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CIUDAD DE MÉXICO, 18 de septiembre de 2020.- Expertos del Instituto de Ingeniería (II) de la UNAM elaboran, con el Gobierno de la Ciudad de México, una Ley de Edificación que permitirá establecer cuáles son las responsabilidades de cada uno de los actores en el proceso de construcción de edificios.
Sergio Alcocer Martínez de Castro, investigador del II y miembro del Consejo Directivo de Fundación UNAM, recordó que los sismos no se pueden predecir, pero la infraestructura construida con base en normas y reglamentos tendrá buen comportamiento durante uno de estos sucesos.
“Hemos aprendido, tristemente, que aquellos edificios que tienen grandes huecos -como ocurre en edificios de 8 o 10 pisos, o en esquinas, o que fueron mal construidos, donde no se limpian las juntas constructivas, y se golpetean los edificios, sin cuidado a la humedad o en evitar que se corroa el acero de refuerzo- pueden sufrir daños e inclusive colapsar”, explicó.
Momentos antes de la presentación del programa Tlalollin, cuando la tierra se mueve, de la serie Ciencia en todos lados, Alcocer destacó que como parte de la nueva ley, también se trabaja para contar con un Reglamento de Construcciones.
“Los reglamentos de construcción son documentos de observancia obligatoria, pero sobre todo son documentos que lo que buscan es proteger a la sociedad. Establecen requisitos mínimos de lo que se debe diseñar ante sismos o ante viento; no un documento de referencia”, enfatizó Alcocer Martínez de Castro.
La norma en la que trabajan los expertos universitarios dará sustento al reglamento con una mejor distribución de las responsabilidades y atribuciones, a fin de incentivar que se realicen mejores construcciones.
Considera también el concepto de resiliencia, es decir, la capacidad de recuperar su funcionamiento en cierto tiempo, con el objetivo de reconocer que además de ser seguros, los edificios puedan recobrar su funcionalidad básica en poco tiempo.
“Es un tema de carácter sistémico. De nada nos sirve un hospital que no haya sufrido daños y que pueda permanecer funcionando, si el suministro eléctrico que se le provee es interrumpido, o bien, no tiene agua potable; estaríamos fallando en la funcionalidad de ese hospital. Por eso debemos ver la integridad de los sistemas y cómo interactúan bajo el concepto de resiliencia”, precisó el presidente fundador de México Exponencial.
Una lección que dejaron los sismos de 2017, añadió, es la importancia de la divulgación del conocimiento, no solamente con los especialistas, pues para lograr incrementar la resiliencia se requiere sensibilizar y empoderar a todos los actores que intervienen en estos procesos.
“Tenemos que acercarnos a los albañiles, a los supervisores, a los residentes para que cada uno de ellos entienda cuál es su papel y que sí pueden intervenir favorablemente para reducir un riesgo. Los sismos son imposibles de predecir, pero podemos erradicar daños, podemos mitigar sus efectos, siempre y cuando todos los actores estén conscientes que tienen un papel que jugar”, consideró el especialista.
A su vez, Jaime Urrutia Fucugauchi, experto del Instituto de Geofísica y miembro de la Junta de Gobierno de la UNAM, añadió que los sismos del 7 y 19 de septiembre de 2017, así como el de 1985, son motivo de reflexión sobre la mitigación de riesgos y prevención, además de la importancia de la investigación científica en la materia.
El también investigador emérito de la Universidad Nacional recordó que expertos de esta institución han revisado las deformaciones del terreno en las placas tectónicas en la costa del Pacífico; desde hace tiempo se mantiene colaboración con Japón en la instalación de sismógrafos de fondo mediante el uso de barcos de la UNAM.
“Esto ha permitido contar con estudios de la estructura del fondo que es subducido y entender la sismicidad, sobre todo los sismos de mayor magnitud».
En tanto, Dionisio A. Meade, presidente de Fundación UNAM, consideró que los temblores son un tema asociado casi siempre al temor, zozobra, incertidumbre y, por muchos siglos, a la imposibilidad práctica de anticiparlos para saber cuándo y cómo suceden, así como su intensidad.
La coincidencia del 19 de septiembre, agregó, “ha hecho pensar una y otra vez qué hay detrás de estos temblores que se han interpretado desde magia hasta conocimiento mejor de las placas tectónicas que explican estos movimientos”, finalizó.