Itinerario político
El dolor de las madres
“Que se destruya lo que se tenga que destruir, si así se llega a frenar los feminicidios en México”, fue la voz que clamaba frenar las muertes de mujeres por el simple hecho de serlo.
Ahí, en la calle de República de Cuba 60, en el Centro Histórico de la Ciudad de México, la chica se encontraba contenta, porque tomar la sede de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH), no representa sólo apoderarse de un edificio, sino sacudir la estructura de un organismo que no ha servido totalmente para defender a las víctimas de sus agresores.
Rosaura, de 26 años de edad, quien se identifica como una mexicana que lucha por las mujeres, considera que las tomas de edificios de las comisiones que dicen defender los derechos humanos, está en marcha en varias partes del país y representa una estrategia que se profundizará en los próximos días.
“Nos estamos haciendo visibles y ya nadie nos detiene. Las comisiones forman parte de la estructura social que nos oprime y nos lastima como mujeres”, asegura.
La muchacha se encuentra afuera del edificio de la CNDH. Ayuda a repartir despensas a personas que se acercan al lugar, la mayor parte de ellas mujeres.
Destaca la presencia de Erika Martínez, mamá de la menor Judith, quién fue víctima de violación en 2017. Ella es una de las protagonistas principales de la toma del edificio de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, de donde sólo la sacarán, si en realidad se hace justicia en su caso, afirma.
El hermano del padrastro de Judith abusó sexualmente de ella, cuando apenas tenía siete años de edad. Eso ocurrió hace tres años y Erika ha cargado con ese fardo de rabia, porque el abusador se encuentra libre.
Erika no ve la justicia por ningún lado ni el apoyo de las autoridades en ninguna oficina. Sin casa, la mujer recibe una ridícula “ayuda económica” de sólo 300 pesos cada tres meses, mientras continúa el proceso legal en contra del violador de su pequeña.
La mujer se indigna al saber que el presidente Andrés Manuel López Obrador se enojó porque las mujeres que están adentro de la CNDH pintarrajearon retratos al óleo de Francisco Madero y de otros próceres.
Sin duda, es más fuerte la indignación de una madre con el corazón lacerado por la violación de su hija, que la molestia de un presidente.
Es la misma indignación que siente Yesenia Zamudio, madre de Mary Chuy Jaimes, joven asesinada hace cuatro años, y que también indica que no abandonará el edificio hasta lograr justicia para su familiar.
La torpeza de la presidenta de la CNDH, Rosario Piedra, desató la furia de ellas y de otras mujeres que luchan por obtener justicia
Piedra antepuso los criterios de la burocracia, cuando les dijo que las carpetas de sus casos no estaban bien integradas y tenían que abandonar la Comisión para regresar a sus lugares de origen.
El enojo se convirtió en acción y las mujeres prácticamente se amarraron a los muebles del recinto. La noticia se extendió y empezaron a llegar grupos de feministas para apoyarlas hasta que el viernes pasado finalmente tomaron el edificio y obligaron al personal de la Comisión a desalojarla.
El recinto fue bautizado como Casa de Refugio Ni una Menos, por los grupos de mujeres que han llegado de diversas zonas del país. Entran y salen, la mayor parte embozadas, pintan consignas en las paredes y gritan exigiendo justicia para las víctimas de feminicidio.
Entre 50 y 60 personas que están en el interior del recinto se han alimentado a diario con la comida que se encontraba en la cocina de la Comisión, de manera mayoritaria, aunque también con los alimentos que les han enviado simpatizantes.
Sin embargo, como empezaron a sobrar comestibles, decidieron hacer donaciones a personas necesitadas de alimento, que empezaron a presentarse a las afueras de la Comisión.
Al lugar se presentó Aracely Osorio, madre de Lesvy Berlín Osorio, víctima de feminicidio el 3 de mayo de 2017. Visiblemente emocionada, afirmó que la toma del edificio “es organizar la digna rabia y conservar la alegría”.
El homicidio de Lesvy en Ciudad Universitaria desató una ola de protestas en la Ciudad de México, que fortaleció las voces del feminismo, que clama porque no se sigan asesinando mujeres.
A Lesvy la asesinó su novio Jorge Luis González Hernández, con el cable de un teléfono, de una cabina, en Ciudad Universitaria, después de que la golpeó, según se pudo confirmar con pruebas periciales.
Todo el tiempo, la defensa y el fiscal del caso trataron de torcer la realidad y el sujeto estuvo a punto de quedar libre, porque se trató de demostrar que la muchacha se había suicidado, después de una discusión con su pareja.
Lesvy tenía sólo 22 años de edad cuando fue asesinada por González Hernández, con quien se topó desgraciadamente en la vida. En 2019, el inculpado fue condenado a 45 años de prisión.
Aracely Osorio y Yesenia Zamudio jamás recuperarán la vida de sus hijas. Sólo les queda seguir luchando para que México sea un país más seguro y que otras familias no pasen por el infierno que ellas vivieron. Para ellas, esa es una estrategia para sentirse más tranquilas, es una manera de sentir que la muerte de sus muchachas no fue en vano.