Juego de ojos
La verdad histórica, ¿prueba del crimen de estado del pasado sexenio?
La verdad histórica presentada por el gobierno el sexenio pasado, cuatro meses después de lo sucedido en la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa, tenía una conclusión rotunda y se apoyaba, según ese informe, en métodos científicos. Pero investigaciones posteriores que dejaron en duda esa aseveración y que parecen ratificarse con la huida del investigador del caso Tomás Zerón de Lucio, ha hecho pensar que algo muy oscuro se fraguó desde áreas del gobierno para dejar concluido el caso y darlo por cerrado ¿Qué había detrás de esa intención y que conocimiento tuvo el presidente de la República cuando los hechos se desarrollaron durante muchas horas y hubo testigos oficiales en los mismos? Los crímenes de estado y otros delitos graves que se cometen en un lapso de gobierno, crean determinadas responsabilidades a gobiernos posteriores, pero las conductas individuales son responsabilidad de quienes cometieron esas violaciones. Si el gobierno en turno no hace nada y se porta omiso, debe responder por esa responsabilidad, que es del propio estado. Agredir y presionar cuando se está haciendo algo, como en el caso de los desaparecidos de Ayotzinapa. Los feminicidios y los demás desaparecidos, muchos que llevan décadas en esa situación, no conduce a nada y obstaculiza investigaciones que están en curso. La desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa, fue hace seis años en el sexenio de Enrique Peña Nieto. Pese a ello, grupos violentos de estudiantes normalistas, hicieron destrozos el pasado 22 de septiembre en el Congreso de Guerrero y agredieron como protesta, porque no se ha resuelto el caso. El gobierno federal ya había informado que se darían nuevos datos el 26 del mismo mes. Los padres que legítimamente han protestado a lo largo de seis años con una insistencia digna de encomio que ha generado luchas paralelas, hicieron un paro enfrente de la Suprema Corte para exigir justicia. La información del gobierno sobre los avances de este lamentable crimen ¿dejará satisfechas a familias completas que han vivido en la incertidumbre durante el periodo mencionado?, ¿tendrán éstas en mente que los causantes de ese crimen actuaron en el gobierno anterior y que pudieron ocultar pruebas que los afectaban?
Crímenes que parecen inexplicables aterran por su cometido
La explicación de lo crímenes violentos que se cometen a diario, entran dentro de la lógica de la violencia familiar, del enfrentamiento, de la venganza o el control de sectores ya lanzados a la guerra por malas políticas de estado. Pero no se explica, por ejemplo, un asesinato masivo como el de San Fernando y el mismo de Ayotzinapa no se argumenta sobre todo por esa masividad. Surge entonces en este caso, la idea de que había un plan más hondo en la medida. En las primeras declaraciones se dijo que cuando los estudiantes habían sido llevados al baldío, todos iban ya asfixiados, ¿quién lo hizo, quien tenía el instrumento para aplicarlo en unas cuantas horas, a más de 40 seres humanos? ¿A quién le querían dar una lección? ¿Había un plan con personajes oficiales, a los que convenía una lección de ese tipo? Si se observan los destrozos que hicieron los normalistas el pasado 22 de septiembre y que en el caso de otros grupos de Ayotzinapa del pasado solían hacer lo mismo, lo estamos viendo incluso en Michoacán, lo que ameritan o ameritaban es una sanción, muchas veces administrativa, pero no pasa de ahí, ¿por qué se llegó al crimen deshumanizado de Ayotzinapa?
Los mil velorios de Monsiváis: el mexicano ama la muerte y las flores
A diez años de su muerte, Carlos Monsiváis logró evadir los puntos más oscuros del calderonato y todos los de Peña Nieto. Su libro Los mil velorios (Alianza Cien, Conaculta 1994), de pocas páginas y en edición pequeña, habría aumentado para dar otros dos volúmenes. Este librito lo traje de Italia, comprado en una librería de ediciones en español. El se lanza a publicar sobre la nota roja desde los años cuarenta, lo más representativo del crimen que se ha cometido en México hasta llegar a lo más inhumano y bestial en el grupo de los narcosatánicos. Recientemente mencioné aquí El hombre que sabía morir de Miguel Bonaso, en el que el argentino menciona a esta secta, casi con las palabras que usa Monsiváis, obviamente tomó los datos de este libro, incluyendo lo descriptivo de lo que pasó en la colonia Cuauhtémoc cuando detuvieron a varios de la secta y a otros los ultimaron. La forma de destrucción descrita por ambos escritores, rebasa el horror del que lee, porque no puede caber en la concepción humana que alguien llegue a esos extremos de devastación. Monsiváis cierra su librito con la frase del poeta Carlos Pellicer, quien es el que dice que el pueblo mexicano “tiene dos obsesiones: el gusto por la muerte y el amor por la flores”. En su ironía, el gran cronista le responde con dudas y dice que ya solo en casos excepcionales la nota roja será el tema de las conversaciones. Hoy pensaría lo contrario.