de un presidente con amplia mayoría en el predominio de la coalición ganadora a través de las gubernaturas en la distribución del poder político y en el congreso de la Unión, cuya mayoría se formó en la etapa postelectoral, a pesar de la potente presencia en la boleta electoral de Andrés Manual López Obrador.
Lo que ese quiebre no despertó en los partidos y en la coalición gobernante, es asumir el imperativo de cambiar no sólo su línea política, programa e identidad ideológicas, sino sus prácticas políticas, sobre todo ante la incapacidad de gobernar de la actual élite del poder a cargo del lopezobradorismo.
En efecto, la coyuntura crítica en torno a la economía, la salud, la inseguridad y un largo etcétera, han mostrado que la política de la realidad si logró el cometido designado a los partidos de lo que llamamos la oposición: ser el único contrapeso que importa.
El problema en la coyuntura más reciente es que el conflicto lo siguen teniendo no los que perdieron, sino los ganadores de la elección presidencial. Así, el contexto de privilegio por el cual lograron distinguirse del resto del mundo de la política y construir por tanto una victoria legítima, les ha vuelto la espalda.
La corrupción es el rubro que implicó el timbre de honor para el acceso y desempeño en la silla del águila, del presidente, López Obrador, hasta hace pocos días, en que AMLO decidió asumir la titularidad mediática de los golpes espectaculares a la oposición que le ha brindado el caso Lozoya, un auténtico tanque de oxígeno para recobrar las expectativas favorables a su gestión, más allá de su base cautiva.
En la operación, los aliados de coyuntura han comenzado por manchar no sólo a un extremo del sistema de partidos (a la oposición y destacadamente al PAN) sino generaron ya un golpe al corazón mismo de la administración del presidente, López Obrador en la segunda temporada del
modus operandi en la construcción de bases de apoyo electoral en México: la corrupción y el espectáculo que, plantean los video escándalos.
Iniciar ese camino ha sido una estrategia tortuosa para el presidente, si bien hace falta ver el comportamiento y su impacto en el periodo electoral por iniciar. Lo que es verdad es que un escándalo que comenzó con Lozoya y la trama Odebrecht, ya creció a los ámbitos más desgarradores que nos ubican en 2004, cuando los involucrados de los video escándalos fueron personajes centrales del entorno político inmediato de AMLO en su gestión en la capital de la República mexicana, uno del área política y otro del rubro financiero.
En 2020, se trata de su entorno íntimo lo que está en cuestión con el acierto periodístico revelado por el programa Loret, dado que ha comenzado a despintarle al presidente su timbre de honor que, lo distinguió en su vida pública, la construcción de una imagen de sobriedad y de combate a la corrupción.
Las elecciones de 2021 son por tanto, una oportunidad única para volver a la lógica de las elecciones que, produzcan otra alternancia en la distribución del poder político en cámara de diputados y, en torno a las gubernaturas en disputa (con candidaturas únicas donde sea posible) y así, devolverle al país la confianza hoy despintada y por momentos, extraviada.
Facebook: Daniel Adame Osorio.
Instagram: @danieladameosorio.
Twitter: @Danieldao1