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CIUDAD DE MÉXICO, 10 de noviembre de 2020.- La llegada de la pandemia de coronavirus a México puso en segundo plano uno de los hechos que más conmocionó a la sociedad en México y el particular a los habitantes de Torreón, Coahuila. El pasado 10 de enero un estudiante de sexto de primaria disparó nueve veces armas de fuego al interior de la escuela en la que estudiaba.
El tiroteo en el patio escolar del Instituto Cervantes ocasionó la muerte a una maestra, heridas a cinco estudiantes y un profesor. El evento violento culminó cuando el mismo tirador se quitó la vida, emulando la masacre ocurrida en 1999 en la secundaria de Columbine en el estado de Colorado en Estados Unidos.
A 10 meses del tiroteo en el Instituto Cervantes, el periodista Javier Garza presenta el libro Nueve disparos, en el cual realiza una recuento de los hechos e indaga sobre las circunstancias que rodeaban a José Ángel Ramos, el niño de 11 años que perpetró el ataque.
El periodista fundador de la plataforma digital EnRe2Laguna y conductor del noticiero Reporte 100, en Imagen Radio, señala en entrevista con Quadratín México que el tiroteo sorprendió porque se trata de otro tipo de violencia a la que estamos acostumbrados como país y la cual habitualmente explicamos con argumentos sencillos y a bote pronto.
En México solo hay un antecedente de tiroteo escolar. En el año de 2017 en Monterrey un adolescente de 16 años de edad accionó un arma cuando se encontraba al interior del salón clases los que provocó la muerte a un compañero y lesiones a otras tres personas, entre ellas la profesora, y al igual que José Ángel, el perpetrador se quitó la vida de un balazo en la misma escena.
En un periodo de tres años, y en el mismo mes, se han presentado dos tiroteos escolares en México, de los cuales solo se tenían referentes de hechos ocurridos en el extranjero, principalmente en Estados Unidos.
Aunque se trata de un hecho que la pandemia de coronavirus relegó a un segundo plano, para el periodista, el libro es una aportación que busca propiciar una reflexión sobre las discusiones y lecciones que se debieron tener, las cuales quedaron truncadas cuando las restricciones sanitarias obligaron a los niños a dejar las escuelas para permanecer en casa.
Javier Garza sostiene que en algún momento los alumnos regresarán a clases y los viejos peligros volverán, por lo cual se deben asimilar la mayor cantidad de lecciones que se originaron a partir del 10 de enero de 2020.
-El objetivo era profundizar sobre un evento que había sido muy traumático y que causó mucha conmoción y revuelo no solo en la Comarca Lagunera sino también el todo el país. Sin embargo, como todos los eventos de esa naturaleza tratan de ser explicados con muchísima especulación y muy rápido.
En la medida que un niño de 11 años lleva dos pistolas a la escuela y se pone a disparar, es algo que nunca nos habíamos imaginado, de ese tamaño es la sorpresa, pero igual es la dimensión del shock y la prisa por encontrarle sentido y darle una explicación.
Nos vamos por distintas rutas para explicar el hecho pero en realidad ninguna logra satisfacer totalmente, entonces con el libro pretendo que a raíz de una historia, que es importante contarla, profundizar en mucho de lo que se supo en los primeros días y tratar de tener mejores elementos para entender el hecho.
-No sabemos por qué el niño decidió hacerlo, o por qué lo hizo ese día. Una de las lecturas que siempre ocurren ante hechos de esta naturaleza es el tema del llamado disparador y cuál fue la causa que lo mueve a decir ahora sí ya lo voy a hacer.
Yo no encontré nada, tampoco lo que investigaron (Ministerio Público), en los días o semanas anteriores a esto. No se supo de nada en la vida del niño que hubiera sido un evento traumático que él hubiera dicho hasta aquí llegó.
Lo que sí sabemos es que porque el niño escogió hacerlo de esa manera, sabemos que tenía una obsesión con la masacre de Columbine, y al parecer se había informado lo suficiente como para vestirse como uno de los autores de esa masacre y había conversado lo suficiente con un amigo sobre el tipo de armas que habían utilizado.
Sabemos cuando dice: voy a hacerlo. Y conocemos la modalidad que escoge se había formado por la obsesión que tenía por Columbine, además que tenía acceso fácil a armas de fuego, las sabía manipular y platicaba con su abuelo de estas.
Lo que no sé, y creo será imposible de determinar, es conocer qué fue lo que causó que si él ya venía de una depresión, buscara hacer un acto así y al ver que tenía fácil acceso a las armas José Ángel se documentó sobre Columbine, para escoger esa modalidad o si fue al revés. Es decir, sabiendo de Columbine y él teniendo acceso a las armas se le hizo fácil recrear ese tiroteo en su colegio.
Javier Garza advierte que a lo largo del recuento sobre la historia familiar no se descubre ninguna causa principal que hubiera detonado que José Ángel portara las armas propiedad de su abuelo y accionarlas en el patio de su escuela contra alumnos y profesores al azar.
“Hay una mezcla de las circunstancias, a veces hace falta un catalizador, tú puedes mezclar varios ingredientes y no pasa nada, pero si le echas un gotita de algo se genera una reacción química. Creo que algo similar pasa aquí, tienes muy muchos elementos, ninguno por sí solo te lo explica, ni siquiera la combinación de los elementos. Creo que siempre hay ese factor X, que no sabemos cuál es y por eso hace a este caso diferente.
-Justamente por eso es el tamaño de la sorpresa porque la violencia a la que estábamos acostumbrados era otra, la cual la explicábamos con argumentos muy fáciles, los cuales nos tranquilizaba, al decir por ejemplo que ‘se matan entre ellos’, pero ahorita con esta otra modalidad, pues esas explicaciones que empleábamos pues ya no existen.
No estamos muy lejos, la razón por la que lo creo es que dada la rareza o lo inusual de este tipo de eventos, que solo había un antecedente conocido en Monterrey en 2017 y ahora este. Nos tenemos que preguntar ¿por qué en México hasta 2017 esto no había pasado pero desde esa fecha para acá ya pasó dos veces?
-Este es un tema de las escuelas y sobre todo de los padres de familia. En las escuelas porque a final de cuentas, en este no se proveyó al niño a la atención sicológica que necesitaba aún sabiendo que su vida había sufrido pérdidas que le podría generar una situación emocional vulnerable.
Uno de los hallazgos más importantes del libro y creo que uno de los más trascendentes, tiene que ver con los mensajes que el niño intercambiaba con uno de sus amigos en donde hablaban de Columbine y de las armas que se habían utilizado.
No me sorprendió tanto el hecho de que los abuelos del niño (José Ángel) no hubieran visto los mensajes, se puede pensar que ellos no le hacían tanto caso, lo cual es una parte del problema. Pero del otro lado del amigo que vivía con sus padres en una familia nuclear, los papás tampoco estaban al tanto de los que el amigo su hijo estaba mensajeando.
Creo que cualquier padre de familia que ve el celular de su hijo de once años que está hablando de pistolas nueve milímetros, de escopetas recortadas y de bombas, eso te debe de levantar y prender un foco rojo, pero aquí nadie los vio.
Entonces la reflexión, sobre todo después de la pandemia, es que el operativo mochila se volvió obsoleto, pero para mí el problema nunca fue revisarles la mochila, sino que la medida debe ser examinar los aparatos electrónicos. Saber qué es lo que están viendo o mensajeando los menores.